Salieron a vender un perro. Con ese dinero, querían comprar un bote de leche para un bebé. Se dirigían a Motozintla, en donde un posible comprador los había citado. Tenían 19 y 26 años de edad.
No llegaron. La carretera de Comalapa a Motozintla está infestada de retenes del crimen organizado: del Cártel Jalisco y del Cártel de Sinaloa, que sostienen una guerra a muerte en la frontera con Guatemala.
Once días más tarde fue subido a redes el video de su ejecución. Era de noche y los habían arrodillado para ejecutarlos.
Sus familiares no pudieron ir a recoger los cuerpos, aunque estaban a solo 50 kilómetros. Los narcos mantenían bloqueada la carretera.
Los enterraron sin velarlos, por su avanzado estado de descomposición. Pobladores de Comalapa reclamaron el abandono del gobierno. Además de estar aislados por el bloqueo carretero, llevaban cuatro días sin electricidad.
Siete jóvenes de entre 14 y 18 años habían prendido una fogata en un rancho de Malpaso, en Zacatecas. Habían asistido con intención de convivir el fin de semana con un grupo de amigos.
A las cuatro de la mañana arribaron camionetas con hombres armados. Se llevaron a los siete. Días más tarde fue subido otro video a las redes sociales: un hombre con una máscara de calavera iba guiándolos por un paraje boscoso y se escuchaba una canción que decía: “la muerte está en su mirada”.
Cuatro días más tarde un helicóptero divisó a uno de ellos en una zona de difícil acceso. El adolescente, de 15 años, sangraba, lucía desorientado. Los rescatistas hallaron a los cuerpos de los otros seis divididos en bloques. Estaban descalzos. Según un medio local, los habían matado a golpes.
La fiscalía estatal detuvo, días después, a dos menores de 15 y 16 años, vinculados al Cártel Jalisco y relacionados con el asesinato de los jóvenes.
En un paraje de la carretera Guerrero-Madera, en Chihuahua, se reportó el hallazgo de cuatro cuerpos con huellas de tortura. Correspondían a unos jóvenes, de entre 22 y 27 años, todos trabajadores forestales, que llevaban una semana desaparecidos. Hombres armados los habían privado de la libertad en el ejido Largo Maderal, de Temosáchic. En los días de su desaparición habían aparecido incinerados varios camiones que transportaban madera. Los vehículos presentaban impactos de arma de fuego. Nadie estaba en su interior.
Tres jóvenes de Peribán, Michoacán, que habían ido a Jalisco a entregar una carga de aguacate, desaparecieron a la altura de Jiquilpan. Transitaban por un corredor al que las constantes muertes y desapariciones le han valido el mote de “corredor de la muerte”: una ruta controlada por el Cártel Jalisco como un capítulo de su guerra contra Los Viagras, de Cárteles Unidos.
Desde el 3 de octubre dejó de saberse de ellos.
Ayer, los cadáveres de tres jóvenes fueron hallados en la carretera La Palma-Puerto de León, en el municipio michoacano de Venustiano Carranza. Personal de servicios periciales se los llevó en calidad de desconocidos. La fiscalía estatal descartó más tarde que se tratara de Bernardo y Primo Cruz Medina, así como de Edgar Jafet Tavira, los aguacateros desaparecidos en Jiquilpan.
Se trataba de otros. Jóvenes también, y también torturados, al igual que los cuerpos de un par de muchachos de alrededor de 20 años que hace unas semanas fueron hallados en una casa abandonada, dentro de un fraccionamiento ubicado al sur de Culiacán, Sinaloa.
Los investigadores les llaman “la generación herida”. En el Colegio de México se le ha denominado “juvenicidio”. Es una de las grandes tragedias ocultas que sacuden México.
En Baja California, más de 300 jóvenes y adolescentes fueron asesinados en cinco años: el 77% de esos muertos no pasaba de los 17 años. En Guerrero, en unos cuantos meses de 2023, más 25 jóvenes de todas las regiones, desde la Montaña hasta las Costas, han sido asesinados con crueldad extrema: fueron decapitados, desmembrados, calcinados.
La muerte viene en México por los menores de 29 años.
Más de 50 mil de entre 15 y esta última edad han sido asesinados en el sexenio de AMLO (que acumula ya más de 160 mil muertes violentas).
Es posible contar más de 150 mil jóvenes y adolescentes asesinados en México desde el inicio de “la guerra contra el narco” hasta la era de “los abrazos, no balazos”. Existen años en que los asesinados de dicho grupo etario pasan de 13 mil: hay 35.6 víctimas cada día.
Lo más terrible, como se ha visto en incontables casos, es que otros jóvenes cometen los asesinatos: la otra gran tragedia de México la constituyen jóvenes asesinando jóvenes.
Las cifras del Inegi muestran que ni las becas ni los abrazos han funcionado. Las jóvenes están abandonados, a merced del crimen. Y mientras la violencia que arrasa con ellos no desciende, protagonizan casos cada más dolorosos, más dramáticos, más estrujantes.
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