El poblado de Aguililla, en Michoacán, se convirtió en foco de atención nacional cuando hace unos días se estableció un cerco impenetrable, aún para el Ejército y la Marina. Decían que sus pobladores instalaron sus propias autodefensas.
Lo que nadie dijo es que el hasta ese momento desconocido e ignorado poblado de Aguililla era el lugar en donde nació Nemesio Oceguera, alias “El Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación. El de mayor crecimiento en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Menos aun se dijo que el cerco lo instaló la propia gente del poderoso capo, quien enfermo de gravedad, pidió ser trasladado de Guanajuato a su tierra, para estar cerca de los suyos ante la posibilidad de una fatalidad.
El hecho deja al descubierto que, casi como cada sexenio, estamos en la antesala de una reconfiguración en los liderazgos de los cárteles que dominan el territorio mexicano.
Echeverría y el Cártel de Guadalajara; López Portillo y el Cártel de Juárez; De la Madrid y el Cártel de Tijuana; Salinas y el Cártel del Golfo; Zedillo y el Cártel de los Amezcua y la emergencia de Los Zetas; Fox y Calderón con el Cártel de “El Chapo” y Peña Nieto, con Jalisco Nueva Generación.
Y que el sacudimiento que se avecina -si no es manejado con inteligencia y estrategia- podría despertar una nueva ola de violencia y sangre en nuestro país, como la que ya se vivió en el sexenio de Felipe Calderón.
Sobre todo, en momentos en que los reportes de inteligencia de los Estados Unidos tienen la certeza de que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador renunció a combatir al crimen organizado.
Peor aún, que para mantener esa paz sin confrontación, el gobierno de la Cuarta Transformación habría inclinado la balanza a favor del Cártel de Sinaloa, que en ausencia de Joaquín “El Chapo” Guzmán -preso en los Estados Unidos-, se dividió en dos células. Una que operan sus hijos Iván Archivaldo y Ovidio; y el otro, que lidera “El Mayo” Zambada.
Bajo esa óptica podrían analizarse la captura e inmediata liberación de Ovidio Guzmán y el saludo en la sierra de Badiraguato de la madre de “El Chapo” Guzmán.
Pero al inminente juego y rejuego en el relevo de los capos se suman tres actores del pasado, que purgaban largas condenas, pero que al ser liberados o devueltos por los Estados Unidos a México, podrían reclamar sus espacios y territorios.
Curiosamente, los tres son nativos de Sinaloa. Dos son de Culiacán y uno de Mocorito. Ya se puede pronosticar el terreno en donde se dará la disputa.
El más reconocido de esos capos que vuelven es Héctor Luis “El Güero” Palma, quien con sus 80 años a cuestas acaba de ser absuelto por un juez, está temporalmente en arraigo y a más tardar, a mediados de junio, podría recobrar su libertad.
“El Güero” Palma, oriundo de Mocorito, Sinaloa, arrancó su carrera en el mundo de las drogas de la mano de “El Chapo” Guzmán. Ambos eran lugartenientes de Miguel Ángel Félix Gallardo.
El segundo es Vicente Zambada Niebla, alias “El Vicentillo”, originario de Culiacán, quien a sus 46 años ya fue puesto en libertad en los Estados Unidos, luego de que testificó en contra de “El Chapo” Guzmán.
“El Vicentillo” es hijo de Vicente “El Mayo” Zambada, compadre de “El Chapo” y de quien se dice es, junto con los hijos de “El Chapo”, el heredero de las operaciones del Cártel de Sinaloa.
Y el tercero es Eduardo “El Doctor” Arellano Félix, de 64 años, integrante de la dinastía de los mismos apellidos y que fue el líder del Cártel de Tijuana. Se anticipa su liberación para agosto de este año.
Ese cártel, antagónico al Cártel de Sinaloa, fue forjado con los restos del llamado Cártel de Guadalajara -el de Echeverría y los Zuno Arce- y retomó vigor en el sexenio de Miguel de la Madrid.
Es el mismo cártel al que se liga con dos magnicidios durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. El primero, el del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, ejecutado en el aeropuerto de Guadalajara y el segundo, el del candidato presidencial priista Luis Donaldo Colosio Murrieta, en Lomas Taurinas.
La liberación de esos tres personajes clave en el competido mundo de los narcóticos, combinada con la sucesión de liderazgos en el Cártel Jalisco Nueva Generación, anticipa una reconfiguración de fuerzas que garantiza disputas descarnadas por el control de los territorios.
Si como advierten los servicios de inteligencia norteamericanos, el gobierno de la Cuarta Transformación renunció a combatir al narcotráfico, podríamos estar en la antesala de un “sálvese quien pueda”.
Pregunta curiosa. ¿Alguien tiene alguna idea de qué lado van a jugar el próximo 6 de junio los distintos cárteles que están buscando sus espacios en el actual sexenio?
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