Gases lacrimógenos vencidos, dispositivos de estruendo, bengalas y bombas de gas irritante caseras fueron utilizados en la marcha del 8 de marzo en Ciudad de México.
Las postales de la manifestación mostraban una atmósfera cargada de diferentes tipos de humo y mucha gente afectada. Algunos gritaban de dolor y se refregaban los ojos, otros no podían contener las náuseas. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, negó al día siguiente que la policía de la capital haya usado estos artefactos, dijo que solo había usado extintores. Pero algunos de los dispositivos son únicamente de acceso para las fuerzas de seguridad. La Comisión de Derechos Humanos de la ciudad y la Brigada Marabunta, una organización civil que hace de mediadora en las protestas, investigan la evidencia que recopilaron ese día para determinar qué fue lo que se usó y quiénes lo hicieron.
LA BRIGADA MARABUNTA:
El 8-M en México dejó aires del pasado. Un vídeo que recorrió las redes sociales ese día mostraba a miembros de la Brigada Marabunta enseñando las pruebas que insinuaban que algo se había salido de control en la marcha más violenta durante el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. “Esto es una cápsula de gas, la lanzaron y no está permitido. No estaba en su protocolo utilizar esto, se les fue de las manos este operativo”, se escuchaba decir a uno de los activistas que compara lo sucedido con anteriores sexenios. Lo que tenía en las manos era una granada de gas lacrimógeno ya vacía. El artefacto fue fabricado por Federal Laboratories, una compañía estadounidense especializada en equipamiento policial para protestas que cerró en 1994.
Daniel Gómez-Tagle, especialista en uso de la fuerza, explica que se trata de una cápsula 519 CS. Las letras hacen referencia al producto químico que produce el efecto lacrimógeno. Estos dispositivos, asegura Gómez-Tagle, estaban caducos. “Mi apuesta es que tenían más de 20 años”, dice. La fábrica dejó de producir este modelo cuando cerró y terminó por comprarla otra compañía de seguridad que ahora produce una versión modernizada de esa granada de gas. El especialista comenta que estos artefactos tienen cinco años de caducidad, después de eso ya no se puede utilizar. El gas no caduca, pero el mecanismo de funcionamiento sí y provoca que las partículas que se liberan sean más dañinas. “Lesiones en la piel, eritemas, lo que se vio no son síntomas normales del CS. Pueden pasar, pero no son normales. Eso refuerza la idea de que no estaba en condiciones de ser utilizados”.
Granada de gas lacrimógeno CS No.519 y ficha técnica.LEXPEV.NL
La ficha técnica del producto alerta de que puede causar “heridas graves o la muerte cuando es arrojado sobre otras personas”. Además advierte que es “solo para agentes de seguridad y personal militar”. Carla Ríos, subdirectora de Marabunta, explica que solo las fuerzas de seguridad pueden comprar este tipo de elementos en México. “Esos gases fueron usados en el país entre 2012 y 2015, según documentó la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Sabemos que son de uso exclusivo de las secretarías de seguridad. No las venden en las tiendas, la gente no las puede comprar“, dice. Gómez-Tagle agrega: “Si lo tiró un civil, tiene que haber salido de una armería y eso significaría que hay un mercado negro”.
Otro de los elementos que se arrojaron ese día fueron bengalas, unos tubos de 15 centímetros con un mango que volaban por el aire prendidas fuego. Los vídeos que registraron la Brigada Marabunta y varios manifestantes muestran cómo son tiradas desde detrás de la valla que resguardaba al Palacio Nacional, sede del Ejecutivo mexicano, donde estaban los agentes policiales. También se ve a algunas manifestantes que las toman en sus manos y las devuelven al otro lado del vallado. Gómez-Tagle explica que ese dispositivo no está diseñado para usar en manifestaciones, y resulta más peligroso que el gas lacrimógeno porque “representan un alto riesgo de quemaduras”. Algunas de las manifestantes que tomaron las bengalas encendidas mostraban días posteriores en redes sociales las quemaduras en sus manos.
Ríos, de la Brigada Marabunta, cuenta que también registraron el uso de unos dispositivos caseros que eran arrojados. Se trata de una pequeña bolsa que tiene una mecha y un polvo amarillo dentro. Una vez encendida la mecha el paquete se quemaba emitiendo un gas que generaba un ardor intenso en los ojos, la nariz y la boca. Además recogieron evidencia de la utilización de unos tubos negros que al explotar generaban un estruendo y de balas de gotcha, luego de que uno de los miembros de la organización fuera agredido con una.
Ante la utilización de estos artefactos, las organizaciones han pedido al Gobierno de la capital que investigue lo que sucedió ese día en el Zócalo. El secretario de Gobierno de la ciudad, José Alfonso Suárez del Real, dijo que las lacrimógenas no estaban permitidas por el protocolo de seguridad, y que había que analizar qué había sucedido. Sin embargo, Sheinbaum rechazó tajantemente que se haya reprimido con ese tipo de gas. “Lo que sucedió en terreno fue diferente a lo que dicen. Habría que investigar dónde estuvo el quiebre entre quienes daban las órdenes y quienes las cumplían”, reclama Ríos.
La Comisión de Derechos Humanos de la ciudad ha abierto una investigación propia sobre lo sucedido y ha solicitado a la Secretaría de Seguridad Ciudadana que entregue las grabaciones que tienen de ese día y el plan que había diseñado para atender la marcha. “Sabemos que hubo algo, que no eran nada más extintores”, dice Nashieli Ramírez Hernández, presidenta de la Comisión. El organismo ha resguardado todo lo que juntaron en la marcha y ha solicitado a expertos que ayuden a analizar de qué se trata. “Había mucha gente ahí y mucha sintió los efectos ligados a algo que estaba pasando. Después de ver qué se usó, tenemos que determinar qué pasó, cómo juega la línea de mando en una acción así”, agrega. Hay que saber qué sucedió, asegura, para que no vuelva a pasar.
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