Llegó una llamada de auxilio desde un poblado de 245 habitantes: dos grupos armados acababan de enfrascarse a tiros y había varios muertos.
El pueblo era Chuhuichupa, Chihuahua, una comunidad serrana ubicada a 52 kilómetros de Madera. El país venía de cerrar el mes más violento desde que se inició el conteo diario de víctimas: marzo de 2020, con 2,585 homicidios: aproximadamente 83 diarios (aunque un día, el 28, se cometieron 102).
Con aquella llamada, abril arrancó de la peor manera. Personal de la Agencia Estatal de Investigación de los destacamentos de Guerrero, Temósachi, Madera y El Largo Maderal se dirigió a la zona. En una brecha que comunica varios pueblos de la sierra, los agentes encontraron, según el parte que rindieron después, que “había personas sin vida del sexo masculino”.
Los cadáveres eran nueve. Todos llevaban uniformes tácticos y presentaban impactos de bala en el rostro y el cuerpo. A un lado, abandonadas y con orificios provocados por armas largas, había dos camionetas: una Ram de color blanco y una Ford 250 de color rojo.
Esparcidas en la brecha había ocho armas largas y una escuadra.
Al revisar el terreno, los agentes hallaron entre los árboles otros ocho cuerpos sin vida, vestidos también con uniformes tácticos. “Igual presentaban impactos de proyectil de arma de fuego”, se lee en el reporte. Ahí había cuatro armas de asalto más.
Había también dos heridos. Uno de ellos murió mientras era trasladado al hospital de Cuauhtémoc. El otro, un muchacho de 18 años, oriundo de Durango, confesó que era “gente del Jaguar” y que sicarios de La Línea les habían puesto una emboscada.
La Línea le garantiza al Cártel de Juárez el paso de droga desde los límites de Sonora hasta Casas Grandes. Al frente de este grupo se halla un expolicía de Chihuahua que le arrebató el poder a Socorro Vázquez Barragán, su antiguo jefe. El ex policía se llama Roberto González Montes y le apodan El Mudo o El 32. Su célula maneja el tráfico de droga, la tala clandestina, el robo de mercancías y la extorsión a beneficiarios de programas sociales que reciben recursos para el campo.
De acuerdo con trabajos de inteligencia, al ser desplazado, Socorro Vázquez Barragán buscó apoyo en “la gente de Sonora” y le dio entrada, a través de una alianza, a la “Gente Nueva” del Cártel de Sinaloa, cuyos líderes regionales son los hermanos Francisco Arvizu Márquez, El Jaguar, y su hermano Jorge, apodado El Lobo.
La disputa por el territorio comenzó hace alrededor de cinco años y ha traído el infierno a la gente de la sierra.
En julio de 2017, un ataque de El Mudo dejó 15 muertos precisamente en Madera. Un mes antes, El Mudo se había lanzado con armas largas contra la comandancia de Las Varas, asesinando a dos agentes estatales y convirtiendo el edificio en un queso gruyere.
En octubre de ese año la gente de El Jaguar lo fue a buscar al municipio de Gómez Farías, donde González Montes tenía una casa de seguridad. Los sicarios no lo encontraron, pero quemaron varias casas del pueblo.
El Mudo participó también en un enfrentamiento con policías que dejó 10 muertos (octubre de 2016), y en el secuestro de seis agentes municipales de La Simona: dos de ellos fueron hallados sin vida, del resto no se volvió a saber.
El fiscal César Peniche declaró que esta confrontación ha dejado enfrentamientos, “levantones”, quema de viviendas. Se atribuye a “un error” cometido por estos grupos (Sinaloa y La Línea) la espantosa masacre de noviembre pasado, que provocó la muerte de nueve miembros de la familia LeBarón (tres mujeres adultas y seis niños).
El sobreviviente de la emboscada del viernes relató que tres camionetas con hombres de El Jaguar, que venían del Largo Maderal, fueron emboscadas desde ambos lados de la brecha. Eran aproximadamente 40 atacantes. Los sicarios del Jaguar pidieron ayuda por radio: llegó gente en su auxilio y se suscitó una balacera que pudo haber durado varias horas (se recogieron casquillos de 7.62, .223 y 50 mm, así como dos granadas sin espoleta). Cuando se percataron que se aproximaban policías estatales y personal de Sedena, los hombres del Jaguar huyeron rumbo a Sonora. Los de La Línea siguieron la brecha hacia Casas Grandes.
Atrás quedaban 18 muertos.
En un país de ciudades súbitamente desiertas, en el que la atención y el terror están centrados en el Covid-19, la nube negra que el viernes pasó por Chihuahua nos recuerda que ahora mismo hay en México otra epidemia: una que encontró en marzo pasado su pico histórico. Una que de la mano de los Cárteles de Juárez y Sinaloa abrió golpeando brutalmente el mes de abril.
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