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domingo, 12 de abril de 2020

"COVID-19,CUANDO el CEREBRO NOS TRAICIONA"...el que dirige el cuerpo casi nunca lo dirige bien.

El cerebro se coloca en el centro de nuestra supervivencia, no solamente debe tomar decisiones sobre cómo afrontar peligro potencial, sino que debe hacerlo de manera casi inmediata. Para hacer este proceso de forma mucho más ágil nuestro pensamiento se ajustó a una necesidad evolutiva y creó rutas inmediatas al conocimiento conocidos como sesgos.
Estos sesgos cognitivos o prejuicios de cognición, son atajos psicológicos que nos ayudan a tomar elecciones de forma rápida basados en conocimiento previo, no sólo en la forma vivencial, sino en las rutas de pensamiento que hemos aplicado para resolver problemas similares en el pasado. Son formas preconcebidas con las que interpretamos el mundo a nuestro alrededor.
Aunque son útiles al momento de elegir de forma rápida ante situaciones ya conocidas, cuando estas no son exactas o erróneamente se asimilan como parecidas, los sesgos pueden distorsionar el proceso mental hasta llevarnos a formar juicios erróneos o inexactos. Cuando esto sucede, nuestra interpretación de la realidad se vuelve, por lo menos, equivocada, y en ciertos escenarios hasta peligrosa.
›En situaciones que desconocemos y que activan el miedo o la incertidumbre, nuestro cerebro puede engañarnos, ya sea para protegernos o bien por un error cognitivo. En el caso de la pandemia por el nuevo coronavirus SARS2-CoV-19 estos condicionantes, además de cumplirse, suman otros elementos que pueden llegar a potenciar los sesgos cognitivos hasta extremos donde la confianza exagerada en lo que creemos saber y en nuestra experiencia puede jugarnos en contra.

El optimismo que daña

No existe una lista determinada de los sesgos que cada persona tiene ante determinada situación, pero en el caso de la pandemia un grupo de expertos en psicología publicó un estudio en la plataforma PsyArXiv sobre la forma en que las ciencias de la conducta pueden usarse para controlar la respuesta social ante este fenómeno, e hizo énfasis en los prejuicios cognitivos que podrían alterar incluso el curso de la epidemia en cada país.
El estudio determina que uno de los sesgos que más afecta en este tipo de situaciones es el del optimismo, es decir que las personas creen que son menos propensas a contraer la enfermedad, ya sea porque no conocen a nadie enfermo o porque subestiman el contagio; por tanto, al pensar que esto no puede sucederles entonces tampoco participan de las medidas de salud pública como el distanciamiento social o aislamiento. 
Además, en nuestro país se suma el sesgo de disponibilidad, una forma de procesar la realidad en la que nos acude más fácilmente a la mente es lo que nos parece más probable. Nuestra experiencia más próxima como país a una pandemia fue la de la influenza AH1N1, que si bien tuvo relevancia económica, en la afectación de salud y pérdida de vidas no tuvo el mismo impacto que el SARS en Hong Kong, por tanto en nuestra memoria colectiva no hay registro de que las epidemias respiratorias sean realmente peligrosas, lo que puede hacer que el Covid-19 se subestime.

Autoengaño

Otro de los errores cognitivos asociados a la nueva pandemia es conocido como efecto de anclaje y tiene que ver con que la primera idea que tenemos sobre algo se queda fija en el pensamiento. En este caso el Covid-19 fue descrito en un principio como un resfriado poco menos que severo, en el que corrían riesgo las personas de la tercera edad y los enfermos crónicos. Esta idea quedo plantada en el razonamiento de muchos, y aunque las evidencias demuestren que el virus puede ser mortal para todos, el pensamiento de que bastaba estar fuera de los grupos de peligro para estar a salvo, permeó en una inmensa mayoría.
Daniel Tubau, autor de El Arte del Engaño, habla del efecto de storytelling o la forma en que es narrada la pandemia, en especial lo que refiere a la incapacidad que tenemos para manejar abstracciones como el número de contagiados o muertes. Nuestro cerebro está imposibilitado para pensar de forma exponencial, y le es mucho más complicado dimensionar el peligro si se le explica con estadísticas elaboradas que, por ejemplo, con una fotografía o una narración concreta.
Finalmente está la ilusión de control, que es uno de los sesgos que actúa de forma permanente en la gran mayoría de nosotros y que nos da cierta estabilidad en el día a día. Aceptar que la mayor parte de la vida escapa de nuestro control parece escalofriante, y en el caso de una pandemia, en la que el enemigo es invisible preferimos retomar el dominio a través de mecanismos que van desde la negación —creer que el virus no existe y es un invento de los gobiernos— hasta la exageración en medidas de precaución.
Jay J. Van Bavel, experto en psicología y neurología, recomienda el uso de comunicación eficaz en campañas masivas especialmente dirigidas a combatir estos sesgos y así poder lograr un cambio de comportamiento a gran escala que sirva para responder de forma efectiva a la pandemia y sus consecuencias. 
A nivel comunitario se puede hacer un esfuerzo para desmentir estas ideas con argumentos sólidos o datos que puedan ayudar a salir del prejuicio cognitivo. Buscar fuentes confiables, citas claras y explicaciones sencillas para dárselas a quienes no consideran estos riesgos como algo real o posible es la mejor forma de cambiar los sesgos para que puedan evaluar el riesgo de mejor manera y así combatir esta peligrosa pandemia. 
Aceptar que la mayor parte de la vida escapa de nuestro control parece escalofriante (…)preferimos retomar el dominio con mecanismos que van desde la negación —creer que el virus no existe y es un invento de los gobiernos— hasta la exageración en medidas de precaución.

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