¿Aquién le interesa el constante atosigamiento de estudiantes de la Normal “Isidro Burgos” de Ayotzinapa a militares?
Quien da la orden en Guerrero mide bien los tiempos.
El inexplicable ataque meramente provocativo del miércoles de la semana pasada de estudiantes a la 35 Zona Militar de Chilpancingo, Guerrero, podría ser parte de una triangulación de actos entre la CNTE (Oaxaca, Michoacán) y la CETEG para iniciar el 2017 formalmente como un nuevo “año fiscal”.
Dirán, son dos cosas distintas. Una el caso de los 43 normalistas desaparecidos desde el 2014 y otra los sempiternos intereses político-económicos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Bueno, para nadie es extraño que un movimiento es aprovechado por otros cuyo común denominador es atosigar al gobierno federal. Pero, necesariamente, todos los movimientos son aprovechados por uno (persona, líder, caso).
El problema aquí es el precio al que arriesgan a los alumnos, quienes para no perder el estatus de “luchadores sociales” aceptan la orden.
Tan ridículo como peligroso.
Nunca será lo mismo picar la cresta a grupos armados del crimen organizado que a soldados acuartelados. El crimen organizado no se anda por las ramas y el botón de muestra más claro son los sucesos de Iguala de hace poco más de dos años.
Tanto en la Derecha como en la Izquierda hay extremos, y son peligrosísimos. Esto no quiere decir que los del Centro sean santos. Algunos del Centro se han ido a los extremos.
En los extremos la forma justifica el fondo. Y la vida, de quien sea, es lo de menos, es cosa ínfima dentro de la forma.
La veintena de jóvenes que el miércoles se apostaron afuera de las instalaciones militares de Chilpancingo con bombas molotov, piedras y cohetones para lanzarlos a los soldados, sólo transmiten la ridiculez de estrategia de quienes los utilizan como carne de cañón.
Los militares están impedidos a responder la agresión. Si los policías no lo hacen, los soldados menos.
La provocación es mayúscula y a plena luz del día. No es la primera vez, eso es cierto. En 2015 lo hicieron.
Ahora, eso creíamos, había paz, aunque simulada, pero había, luego de meses y meses, y de mesas y sobremesas, tanto en el caso del magisterio disidente y su oposición a la Reforma Educativa, como en el de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.
¿La provocación es espontánea? ¿Tiene alguna razón?
Podría ser.
La coincidencia es mucha, pero conociendo cómo operan algunos líderes todo es posible.
Quizá terminemos atando cabos, pero vamos a empezar metiendo hilo para sacar listón.
El 7 de diciembre, inesperadamente, pero con una negociación permanente sin hacer públicos los detalles, el gobernador entrante de Oaxaca, Alejandro Murat, se reunió en privado con la dirigencia de la Sección 22 del SNTE-CNTE.
Obvio, en ella estuvo, frente a frente con Murat, Rubén Núñez. ¿El motivo de tan inesperado encuentro? La regularización de 3 mil 700 profesores. Vaya que si se la tenían guardada.
Murat pidió al Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca “certeza laboral” para esos profesores.
Días después se sabría el costo para regularizar a tal cantidad de docentes: 1 mil millones de pesos.
Y seguimos metiendo hilo o atando cabos. Cinco días después estallan en la capital oaxaqueña artefactos explosivos en oficinas oficiales y cajeros de bancos. Un recordatorio: “Aquí estamos, eh”.
Era la prueba del estruendo. Mejor negociar y ceder a volver otra vez al desmadre.
En seguida tocó el turno a Michoacán. Salieron a las calles, también espontáneamente, luego de meses de tranquilidad, normalistas y profesores de la CNTE. Como el resto con cualquier cantaleta en contra del gobierno, principalmente la de la Reforma Educativa. Nunca habían tenido un pretexto tan fino.
También la CETEG y, de repente, los normalistas de Ayotzinapa.
¿Todo en uno?
Los estudiantes de la “Isidro Burgos” acudieron a mostrar que son muy valientes el miércoles 14. Ni siquiera el día del mes en que se han recordado los reprobables hechos de Iguala, empujados por deshonestos gobiernos de izquierda de Guerrero.
¿Por qué el 14 y no el 26? ¿Por qué en medio de un rebrote del protagonismo magisterial disidente?
Mesas, marchas, molotovs en Oaxaca, molotovs en Guerrero, fin de año, víspera de otro.
¿La presencia de los normalistas frente a la 35 Zona Militar de Chilpancingo lo sabía el director de la escuela, José Luis Hernández Rivera?
¿La Normal sigue activa? En ella nada parece ocurrir. Tan activas que son las redes sociales y en Internet es poco o nada lo que puede encontrarse sobre Hernández Rivera, quien, por cierto, desde el 2015 ha dicho que se retira del cargo.
A finales de ese año dijo que su ciclo había terminado. Ahora, apenas a finales de octubre, en una celebración por el Día de Muertos, dijo que ahora sí, terminando el ciclo 2016-17 dejaría el cargo.
Se iría en enero, es decir en menos de dos meses.
Hernández Rivera estuvo en el ojo del huracán cuando en 2015 integrantes del grupo criminal “Guerreros Unidos” aseguraron que estaba ligado a sus oponentes “Los Rojos”.
Sus acusadores: Sidronio Casarrubias Salgado, líder de “Guerreros Unidos”; Felipe Rodríguez Salgado, “El Terco”, jefe de sicarios, y Jonathan Osorio Cortés, “El Jona”.
Lo negó todo.
No es el único directivo polémico de Ayotzinapa.
A principios de este año que termina, Jaime Solís Robledo, ex director, presentó su libro “Ayotzinapa y yo, anecdotario”.
Revelaba un “infierno” dentro de la escuela. Lo criticaron legisladores de izquierda. “Quiere criminalizar a los jóvenes”, dijeron.
Pero ya lo había escrito. Adentro, “consumo y tráfico de drogas, golpizas, alcohol en exceso y acoso escolar y sexual…”.
Sí, sin fundamento, sin razón, la provocación de los muchachos el miércoles pasado a los militares de la 35 Zona Militar.
Pero las coyunturas existen… y se aprovechan.
Termino citando, una y otra vez, a Roger Bartra:
“Lo que hubo hace un año (hace dos y meses) fue una trágica confrontación entre el activismo de extrema izquierda de los estudiantes y la extrema putrefacción de las autoridades de Iguala. Yo creo que el resultado de eso es que los estudiantes fueron asesinados. Es una realidad que tarde o temprano hay que aceptar. Fue un asesinato de narcotraficantes apoyados por policías municipales, y eso es lo que los grupos de extrema izquierda no quieren aceptar por razones políticas”.
Todo es atar cabos. Meter hilo para sacar cordón.
Y si por encima vienen dos años inmensamente políticos…
Fuente.-rcruz@impacto.com.mx
sextopatio@gmail.com


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