Por primera vez un capo mexicano es acusado por el
Departamento de Justicia de violar la sección 960 (a) del Título 21 del Código
de Estados Unidos, creada en 2006 por el Congreso, para unir en un solo
artículo los delitos de narcotráfico y terrorismo.
Mexico,D.F 02/Mar/2015 Desde entonces ha sido utilizada para sentenciar a media
decena de criminales del Talibán, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia y las Autodefensas Unidas de Colombia, organizaciones catalogadas como
terroristas por el Departamento de Estado. Nunca se había aplicado esta ley a
un integrante de un cártel de México.
En términos llanos, como a muchos otros narcotraficantes
en la mira de Washington, a Gómez Martínez se le acusa de violar la ley al
contribuir a la "posesión, manufactura o distribución de una sustancia
controlada" pero, a diferencia de otros narcos mexicanos,
se le culpa de un delito más grave para los estadunidenses: "Pertenecer a
una organización terrorista extranjera, o ser una persona terrorista o
grupo", presumiblemente por sus acciones en contra de ese país.
Estas acusaciones, radicadas desde 2009 en la Corte del
Distrito Sur de Manhattan, significan que La Tuta puede
hacerse acreedor a castigos aplicados a operadores del Talibán y Al Qaeda, que
van más allá de lo que un narco común y corriente podría
esperar.
Eso abre la vía a una condena a cadena perpetua en una
prisión Supermax, como la de Florence, Colorado, donde purgan sentencias John
Walker Lindh, el taliban americano; Zacarías Moussaoui, autor intelectual de
los ataques terroristas del 11 de septiembre, o Teodore Kaczynski, el Unabomber.
Las multas que rondan a La Tuta también
son elevadas. Pueden ser de 10 a 50 millones de dólares, de acuerdo con el
Código de Estados Unidos (US Code, en inglés).
***
Si la Secretaría de Relaciones Exteriores acepta la
petición de extradición de Estados Unidos —y el Poder Judicial mexicano lo
ratifica—, Gómez Martínez sería enjuiciado en Manhattan, sede de una de las
cortes más adversas del planeta a las que puede ser enviado un narcotraficante
y donde más de un capo ha sido convertido en ejemplo de lo dura que puede ser
la mano de Washington. Varios han sido aplastados con condenas de por vida y la
pérdida de hasta el último centavo en sus bolsillos.
La Corte del Distrito Sur de Nueva York ha sido en los
últimos años una vitrina de exposición mundial a la que el gobierno de Estados
Unidos lleva a narcos de alto perfil para ser triturados por
una pinza que en un extremo tiene a jueces especializados en crimen organizado
y en la otro a fiscales particularmente agresivos.
Estos últimos son encabezados por el fiscal de distrito,
Preet Bharara, uno de los 100 hombres más poderosos del mundo, según Time,
quien ha llevado a la cárcel a líderes de Al Qaeda o capos colombianos.
El de Bharara es uno de los distritos judiciales con
mayor número de sentencias por tráfico de drogas en todo el país —actualmente
se encuentra en sexto lugar— y ha sido sede de grandes juicios contra
organizaciones como las FARC, el ELN, el cártel de Cali, los talibanes y la
Ndrangheta italiana.
Entre los personajes que han desfilado por sus juzgados
están Mario Villanueva Madrid, ex gobernador de Quintana Roo, sentenciado a 10
años de prisión y a entregar 17 millones de dólares; Ahmed Khalfan, terrorista
de Al Qaeda, condenado a cadena perpetua, y Francisco Uribe, El Patrón,
capo colombiano sentenciado a 30 años.
En esa lista de espera de las grandes ligas judiciales de
Estados Unidos se encuentran hoy Los caballeros templarios: justo
ahí radica la demanda penal 1:09-cr-00941-JGK, con la que el Departamento de
Justicia acusa a La Tuta de numerosos delitos, como conspirar
para importar varias toneladas de cocaína y metanfetaminas a Estados Unidos,
donde La familia y los Templarios tuvieron
presencia hasta en una treintena de ciudades.
No es una sorpresa. Desde hace cinco años, Washington
dejó claro que su intención era llevarse al narco michoacano a juicio en
Manhattan. Lo hizo casi a manera de regalo presidencial: en 2009, horas antes
de que Obama visitara por primera vez México, La Tuta fue
incluido en la lista de narcotraficantes extranjeros del Departamento del
Tesoro, un catálogo en el que el gobierno estadunidense mantiene a los
criminales que por una u otra razón han entrado a su radar.
Todo apunta a que Gómez Martínez entró a la peor parte de
ese radar, la de aquellos que profesan una filosofía antiamericana. La clave
yace en los primeros cargos presentados por el Departamento de Justicia en su
contra, en octubre de 2009, cuando acusó a La Tuta de
conspirar para enviar drogas a Estados Unidos y del asesinato de 12 policías
federales en Michoacán en julio de ese año. También se le culpó de buscar
afectar directamente la seguridad nacional estadunidense.
"La familia (michoacana) es
filosóficamente opuesta a la venta de metanfetaminas a los mexicanos y, en
cambio, apoya su exportación a Estados Unidos para que la consuman los
estadunidenses", dio a conocer Bharara, al presentar los primeros cargos
formales contra La Tuta y sus compañeros en cortes de su país.
La sentencia mínima a la que se enfrentan es de 10 años. La máxima es de por
vida.
El cargo de terrorismo se sustenta en la sección 960 (a)
del título 21 del Código de Estados Unidos. Ahí se establece que "hay
jurisdicción sobre cualquier ofensa en esta sección si: 1) la actividad de
narcotráfico u ofensa terrorista viola las leyes criminales de Estados Unidos y
2) la ofensa, la actividad de narcotráfico prohibida o la ofensa terrorista
ocurren o afectan el comercio internacional o interestatal".
El estudio "Narco-Terrorismo", de John E.
Thomas, de la Universidad de Derecho Washington and Lee, da una idea de qué
tipo de ley enfrenta La Tuta, quien corre la posibilidad de ser el
primer capo mexicano en ser juzgado, no solo por vender drogas, sino por
usarlas como herramienta de terror. "La sección 960 (a) es muy sensible,
puesto que aparenta dar una importancia especial a la condena denarcoterroristas",
se expone.
"El estatuto requiere que haya un crimen de
narcotráfico y algún apoyo de terrorismo, pero el nexo entre ambos solo tiene
que ser implicado, no expresado".
Otra señal que da una idea de cómo el terrorismo puede
ser un tema en el caso de La Tuta en Nueva York —aun cuando la
extradición es un asunto todavía pendiente—es la que ofrece el perfil del juez
asignado al caso. De acuerdo con registros judiciales, se trata de John G.
Koeltl, un veterano de las cortes que ha llevado varios casos contra
terroristas.
fuente.-Milenio
fuente.-Milenio
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