A mediados de febrero pasado, Miguel Ángel Osorio, titular de Segob, declaró: “México está en los mejores niveles de seguridad en los últimos 10 años”; un mes después, Monte Alejandro Rubido García, comisionado Nacional de Seguridad lo contradijo y advirtió: “no es momento de echar las campanas al vuelo”, opinión que compartieron especialistas en materia de seguridad al señalar que “el rubro de la seguridad es una asignatura pendiente”.
Mexico,D.F 17/Mar/2015 Y es que la detención de Servando Gómez Martínez, “La Tuta” y el último de los “zetas”, Oscar Omar Treviño Morales, “El Z-42” levantó el entusiasmo de la autoridad al señalar que el crimen organizado estaba diezmado y que eran los estertores de una guerra sangrienta.
La euforia continuó con la detención de Mario Álvarez Espinosa, “El Metro”, quien fungía como jefe de las plazas de Zamora y Los Reyes, Michoacán e intentaba asumir el liderazgo de los fragmentos de las células remanentes de Los Caballeros Templarios, después que el operativo federal iniciado en 2014 desarticuló a esa organización criminal.
Luego de ellos han seguido otras, la más reciente detención en el municipio de San Pedro Garza García, Nuevo León, la de Daniel Menera Sierra, de 33 años, considerado jefe regional del grupo crimina que operaba en Coahuila.
Del lado menos optimista se escucharon versiones de que ambas detenciones eran el inicio de una guerra intestina entre cárteles en busca de sucesores, lo que daría lugar a secuestros, muertes y secuestros, es decir, más violencia.
Esta última versión es avalada por la Procuraduría General de la República al asegurar que ha disminuido 50 por ciento el número de organizaciones criminales pero la detención de líderes sólo modificó el mapa delictivo en México.
Informes de la Procuraduría General de la República obtenidos por la Jornada, a través de una solicitud reinformación Pública refieren que actualmente el Cartel de Jalisco Nueva Generación es el grupo más poderoso seguido por Los Caballeros Templarios.
En tanto el cártel de Sinaloa disminuyó su presencia de 18 a seis entidades y su poderío es comparable al de Los Zetas y al del grupo Beltrán Leyva, segúnlos datos proporcionados por el Ministerio Público Federal.
TODO BIEN: OSORIO
Durante un evento en Mérida, el pasado 12 de febrero, Osorio Chong, tras destacar las detenciones o abatimientos de importantes capos, afirmó que México está en los mejores niveles de seguridad de los
últimos 10 años.
Tales aseveraciones las fundamentó en razón de que tan sólo en 18 meses, el Gobierno Federal pudo hacer lo que no lograron sus antecesores en 12 años: detener a las principales cabezas del narcotráfico.
Su racha comenzó el 15 de julio de 2013 con la captura de Miguel Ángel Treviño Morales, “El Z-40”; prosiguió con la caída de Joaquín “El
Chapo” Guzmán, el 13 de febrero de 2014 y en menos de un mes después, el 9 de marzo sería abatido Nazario Moreno González; siguió Héctor Beltrán Leyva, el uno de octubre del mismo año y una semana después, fue capturado Vicente Carrillo Fuentes, “El Viceroy”.
Ya en este año y como si su discurso hubiera sido premonitorio, 15 días después de su mensaje se dio la captura de Servando Gómez Martínez, “La Tuta” y en menos de 72 horas caería el último de los “zetas”, Oscar Omar Treviño Morales, “El Z-42” con lo que reforzaría sus declaraciones.
No obstante, expertos en narcotráfico como Eduardo Guerrero Gutiérrez, doctor en ciencias políticas por la Universidad de Chicago y especialista en materia de seguridad y transparencia, así como Alberto Woolrich Ortiz, presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, discrepan de tales señalamientos y hacen importantes acotaciones.
Durante un evento en Mérida, el pasado 12 de febrero, Osorio Chong, tras destacar las detenciones o abatimientos de importantes capos, afirmó que México está en los mejores niveles de seguridad de los
últimos 10 años.
Tales aseveraciones las fundamentó en razón de que tan sólo en 18 meses, el Gobierno Federal pudo hacer lo que no lograron sus antecesores en 12 años: detener a las principales cabezas del narcotráfico.
Su racha comenzó el 15 de julio de 2013 con la captura de Miguel Ángel Treviño Morales, “El Z-40”; prosiguió con la caída de Joaquín “El
Chapo” Guzmán, el 13 de febrero de 2014 y en menos de un mes después, el 9 de marzo sería abatido Nazario Moreno González; siguió Héctor Beltrán Leyva, el uno de octubre del mismo año y una semana después, fue capturado Vicente Carrillo Fuentes, “El Viceroy”.
Ya en este año y como si su discurso hubiera sido premonitorio, 15 días después de su mensaje se dio la captura de Servando Gómez Martínez, “La Tuta” y en menos de 72 horas caería el último de los “zetas”, Oscar Omar Treviño Morales, “El Z-42” con lo que reforzaría sus declaraciones.
No obstante, expertos en narcotráfico como Eduardo Guerrero Gutiérrez, doctor en ciencias políticas por la Universidad de Chicago y especialista en materia de seguridad y transparencia, así como Alberto Woolrich Ortiz, presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, discrepan de tales señalamientos y hacen importantes acotaciones.
LA DETENCIÓN DE CAPOS NO ERRADICA VIOLENCIA
Respecto a las detenciones de los capos, indica Guerrero Gutiérrez, “si bien no dejan de ser importantes, no deben convertirse en versión única, ni prevaleciente del problema de la violencia en México”.
Una visión global de la inseguridad en nuestro país demanda tener presentes, para empezar, otros hechos que han ocurrido en las mismas semanas en que se daban los éxitos gubernamentales y
ejemplifica: El 6 de marzo, el diario estadounidense The New York Times publicó un reportaje sobre el ultramaratón en la Sierra Tarahumara que fue cancelado por temor a la violencia y tan sólo horas después de darse a conocer ese artículo, Jesús Manuel Pérez Montoya y Eric Fabián Paredes Valois, encuestadores del INEGI fueron “levantados” en esa misma zona y una semana después aparecieron muertos con un tiro en la cabeza.
Por lo mismo y sin desestimar el mérito de las detenciones de capos, precisa, no es exagerado decir que puede resultar más fácil detener a “La Tuta” que construir una policía honrada y efectiva en el país.
Los grandes golpes, dijo, sólo significan algo si corren paralelos a la construcción de instituciones que permitan contener al máximo los intentos de una criminalidad que buscará refugio en pequeñas poblaciones, por lo que urge que el gobierno dedique menos tiempo a cuadrar cifras que justifiquen su triunfalismo y mayor esfuerzo a combatir, en un plano general, la violencia.
Las líneas de esa estrategia eran que había que golpear a los grandes cárteles, descabezarlos, fragmentarlos en bandas de menor tamaño, que dejaran de ser una amenaza para la seguridad nacional y se convirtieran, con el tiempo, solo en un problema de seguridad pública, meta, obviamente, no lograda.
Advierte que la captura o muerte de cada capo, produce un triple efecto violento: primero, la lucha interna para ocupar el sitio del caído, luego la disputa entre los cárteles rivales para apoderarse del territorio y después las feroces embestidas de los grupos criminales hacia la sociedad para demostrar cuál es el más sanguinario y sembrar el terror en la ciudadanía.
Respecto a las detenciones de los capos, indica Guerrero Gutiérrez, “si bien no dejan de ser importantes, no deben convertirse en versión única, ni prevaleciente del problema de la violencia en México”.
Una visión global de la inseguridad en nuestro país demanda tener presentes, para empezar, otros hechos que han ocurrido en las mismas semanas en que se daban los éxitos gubernamentales y
ejemplifica: El 6 de marzo, el diario estadounidense The New York Times publicó un reportaje sobre el ultramaratón en la Sierra Tarahumara que fue cancelado por temor a la violencia y tan sólo horas después de darse a conocer ese artículo, Jesús Manuel Pérez Montoya y Eric Fabián Paredes Valois, encuestadores del INEGI fueron “levantados” en esa misma zona y una semana después aparecieron muertos con un tiro en la cabeza.
Por lo mismo y sin desestimar el mérito de las detenciones de capos, precisa, no es exagerado decir que puede resultar más fácil detener a “La Tuta” que construir una policía honrada y efectiva en el país.
Los grandes golpes, dijo, sólo significan algo si corren paralelos a la construcción de instituciones que permitan contener al máximo los intentos de una criminalidad que buscará refugio en pequeñas poblaciones, por lo que urge que el gobierno dedique menos tiempo a cuadrar cifras que justifiquen su triunfalismo y mayor esfuerzo a combatir, en un plano general, la violencia.
Las líneas de esa estrategia eran que había que golpear a los grandes cárteles, descabezarlos, fragmentarlos en bandas de menor tamaño, que dejaran de ser una amenaza para la seguridad nacional y se convirtieran, con el tiempo, solo en un problema de seguridad pública, meta, obviamente, no lograda.
Advierte que la captura o muerte de cada capo, produce un triple efecto violento: primero, la lucha interna para ocupar el sitio del caído, luego la disputa entre los cárteles rivales para apoderarse del territorio y después las feroces embestidas de los grupos criminales hacia la sociedad para demostrar cuál es el más sanguinario y sembrar el terror en la ciudadanía.
Fuente.-Huellas/JoseSanchezLopez
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