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jueves, 5 de junio de 2025

“BIENVENIDOS al POZO ?”: “DONDE la AUTORIDAD es INEFICIENTE y el DESORDEN se VOLVIO LEY”…esa que alimenta el caos y consume Sinaloenses


Un episodio más de la ola violenta que azota a Sinaloa se registró la madrugada y la mañana de ayer miércoles, correspondiendo la ubicación a poblados de la sindicatura de Imala, en el nororiente de Culiacán.

Aunque no se reportaron víctimas, en un recorrido realizado se observaron casquillos desde el arco de bienvenida de la comunidad de El Pozo, así como una finca completamente baleada y una camioneta blindada quemada en la comunidad de Mezquitita.

Los primeros reportes de los hechos los publicaron vía redes sociales los propios habitantes de los poblados de La Noria, Mezquitita y El Pozo, de la sindicatura de Imala, al sur de Culiacán, alertando del ingreso de civiles armados durante la madrugada del miércoles.

De acuerdo con testimonios de vecinos, varias camionetas con hombres portando armas largas irrumpieron en las comunidades en medio de intensas ráfagas que se prolongaron por varios minutos, generando alarma entre los residentes, quienes buscaron refugio ante la incertidumbre.

“Bienvenidos al pozo”

En la entrada, el letrero da la bienvenida, pero en el fondo del valle, donde la tierra es fértil y la vida debería brotar, se abre el pozo: profundo, oscuro, insondable. No es un pozo de agua, sino de ecos; cada detonación, cada ráfaga que atraviesa la madrugada, resuena en las paredes invisibles de este abismo que se traga la calma y devuelve sólo silencio y miedo.

La madrugada fue larga en El Pozo y Mezquitita. No hubo canto de gallos, sólo el zumbido de los motores y el estruendo de armas largas. Los casquillos, de todos los calibres, tapizaron la carretera estatal como semillas de un árbol que no da sombra, sólo amenaza. 

Una camioneta blindada, blanca, ardió hasta quedar irreconocible, testigo calcinado de una guerra sin nombre, con partes oficiales que no hacen mas que glorificar fracasos, en medio las cicatrices profundas en las fachadas y en la memoria de los que ahí viven.

Las casas, amarillas, de puertas y ventanas destrozadas, son la piel de un pueblo que aprende a sobrevivir bajo fuego cruzado. Los habitantes se resguardan, pero el miedo se cuela por las rendijas, se sienta a la mesa, se acuesta en la cama. Nadie sabe quién disparó primero, ni por qué. Sólo saben que el pozo, una vez más, se tragó la noche y devolvió el día con olor a pólvora y a incertidumbre.

Arriba, tres avionetas de la Fuerza Aérea vigilan, pero la vigilancia no es protección, es sólo constancia de que el pozo existe, de que hay quienes miran desde lejos, sin bajar nunca la cubeta para sacar respuestas. El operativo militar, el despliegue de la Guardia Nacional, son la tapa provisional de un pozo que nunca se sella, porque la violencia aquí no es noticia: es rutina, es paisaje, es el agua amarga que todos beben, aunque nadie la pida.

El mensaje, cifrado en los casquillos y en los muros perforados, es claro para quien quiera leerlo: en Sinaloa, y en Culiacán en particular, la bienvenida es al pozo. Un pozo donde la ley es eco, la justicia es sombra y la vida, a veces, sólo un rumor que se apaga antes del amanecer.

Bienvenidos al pozo. Aquí, la profundidad no se mide en metros, sino en miedo.

Con informacion: NOROESTE/

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