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lunes, 30 de junio de 2025

“CARTEL de SINALOA le DIO GUSTO al DEDO para MASACRAR GASOLINERA en ELOTA y TODO es PURA CAUSALIDAD”…cada bala le dice a la autoridad donde apuntar.


La madrugada de este lunes en La Cruz de Elota, Sinaloa, la violencia dejó una huella indeleble sobre el concreto y el ánimo de la ciudad. La gasolinera, situada en el kilómetro 2 de la carretera estatal La Cruz–México 15, sobre el bulevar Luis Donaldo Colosio, quedó marcada como un cuerpo herido en pleno corazón del municipio: su fachada, antes inofensiva, ahora luce centenares de impactos de bala de alto calibre, ventanas rotas y muros agrietados, como si la metralla hubiera querido escribir en su superficie la historia de una noche de terror.

El ataque no fue un simple episodio aislado. Vecinos reportaron ráfagas incesantes, luces parpadeantes y humo, mientras los agresores, desplazándose en varios vehículos, disparaban sin distinción, extendiendo el eco de la violencia por calles y viviendas cercanas. 

Al amanecer, la estación de servicio era un escenario de guerra: bombas de combustible destrozadas, mangueras chamuscadas y cientos de casquillos percutidos esparcidos en el asfalto, testigos mudos de la brutalidad desatada.

La gravedad de lo ocurrido en Elota no desmerece ante episodios recientes en Culiacán o Concordia. En la región, la violencia se ha vuelto una presencia cotidiana, capaz de dejar incomunicado a todo un municipio, como ocurrió esa mañana, cuando la señal de telefonía y el acceso a internet desaparecieron, aislando aún más a la población en medio del miedo. 

Elota, en su paso obligado entre Culiacán y Mazatlán, se convirtió en un símbolo de la vulnerabilidad de Sinaloa, tan lastimada como cualquiera de sus ciudades más golpeadas por la violencia.

Las autoridades, mientras tanto, desplegaron operativos y acordonaron la zona, recogiendo casquillos y fotografiando impactos, intentando reconstruir la verdad detrás de la masacre. Pero la herida permanece abierta, visible en el concreto perforado y en la memoria de quienes, esa noche, escucharon cómo la violencia se ensañaba con su pueblo. 

Elota, como Culiacán, como Sinaloa entera, sangra en cada muro baleado, en cada silencio impuesto por el miedo, en cada mañana donde la normalidad parece un recuerdo lejano.

Con informacion: ELNORTE/

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