La resolución del caso de los migrantes secuestrados en Tamaulipas, que al final eran 32 y no 31, ha generado muchas dudas, que apuntan a la narrativa desplegada por el Gobierno, y también a las decisiones del grupo de captores, vinculado de alguna u otra manera al Cartel del Golfo. El vocero de la presidencia y la secretaria de Gobernación informaron del “rescate” de los migrantes este miércoles, consecuencia, dijeron, de los esfuerzos del aparato de seguridad estatal y federal. Pero enseguida empezaron los rumores.
No había tal rescate, sus captores los habían liberado en el estacionamiento de un centro comercial, en el municipio de Río Bravo, entre Reynosa y Matamoros.
Ayere jueves, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha reconocido que, efectivamente, fue una liberación.
El desenlace del secuestro interpela al propio Estado, del nivel local al federal, pasando por el estatal, y cuestiona la gobernabilidad de la frontera noreste, inmersa en una interminable batalla entre grupos criminales. En los últimos meses, las denuncias de activistas y religiosos por el secuestro de migrantes en la zona han sido constantes. Además, los enfrentamientos en la carretera que comunica el tristemente célebre municipio de San Fernando con la frontera, Reynosa y Matamoros, no han dado tregua a vecinos y viajeros. Allí mismo, en julio, criminales atacaron a balazos la camioneta en que se desplazaba el secretario de Gobierno del Estado, Héctor Villegas, que antes fue presidente municipal de Río Bravo.
La explicación de que la presión de las fuerzas de seguridad habría forzado la rendición de los secuestradores parece lógica. Vista la vida en la frontera noreste, la aparente tranquilidad con la que criminales hacen y deshacen, la realidad podría haber sido, sin embargo, algo más compleja.
Varios detalles alimentan esta idea. Primero, que no hay detenidos por el secuestro. Y segundo, que hay precedentes parecidos en que el caso se resolvía sin detenidos, cuando se instalaba un par de días seguidos en la agenda de la prensa nacional.
El más evidente es el del secuestro de cuatro ciudadanos norteamericanos en marzo de 2023, en Matamoros, ciudad a la que se dirigían los migrantes secuestrados este enero, previo cruce a Estados Unidos, donde al parecer tenían una cita con autoridades migratorias.
El caso de los estadounidenses fue muy sonado, principalmente por los vídeos de su abducción, realizada a plena luz del día, después de que el grupo criminal responsable los atacara a balazos. Dos de los cuatro murieron por los balazos, pero los criminales se llevaron sus cuerpos, que aparecieron junto a los supervivientes cuatro días más tarde, en una caseta a las afueras de la ciudad, lugar que las autoridades ya habían visitado días antes.
La aparición de los estadounidenses ocurrió, como ahora, por voluntad de los secuestradores que, según reveló en abril The Washington Post, apuntaron a los cuatro estadounidenses “en represalia por un supuesto incidente de atropello y fuga”.
Ahora la situación ha sido distinta. López Obrador ha informado de que el secuestro de los 32 tenía una finalidad extorsiva, es decir, que los captores pensaban exigir dinero a las familias de los secuestrados a cambio de su liberación.
El paralelismo es más profundo y trasciende a la liberación voluntaria de los cautivos y la región en que ocurrieron ambos eventos, cuya criminalidad gestiona, con diversos grados de apoyo institucional, el Cartel del Golfo.
En el caso de marzo del año pasado, el grupo criminal fue más allá en su rendición y entregó a los presuntos autores del asesinato de dos de los cuatro estadounidenses y el secuestro de los otros dos. Una mañana, cinco hombres aparecieron maniatados junto a una plaza de Matamoros. Además, el Cartel del Golfo colocó un mensaje junto a ellos, pidiendo perdón por el evento.
La ausencia de víctimas mortales en el caso de los 32 migrantes liberados, entre los que figuran venezolanos, hondureños, ecuatorianos, colombianos y mexicanos, como informó el Gobierno el miércoles, invita a pensar en un final distinto. López Obrador ha dicho que las autoridades del Estado de Tamaulipas investigan el asunto, afirmación habitual en situación de medio y alto perfil.
Pese a ello, es difícil que algo ocurra. Podría ser que mañana o pasado aparezca un grupo de hombres maniatados en una plaza de Río Bravo, junto a un mensaje, como en el caso de los estadounidenses. Ocurra eso o no, es difícil que la la verdad acabe por revelarse.
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