El periodista argentino Roberto Herrscher, referente del nuevo periodismo latinoamericano, considera que con la violencia que se vive en México los periodistas corren el riesgo de perder la conciencia y acostumbrarse “a que a los colegas los maten y los silencien”.
“El peligro que yo veo es que los periodistas de México, después de tanta violencia, pierdan las ganas. Quizá algo peor, que pierdan la conciencia, que abandonen los faros y aspiren únicamente al periodismo de las mentiras e irrelevancias de las redes sociales, que nos acostumbremos a que a los colegas los maten y los silencien”, dice.
En entrevista con EL UNIVERSAL, señala que los periodistas no pueden sólo dejarse llevar por los likes, sino que el oficio exige especialización y calidad.
“Si uno se deja de llevar por los likes, va encontrar que la mayoría de esos periodistas son vendidos o ignorantes, en el mar de internet eso es lo que abunda, pero también si uno busca bien siempre puede encontrar al que verdaderamente sabe; esa es la dualidad, por eso el periodismo de ahora exige la especialización y la calidad”, afirma.
Indiferencia ante la violencia
Roberto Herrscher lamenta que en México exista tanta indiferencia de los reporteros sobre lo que le pasa a otros reporteros.
Cree que es posible que la violencia en México haya deshumanizado al oficio, y puntualiza alarmado que Reporteros sin Fronteras ubique a México por detrás de Afganistán o Siria, que son países con guerra civil declarada, como un lugar con más asesinatos y desde otros países pareciera que es algo permitido.
La prensa tiene mala prensa y siempre los distintos poderes han atacado al periodismo, pero la función del periodista es tan grande que al mismo tiempo es tan fácil atacarlo poniendo énfasis en los malos periodistas, señala.
Para él, el fenómeno de los periodistas que se unieron al poder en tiempos de narcotráfico o corrupción en México se parece a lo que pasó en Argentina y se descubrió en los juicios a los militares.
Cuenta que, durante la dictadura en Argentina, los médicos ayudaban a los torturadores reviviendo a las personas para seguir torturándolas, retrasándoles la muerte a cambio de dinero.
Herrscher considera que éste es el mejor símil del periodista vendido que se niega a contar la guerra, que se niega a contar la verdad y sólo dice lo que le pagan los corruptos para mentir, y cree que su papel es la cercanía con el poder.
“Para entender la violencia de México o de América, el periodista no puede permitirse la superficialidad. No existe el periodismo duro o el periodismo blando, existe el buen o mal periodismo; existe el periodismo con una marcada tendencia de sumisión al poder y el periodismo al que le importa la vida humana; el que se niega a creer que ellos ganan, llámense empresarios, políticos, gobiernos; el que se niega a rendirse frente al miedo y la autocensura”, asegura Herrscher.
Comunicadores a partir de la guerra
Herrscher aprendió que el periodismo es una manera de entender el mundo en la que no debería haber espacio para las malas personas, porque eso hace miserable al que Gabriel García Márquez calificaba como “el mejor oficio del mundo”.
Charla con este diario sobre su visión del mundo, donde a través de los relatos se construyen las ideas, y confiesa que a veces el mal periodismo “no es más que un océano de extensión y un centímetro de profundidad”.
Relata que se hizo periodista por la guerra en Las Malvinas, pero también para no volver a romperse después de ver a británicos y argentinos escupir bombas que mataban a sus amigos cuando él tenía 19 años.
Cree que el periodismo mexicano padece un mal que azota también a Chile, país donde vive desde hace varios años y donde es profesor universitario: “Es el mal del periodismo, que cree que lo moderno en el oficio se trata de un instante para generar el rating que ya no se le exige a las televisiones.
“El periodismo de datos es necesario, pero estoy en contra de esos que minimizan la belleza de un texto, que creen que no es necesario porque enseñan solamente el periodismo de datos como si sólo lo suyo es lo más importante, pero el periodismo de datos puede aprenderse, el talento es algo que viene contigo desde el nacimiento”, predica.
Considera necesario hablar del sufrimiento de las víctimas, sobre todo en un país como México, donde los datos muestran los crímenes de los victimarios, pero la prensa históricamente se ha negado a darles rostro a los que siempre debieron ser los protagonistas.
“Sin datos, mi crónica es imaginación, pero sin la belleza puede ser un texto sobre pobreza escrita por ricos para que nadie entienda qué es vivir al límite. El periodista tiene que hablar sobre la humillación y es algo que no te dan los datos; escribir sobre el narco o el feminicidio son cosas que no se entienden con números, es necesario humanizar para entender”. explica.
Herrscher considera que es la agenda política y cómo se aborda lo que ha impedido que a las personas les importe nuestro oficio.
“El dato relevante requiere conocimiento, repetir los datos que te da el poder es fácil, llenar los diarios de ruedas de prensa es fácil, poner como importante lo que dice el ministro o el empresario es el gran engaño, por eso la sociedad ha juzgado nuestra profesión como un oficio de serviles, la gente sabe que por décadas el mal periodismo no ha querido hacerle al poder las preguntas que no quiere que se le hagan”.
Sus palabras, además de su postura, lo definen: ha llevado este discurso como una forma de vida a la Universidad de Columbia y durante su posgrado en el Instituto para el Desarrollo de Periodismo Internacional de Berlín (IIJB), luego de haber abandonado Argentina por la vieja dictadura y vivido en Barcelona por muchos años.
“Debemos aspirar a que la sociedad deje de vernos como viles e intrascendentes. Mi miedo mayor es que tengan razón, porque nos hemos dedicado a contar estupideces y a dar noticias en lugar de descubrir al poder”, expone el periodista.
Roberto Herrscher habla con la voz de quien nunca ha dejado de ser un combatiente, nacido en la dictadura argentina, un país que, considera, quiso cambiarlo todo a través de golpes de Estado y acabó desapareciendo familias.
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