Es la foto del sexenio, la imagen que retrata al Gobierno actual. Todos parados en fila, algunos vestidos de verde, dedos en la frente, saludando y premiando a Salvador Cienfuegos, el ex secretario de la Defensa Nacional. Nuestra clase política, junto a los de botas y casaca, disciplinada, displicente y eso incluye a López Obrador.
El Presidente que prometió regresar al Ejército a los cuarteles, pero "cambió de opinión". El hombre que se dice de izquierda devolviéndole a las Fuerzas Armadas lo que un pacto post-revolucionario les había quitado.
AMLO vive enamorado de las Fuerzas Armadas, eternamente agradecido por todo lo que han hecho para él. Cienfuegos y AMLO, en la calle codo a codo, mucho más que dos.
Detrás de la imagen "Premiemos a Cienfuegos" queda claro quién manda en México. Detrás de la exaltación del General arrestado por presuntos vínculos con el narcotráfico, se asoma la verdadera correlación de fuerzas en el País.
Es una demostración del poder del Ejército, un triunfo personal del General incómodo, y constata que AMLO sacrificará la verdad en Ayotzinapa con tal de mantener contentos a sus amados aliados. Cada vez que las Fuerzas Armadas han enfrentado una acusación; cada vez que ha surgido una nueva revelación -de espionaje o corrupción o ejecución extrajudicial-, el Presidente viola todo principio y regla democrática para complacerlas.
Hoy que está de moda encarar privilegios y desmantelar fideicomisos vale la pena fijarse en los intocables, los caros concubinos. Como ha documentado Juan Ortiz, los fideicomisos militares aumentaron mil 770 por ciento en el Gobierno actual. Crecieron de 5 mil 300 millones de pesos en 2018, a 99 mil 426 millones de pesos en 2023.
Pero dentro de la 4T nadie critica, nadie cuestiona, nadie denuncia lo que antes habría detestado. El militarismo avanza sin freno y sin vigilancia, sin límites y sin controles. Hoy las Fuerzas Armadas que no fueron electas, actúan como quieren, sin rendirle cuentas a nadie, incluyendo a AMLO a quien le han colocado una correa verde en el cuello.
Operan en la más absoluta opacidad y logran que el Presidente les entregue premios, les otorgue concesiones, les pida perdón por la postura crítica que asumió inicialmente cuando Cienfuegos fue detenido. Y para expiar su culpa presionó para lograr su devolución y exoneración.
Recordemos el sainete para salvarle el pellejo al General, cuyo nombre aparece en investigación tras investigación. Marcelo Ebrard emprendió una operación deshonrosa en nombre de López Obrador, en la cual quizás chantajeó al procurador estadounidense William Barr, sugiriendo que México dejaría de colaborar con la DEA en temas de seguridad. O quizás ofreció algo a cambio. No insistió en la inocencia del General, sino en cómo su detención ponía en riesgo la colaboración entre los dos países.
Así lo reconoció el fiscal neoyorquino DuCharme, quien defendió la solidez del caso armado contra Cienfuegos, pero se vio obligado a retirar los cargos por "temas sensibles" en la relación bilateral. Trump regresó a Cienfuegos en bandeja de plata, echándose encima un pleito con la DEA y otras agencias de seguridad estadounidenses. En menos de un mes, Estados Unidos detuvo y luego insólitamente regresó a un hombre que pasó más de un año vigilando.
Richard Ensor, el entonces corresponsal de The Economist resumió lo ocurrido así: "Estados Unidos confió tan poco en México que pasó 14 meses investigando a Cienfuegos sin comunicárselo al Gobierno mexicano. Ahora Estados Unidos dice que confía tanto en el Gobierno de AMLO, que México debe llevar la investigación. Totales mentiras". El General llegó sin cargos, se fue directo a su casa, resultó exculpado por la "autónoma" Fiscalía de Alejandro Gertz y nadie sabe qué pasó con la carpeta de investigación que lo redime.
Lo que sí sabemos es que Cienfuegos jamás permitió que miembros del GIEI entrevistaran al Batallón 27 en Ayotzinapa. Lo que sí entendemos es que presionó para armar una campaña de descrédito en contra del grupo investigador, y obligó a que saliera del País.
Lo que sí conocemos es la protección de la cual goza, y proviene directamente de Palacio Nacional. Poco importan los 43 si de salvar al número 1 se trata. En el corazón de AMLO no hay lugar para las víctimas, pero sí para los victimarios. El Presidente ya no es un líder libre. Está aprisionado por sus amarres perros.
Fuente.-opinion@elnorte.com/ Denisse Dreser/
ElNorte
Buen reportaje 👍
ResponderBorrarMALO 🤡 tragándose su orgullo y su dignidad. Normal MALO 🤡 agachándose ante los militares.