El multimillonario líder del Cártel de Sinaloa, Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán se molestó cuando fue obligado a desembolsar $500,000 dólares por un par de calzoncillos largos para su hijo Iván, quien se encontraba tras las rejas.
La ropa térmica estaba destinada para su hijo, Iván Guzmán Salazar, quien cumplía una condena de tres años por lavado de dinero en la prisión de máxima seguridad de La Palma, donde su propio padre había estado encarcelado a principios de los años noventa.
En el invierno entre 2007 y 2008, la celda de Iván estaba tan fría que pidió a través de varios intermediarios en un canal de corrupción, que su padre Joaquín Guzmán Loera le enviara la ropa térmica interior.
Iván ya había confiado en su padre en el pasado.
En 2005, cuando fue detenido junto a otras tres personas y acusado de doble homicidio en el estado de Jalisco, solo enfrentó acusaciones de lavado de dinero “gracias a los abogados contratados por El Chapo”, escribió la periodista mexicana Anabel Hernández en su nuevo libro “Emma y las otras mujeres del narco”, publicado por Editorial Grijalbo.
Unos años más tarde, cuando Iván necesitaba calentarse en prisión, El Chapo le pidió a uno de sus lugartenientes, Édgar “la Barbie” Valdez Villarreal, que averiguara a quién tenía que sobornar en la prisión de máxima seguridad para enviarle a su hijo la ropa térmica.
“Con una llamada telefónica, uno de sus sicarios encontró a la persona adecuada”, escribió Hernández. “Un guardia de la prisión podría llevarle la ropa a su hijo”.
El guardia cobró $100,000 dólares por el favor, pero por codicia, los dos militares que habían hecho el contacto decidieron pedirle al Chapo cinco veces la cantidad solicitada.
Se ofrecieron a incluir a Barbie en el trato, pero “porque él sabía con quién estaba tratando”, Valdez Villarreal rechazó la oferta, según Hernández.
El Chapo pagó completo los $500,000 dólares a cambio de un par de camisetas y ropa interior térmica, pero luego comenzó a investigar.
Cuando la Barbie le contó lo que habían hecho los soldados, el líder de Sinaloa envió un escuadrón de sicarios.
Los dos hombres fueron torturados y asesinados, sus cuerpos descuartizados y dejados en las afueras del aeropuerto internacional de la Ciudad de México, según Hernández.
Unos meses después, Iván fue liberado, pero otro hijo, Édgar Guzmán López, fue asesinado a tiros bajo una lluvia de balas.
El golpe fue ordenado por el propio El Chapo en lo que resultó ser un caso de identidad equivocada, pero en esta ocasión, El Chapo fue misericordioso. “Perdonó a los sicarios y no hubo represalias”, escribe Hernández. “El delito de que le cobraran $500,000 dólares por la ropa interior larga era mucho más grave que el asesinato de su hijo”.
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