“Nos levantaron a mí y a tres compañeros del trabajo policías del Estado de México sin orden de aprehensión ni nada. Nos acusaron de haber robado la camioneta en la que viajábamos que era de la empresa constructora para la que laborábamos. Yo era operador de maquinaria pesada”.
El atleta originario de Sinaloa prosigue su relato: “Fuimos al Estado de México para construir una carretera y saliendo de Valle de Bravo nos topamos con un retén de policías municipales y ahí simplemente nos detuvieron; nos llevaron a un bosque y llegaron los policías estatales para que confesáramos a qué grupo mafioso pertenecíamos. Nos golpearon y tuvieron varias horas detenidos en ese cerro para después trasladarnos en helicóptero a un cuartel militar y ahí, en un sótano, nos torturaron. Lo mismo que te estamos haciendo a ti se lo haremos a tu familia vociferaban los soldados”.
Rafael mira la grabadora y prosigue: “Nos dijeron que nos iban a dar unos papeles en la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada y que si no firmábamos, nos llevarían de regreso a ese sótano para seguirnos torturando. En la Siedo nos envolvieron en una cobija para seguir golpeándonos y que no quedaran marcas. Igual que los militares me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza para asfixiarme. Llegó el momento en que les dije que les firmaba lo que quisieran. Me acusaron de robo, de delincuencia organizada y de portación de armas – que ellos mismos me sembraron- así como una supuesta cocaína que encontraron, que no era otra cosa que leche en polvo. Resultó que las armas las habían sembrado en otros casos”.
Me internaron en el penal de alta seguridad del Altiplano y ahí estuve 6 años y medio.
Fue la mamá de Rafael, Judith Valenzuela, quien desde el primer momento buscó abogados, audiencias, cruzó el país infinidad de veces e incluso se coló a la conferencia mañanera para suplicarle al presidente Andrés Manuel López Obrador que revisaran el caso de su hijo y solo así logró su liberación.
“Escribí un libro sobre todo lo que viví en la cárcel y con paciencia fui armando mis recuerdos” asegura el maestro de educación física y entrenador de box.
La tortura para autoinculparse
La historia de Rafael Méndez Valenzuela es la misma de cientos o tal vez miles de personas inocentes presas por delitos que no cometieron y hay un común denominador: la tortura para autoinculparse.
¿Qué sentido tiene torturar a un inocente para que se declare culpable de un crimen que nunca existió?
La respuesta es sencilla: las autoridades necesitan de chivos expiatorios para, con estadísticas de arrestos, ni siquiera de sentencias firmes, aparentar un éxito en lucha contra el narcotráfico y crimen organizado… cuando la realidad es otra.
Durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012) se firmó en Mérida Yucatán el 30 de junio del 2008, un acuerdo entre México, Estados Unidos y Centroamérica para combatir el narcotráfico y el crimen organizado. En ese entonces, Genaro García Luna era Secretario de Seguridad Pública y al tiempo que recibía información de todas las agencias de inteligencia norteamericanas como la DEA y la CIA para facilitarle el combate al narcotráfico (que es lo único que les interesa a los gringos) él se la vendía a las organizaciones criminales. García Luna se hizo multimillonario vendiendo protección a los cárteles. Luis Cárdenas Palomino, su gran amigo y mano derecha, se encargaba de conseguir inocentes, torturarlos hasta que se declararan culpables y presentarlos a la opinión pública como los grandes capos.
A David Orozco, comerciante de ropa en un tianguis, lo detuvieron arbitrariamente el 5 de mayo de 2009. Fue obligado a leer, frente a unas cámaras de la policía, un texto en el que se declaraba culpable de crímenes que no había cometido y afirmaba que Florence Cassez era la jefa de su banda de secuestradores. El 13 de mayo de 2009 se presentó el video. El 29 de julio siguiente Orozco lo desmintió todo en una declaración ministerial: denunció que lo dijo bajo tortura y se deslindó del video. David recibió tormentos desde que fue detenido. Cuando orinó sangre, en lugar de darle atención médica lo torturaron aún más. Murió en enero de 2015 en el penal de alta seguridad de Tepic.
Los Vallarta, encarcelados para hacerle un favor a un amigo de García Luna
“Me acostaron sobre una plancha de metal caliente en el piso de una camioneta y se sentó sobre mí un policía muy gordo. Grité que me estaba quemando. ‘¡Me vale madres!’, respondió el tipo. Cuando me levanté, dejé la piel pegada”, denunció René Vallarta Cisneros a esta reportera al tiempo que me mostró sus cicatrices. “Somos objeto de una campaña de odio, de infames mentiras y de todo tipo de falsedades. A mis sobrinos Juan Carlos y Alejandro Cortés Vallarta también los quemaron”.
El 8 de diciembre de 2005 efectivos de la entonces Agencia Federal de Investigación (AFI), por órdenes de su jefe Genaro García Luna, efectuaron un secuestro disfrazado de arresto contra Israel Vallarta y Florence Cassez para así supuestamente desbaratar una banda de secuestradores que nunca existió. A la francesa la tuvieron incomunicada en una camioneta mientras que a Israel lo torturaron brutalmente todo el día y toda la noche. Horas después presentaron en televisión en un montaje. Encarcelar a Israel fue un favor que García Luna le hizo a su amigo Eduardo Margolis Sobol; éste había peleado con Vallarta y quería darle una lección.
Alejandro Cortés Vallarta denunció a quien escribe estas líneas: “Los policías traían una línea desde el Ministerio Público para involucrar a más personas. Jamás me enseñaron la orden de aprehensión. Nos detuvieron a mí y a mi hermano Juan Carlos a las 2:30 de la tarde y nos presentaron en la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada a las 5:00 de la mañana siguiente. Yo debía declarar que Florence e Israel se dedicaban al secuestro. Siempre lo negué. Me vendaron los ojos, me desnudaron, me tiraron al piso, me amarraron las manos a la espalda y ahí empezaron cinco horas de tortura antes de presentarnos al Ministerio Público”.
Aún ahora tiembla al hablar de esto:
“Me enviaron al Cefereso 4 en Nayarit. Estuve preso seis años y nueve meses. Apenas allá me enteré de qué me acusaban: de pertenecer a una banda de secuestradores, Los Zodiaco.
Prosigue:
“El Ministerio Público me mostró un rifle y preguntó: ‘¿Lo conoces?’ Con ese me apuntó uno de los federales, respondí. Ese rifle me lo sembraron en el coche”.
Los hermanos Israel (15 años de prisión preventiva) y Mario Vallarta Cisneros, así como Sergio Cortés Vallarta, sobrino de ambos, siguen presos a pesar de haber demostrado su inocencia.
Los gringos están furiosos porque ellos le dieron entrenamiento, armas y dinero y los traicionó. Hizo negocios chuecos en la compra de armamento a sobreprecio y los defraudó con los fondos de la Iniciativa Mérida.
Luis Cárdenas Palomino, otrora director general de Investigación Policial de la AFI y posteriormente director general de Seguridad Privada de la Secretaría de Seguridad Pública, fue la mano derecha de García Luna. Según los policías que estuvieron bajo sus órdenes, es un psicópata sádico. Varios de sus otrora subalternos testificaron y narraron cómo Cárdenas Palomino disfrutaba la tortura y no perdía oportunidad para participar activamente.
Actualmente Cárdenas Palomino está en prisión preventiva en México por la tortura de la familia Vallarta (tres hermanos y tres sobrinos cuyos exámenes del Protocolo de Estambul dieron positivo). Estados Unidos lanzó una orden de aprehensión en su contra, por los mismos delitos de los que se acusa a García Luna.
La maquinaria sigue
El abogado y defensor de derechos humanos, Leonel Rivero, escribió el 5 de agosto en su columna en Desinformémonos: “El fracaso de la seguridad pública en nuestro país, ha demostrado la incapacidad del Estado para cumplir con la obligación constitucional de garantizar la seguridad pública y por lo tanto, de proteger los derechos humanos más esenciales de los gobernados tales como el derecho a la vida, a la propiedad, a la libertad y a la integridad física”.
***Artículo publicado el 08 de agosto de 2021 en la edición 967 del semanario Ríodoce.
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