Desde antaño hasta la actualidad la primera reacción humana a las terribles epidemias ha sido pánico, el temor al sufrimiento, el dolor y la muerte.
Este miedo súbito, extraordinario que oscurece la razón, ha acompañado al ser humano durante la aparición de varias epidemias; lepra, VIH/sida, ébola, tuberculosis, cólera, SARS, MERS entre otros y ahora el nuevo coronavirus que ha develado lo lejos que el mundo se encontraba de estar preparado para una pandemia pese a ser uno de los riesgos globales. Varias potencias identificaron tarde el problema y no han sabido darle respuesta como muestran las cifras diarias de contagios y defunciones. Al pánico mostrado en algunas regiones ha seguido la huida y quizá sentimientos de culpa: la enfermedad como castigo. Y como actualmente el miedo vende y se intensifica con las noticias en medios masivos de comunicación y en redes sociales, se genera zozobra social y económica dificultando la implementación integral y coordinada de medidas de contingencia fáciles y razonables.
En México no hubo una respuesta coordinada para exhortar a la ciudadanía al confinamiento voluntario. No deben olvidarse los traspiés en la línea de tiempo del gobierno federal para decretar la suspensión de clases en todos los niveles. En una desordenada orquesta de errores y de nula comunicación efectiva del gobierno transformador las clases fueron suspendidas de acuerdo al criterio de rectores y directores. Ya para el día oficial de la SEP para la suspensión total, el número de alumnos en los planteles había disminuido notablemente.
Parte importante de la ciudadanía decidió empezar cuarentena casi dos semanas antes de que la 4T y su mareado científico anunciaran que México estaba en su “última oportunidad” para frenar contagios y que sería ya “impostergable” el quedarse en casa. Todos menos el ciudadano presidente que continuaba con sus giras menospreciando las indicaciones y el protocolo de salud recomendado en todo el mundo y por su cuadro de expertos.
La hipocresía y la simulación no parecen ser la “única doctrina de los conservadores” sino que abunda en altas y medias esferas del quehacer gubernamental. En pleno contagio comunitario y en curva ascendente de decesos México figura en la lista mundial ocupando el penúltimo lugar en hacer pruebas para detección del Covid19. Sin ellas los gobiernos estatales, municipales y la federación están ciegos e imposibilitados para mapear sus contagios y delinear la estrategia para el regreso paulatino a la “nueva normalidad”. Sorprende la arrogancia y soberbia de los científicos 4T para abrir la discusión con otros expertos acerca de la aplicación de pruebas, cifras, modelos y prospectiva para evitar la subestimación de esta pandemia que alertan, tendrá una segunda ola de contagios.
El presidente López Obrador debe encabezar la narrativa de la urgente aplicación de pruebas. Dejar a un lado su creciente fobia contra cualquiera que no comulgue con sus ideas. La crisis post Covid-19 será de magnitudes insospechadas y el exhorto a un periodo extraordinario de sesiones exhibe nuevamente sus formas que dicen todo del fondo. Si México desea salir airoso de esta batalla, el gobierno de la transformación tiene que realizarle pruebas masivas a la población como base para el resto de sus estrategias.
Hay que basar las decisiones en ciencia. El tiempo apremia.
fuente.-Twitter: @GomezZalce/
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