Entre las cosas que ha dejado la guerra contra el narcotráfico una fue el nacimiento de Los Zetas y otra la conversión de Tamaulipas en un Estado fallido. Ambos ejemplos son analizados a fondo por el periodista de la revista Proceso, Juan Alberto Cedillo, en su libro Las guerras ocultas del narco (Grijalbo).
“A pesar de que Enrique Peña Nieto y Osorio Chong fueron ahí para replantear la estrategia contra el crimen organizado, la región sigue igual”, asegura el reportero en entrevista con Aristegui Noticias.
Para Cedillo el tipo de guerra que enfrentamos en México es irregular. A veces sube y a veces baja de intensidad. Se mueve de un lado a otro. Puede incendiarse Nuevo Laredo y después no sucede nada en meses. “En Nuevo León se acaban de reactivar los ataques a bares. Desgraciadamente los periodos de calma nos hacen creer que no pasa nada, sin embargo por abajo del agua ocurren muchas cosas. Actualmente las principales expresiones de la violencia son: el cobro de piso; un tipo de secuestro exprés que Los Zetas pusieron de moda; la venta de gasolina a gran escala; el narcomenudeo; y los delitos del fuero común cometidos por grupos como criminales”.
En su investigación, analiza el caso de Los Zetas, grupo formado por exmilitares bien entrenados que se pasaron al bando criminal. “Venían de un modelo impulsado por Estados Unidos que cuestionaba las filtraciones en la Policía Judicial Federal. En aquella época el Ejército era más fiable y no estaba en las calles, por eso decidieron meter a elementos de las fuerzas armadas disfrazados de civiles”.
Consecuencia de estos acuerdos firmados en 1997, se crearon tres grupos que se infiltraron en la Policía Judicial Federal. La mayoría eran cabos y elementos de infantería. A principios de ese año llegaron a Reynosa los grupos X, Y y Z.
“Tenían una clave de identificación militar y estaban bajo el mando de Ricardo Martínez Perea. En cuestión de meses los narcos lo cooptaron y pronto metieron el desorden entre los cárteles. Hasta entonces el Cartel del Golfo y el de Sinaloa eran relativamente pequeños. Se centraban en el tráfico de drogas a Estados Unidos. La mercancía no se quedaba en México”, recuerda Juan Alberto Cedillo.
Así nacieron Los Zetas. “Paramilitarizaron los cárteles, ampliaron el negocio y empezaron con la venta de gasolina a gran escala. Se independizaron y buscaron tomar todas las plazas. Combatieron a la Familia Michoacana y al Cártel del Golfo. Llegaron a tener quinientos sicarios actuando en Monterrey”.
Narcoinsurgencia
El grupo criminal ingresó a negocios que no funcionaron como se esperaba. Tras algunas traiciones y debilitamientos, Los Zetas se autodestruyeron y surgió una organización más pequeña llamada Cartel del Noreste. Para entonces, el modelo de negocio y estructura implementado por Los Zetas se replicó. “Al dividirse, muchos se fueron por la libre. A su vez el descabezamiento promovido por la DEA impulsó la delincuencia común con pandillas conocidas como Zetas piratas o Zetas similares -así les decía la policía de Nuevo León-, porque vieron que la marca les generaba impunidad”.
Su forma de operar fue retomada por diversas células delictivas a lo largo de todo el país. “Es lo que llamo narcoinsurgencia. Son jóvenes a quienes la sociedad no les dio la oportunidad y quieren tomar parte de la riqueza nacional con secuestros. Son delincuentes de poca monta que descubrieron la conveniencia de secuestrar a gente de pocos recursos. Aprendieron que plagiar a un rico implica más riesgo”.
El periodista explica que grupos con estas características tomaron desde hace al menos cinco años Chalco, Iztapalapa, Tláhuac, la delegación Gustavo A. Madero y Neza, en la ciudad de México. “Grupos como la Unión de Tepito ya no venden droga a Estados Unidos ganan terreno cobrando piso”.
Diagnóstico incorrecto
Juan Alberto Cedillo advierte que vienen tiempos difíciles para la capital del país. Ni la prensa nacional, ni las autoridades han sabido medir el impacto de lo que sucede en provincia. “Aquí la clase política tiene otras prioridades. Alfonso Durazo, Olga Sánchez Cordero y Andrés Manuel López Obrador tienen un diagnóstico muy perdido sobre cómo se está generando la violencia. Su discurso de pacificación expresado en los foros y que parte del perdón y la reconciliación está bien en Colombia, pero no en México”.
Crítico de los Foros de Pacificación realizados por el equipo del próximo presidente de México, argumenta que la gente exige justicia, no perdón. “Ellos en cambio, siguen en la dinámica de que la violencia es responsabilidad de los grandes capos. En el libro cuento que el dinero no lo meten en el sistema bancario, sino en carros. Su preocupación es cómo gastárselo. El próximo gobierno tiene una idea equivocada, por eso no encuentra la medicina adecuada. Los foros no están sirviendo. Mireles salió corriendo. No tengo duda de que quieran pacificar al país, el problema es que no saben cómo hacerlo”.
“Las cifras que muertes que aporta el INEGI ya no son solo por las balaceras -añade. Cuando eliminaron a Los Zetas, en el noreste hubo un debate entre los propios grupos criminales. Algunos proponían volver a la vieja escuela y retomar el negocio de venderle drogas a los Estados Unidos, pero sin meterse con la población. De hecho, El Chapoentró en guerra con Los Zetas por eso. La estrategia de combatir a los grandes grupos no funciona porque la descomposición social es enorme. Necesitas una acción policiaca de corto plazo. Obviamente ayudan la reconstrucción del tejido social y el combate a la pobreza. Recordemos que el Tratado de Libre Comercio nos convertimos en uno de los países con salarios más bajos. Aquí se paga peor que en Haití”.
El pronóstico de Cedillo advierte que al menos se necesitan cinco años para que bajen los índices de inseguridad. “El Ejército debe estar en las calles, pero sin uniforme. Los halcones neutralizan cualquier operativo militar, para eso los tienen. Claro, que para eso necesitas que el Ejército no esté infiltrado, ese fue el problema con que se topó Calderón al declararle la guerra al narco”.
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