Son dos
Borges. El de Miami y el de Cuautla. El que no se escondía y el que está
recluido. El que ostentaba los lujos que le regaló su sexenio de poder absoluto
y el que tiene que enfrentar el destino de las acusaciones de multimillonaria
corrupción en su contra.
El que cargaba a sus tarjetas de crédito los mejores
restaurantes y antros de Miami, y el que tiene que adecuarse a vivir en una
celda.
Hoy
en estas "Historias de Reportero" presento dos fotografías de un
mismo personaje. Son imágenes inéditas.
En
la primera, Roberto Borge aparece luciendo un reloj de máximo lujo. Un Richard
Mille de carbón y oro rosado, edición especial Lotus. En internet lo cotizan en
250 mil dólares. Casi 5 millones de pesos en la muñeca. Borge está en Miami.
Acaba de dejar la gubernatura. Perdió la elección frente a la alianza PAN-PRD
que llevó al ex priísta Carlos Joaquín González. Quizá está arrepentido de no
haberlo hecho su candidato y haberse empecinado en Mauricio Góngora. Lo
persiguen las denuncias de corrupción. En México se sabe de sus lujos, de sus
viajes, de las invasiones de terrenos y propiedades para quedarse con ellas, de
su aerolínea, de su naviera... pero él está tan campante. Y despacha sin pudor
en Florida, hasta donde lo siguieron autoridades mexicanas en coordinación con
el gobierno de Estados Unidos, y le tomaron estas fotografías. Lo traían
vigilado, sin que se diera cuenta, en espera de armarle el expediente y poder
procesarlo. Se sabe que Borge dejó Miami y se refugió en Panamá, donde se daba
también una vida de grandes lujos en la Torre Trump. Y ahí fue detenido.
La
segunda imagen retrata una realidad muy distante. Es la primera fotografía que
se revela de Borge tras las rejas en México, después de un largo proceso de
extradición que demoró más de medio año y que concluyó finalmente la semana
pasada. La fotografía muestra al ex mandatario priísta dentro de la celda en la
que duerme desde el viernes, en el penal Centro Federal de Rehabilitación
Psicosocial (Ceferepsi) en Cuautla, Morelos, que es a donde suelen mandar a los
políticos en desgracia. El catre está desordenado, él lleva una playera azul,
se le ve flaco y demacrado tras los barrotes. Algunos enseres de aseo personal
se alcanzan a apreciar en el fondo. Desde esta atmósfera enfrenta las
acusaciones de lavado de dinero a nivel federal, y de peculado, aprovechamiento
ilícito del poder y desempeño irregular de la función pública a nivel estatal.
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Fuente.-Carlos Loret/
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