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Es un secreto a voces que el general secretario Salvador Cienfuegos Zepeda no despacha en la Ciudad de México; lo hace, desde hace dos semanas, en las instalaciones de la III Región Militar en Culiacán, Sinaloa.
Ahí, en directo, supervisa cada paso de la contraofensiva militar para cazar a los asesinos de los cinco soldados atacados la madrugada del 30 de septiembre cuando escoltaban una ambulancia con un civil herido que resultó ser uno de los operadores del cártel de Sinaloa.
En opinión de mandos militares consultados por Estado Mayor, la respuesta del Ejército ha sido contundente, tal y como la anunció el general Cienfuegos, a tal grado que le estructura medular del cártel de Sinaloa se siente y está cercado por más de mil quinientos soldados, marinos y policías federales desplegados en Culiacán desde el día de la emboscada.
Diversas fuentes coinciden en que el despliegue militar, la cacería de sicarios ordenada por el general Cienfuegos está dando los resultados de fondo que el alto mando y sobre todo sus soldados, esperaban.
La llegada del grupo operativo de Fuerzas Federales del Alto Mando y el despliegue de tres batallones en Culiacán y en la sierra sinaloense –teniendo como objetivo estratégico la zona de control del cártel de Sinaloa–, además de dos compañías de la Infantería de Marina y otras unidades especiales de la Policía Federal.
Hay que recordar un dato fundamental que detonó la cacería de los atacantes de los militares: las declaraciones del comandante de la III RM, el general Alfonso Duarte Mújica, quien dijo a reporteros locales que los responsables del ataque habrían sido los hijos de Joaquín Guzmán Loera.
El general no dio más detalles para sustentar su declaración ni aportó alguna prueba de lo que dijo. La Sedena no desmintió o corrigió lo dicho por el general Duarte y mucho menos hubo alguna corrección o aclaración por parte del general secretario Cienfuegos durante la ceremonia luctuosa que encabezó en Culiacán.
El alto mando reaccionó con furia ante la masacre de sus soldados y dijo que irían con todo contra los asesinos. Horas después de esa declaración, una cuenta de twitter a nombre de Iván Archivaldo Guzmán respondía que también los responderían con todo.
Luego, el más reciente abogado de los Guzmán, el penalista José Refugio Rodríguez, salió a negar la supuesta responsabilidad de los hijos de su defendido en el ataque a militares y más tarde agregó que la cuenta de twitter de Iván Archivaldo era falsa.
Los hijos del Chapo Guzmán enviaron al periodista Carlos Loret una carta en la que se deslindan del ataque al convoy que transportaba a Oscar Ortíz, El Kevin, un operador del cártel de Sinaloa herido de gravedad en un tiroteo entre bandas rivales en la zona serrana de Bacacoragua.
En ella, Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar aseguran: “nunca hemos peleado contra el gobierno ni queremos hacerlo; eso sería cavar nuestra propia tumba, sabemos en carne propia la aplicación del alto nivel de inteligencia que puede ser ejercido por el estado mexicano, a través de las fuerzas armadas, ya que sin el uso de esta inteligencia no hubiera sido posible la detención de nuestro padre”.
También rechazan “tajantemente el haber participado u haber ordenado el ataque, con la aparante (sic) finalidad de rescatar a un persona que ni conocemos, ni nos une un lazo de sangre (en su momento, no lo hicimos por nuestro padre, menos arriesgaríamos nuestra integridad y tranquilidad por una tercera persona), desconociendo el por qué autoridades militares nos involucran proporcionando información errónea a los medios de comunicación, en la cual hacen señalamiento directo en nuestra contra”.
Pero todo el esfuerzo de los hijos del Chapo y de su abogado han sido inútiles, porque tres batallones y cerca de 400 elementos de brigadas blindadas de reconocimiento delos estados de Puebla, Veracruz y de la Ciudad de México operan desde hace dos semanas para dar con los cerca de 50 agresores de aquella madrugada en Culiacán.
Son tantos los elementos que están detrás del cártel de Sinaloa como los dos mil que participaron en la recaptura del Chapo (la Operación Cisne Negro).
Los mandos castrenses insisten en que no puede haber marcha atrás, no solo porque el genera Cienfuegos empeñó su palabra como militar como titular de la Sedena, sino porque sus soldados no le perdonarían aflojar de nuevo el paso ante la masacre.
Coladeras
Lo que sigue después del ataque contra los marinos es el despliegue táctico de tropas especializadas y con experiencia en la búsqueda de un personaje como Guzmán Loera.
La Marina tiene desplegados a dos grupos especiales que fueron los mismos que descubrieron la red de túneles que le permitieron al Chapo escapar de Culiacán para refugiarse en los condominios en donde fue detenido durante la Operación Gárgola.
Los mandos navales trabajan con información sobre la red de túneles que en Culiacán sirvieron para que algunos de los sicarios que atacaron a los militares escaparan tras el anuncio de los operativos para detenerlos.
Militares y marinos operan en Culiacán y en la zona serrana de Badiraguato con sus sistemas de drones, revisando rutas y movimientos térmicos nocturnos de los posibles atacantes.
Esta parte de la operación estaría a cargo de la Sedena, mientras que el rastreo en las alcantarillas y túneles lo estarían realizando las Fuerzas Especiales de Infantería de Marina.
La efectividad del cerco es tal (empezado por el poder de fuego que emplean militares y marinos), que en el cártel de Sinaloa la urgencia es la de negociar con el gobierno a todos los niveles para detener lo que se espera sea el aplastamiento de los sicarios (si llegan a atreverse a enfrentar al Ejército).
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