En menos de un mes la cúpula de los “zetas”, el primer grupo paramilitar al servicio del narco, quedó casi desmembrada tras la captura el pasado día 4 de marzo de Omar Treviño Morales, alias “Z-42”. Dos golpes más al cerebro de lo que quedaba de la organización, limitaron aun más el control de sus áreas con rutas que atraviesan Coahuila, Nuevo León rumbo al paso fronterizo de Nuevo Laredo, Tamaulipas.
México, 20 de marzo.- La operación se lanzó en sigilo días después de la detención en la zona metropolitana de Monterrey, de Omar Treviño Morales alias “Z-42”, el líder del grupo criminal conocido como los “zetas”, quien tras su captura identificó lugares donde operaban varios de sus principales colaboradores. Uno de ellos era José Manuel Saldívar Farías, identificado por los alias de Z-31 o “el borrado”, encargado del tránsito de droga y control de rutas que van de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas hacia el condado de Zapata, en Laredo, Texas.
Saldívar Farías solía operar desde Nuevo Laredo, Tamaulipas, ciudad fronteriza bajo su control, y dentro de la estructura de los “zetas” era lo que llaman un “comandante regional”, es decir supervisaba los cargamentos de droga que venían de Michoacán y transitaban por las tres entidades a su cargo rumbo a los Estados Unidos.
La noche del pasado miércoles 11 de marzo, recibió “el pitazo de que estaba en marcha un operativo de fuerzas federales para cazarlo. Abandonó su escondite en Nuevo Laredo y huyó de manera intempestiva junto a Osiel Hernández Martínez, uno de sus principales colaboradores rumbo a territorio norteamericano.
Al amanecer del 12 de marzo una guardia de la patrulla fronteriza del sur de Texas que realizaba un operativo de vigilancia en Falcon Lake, el lago fronterizo que une el embalse internacional de la presa Falcón con el lago estadounidense, detectó una embarcación que se introducía a toda velocidad a territorio norteamericano. Elementos de la Fuerza Rápida del Departamento de Seguridad Pública de Texas (DPS por sus siglas en inglés) le dieron alcance apoyados por un helicóptero de la Guardia Nacional. Luego de ser detenidos, los dos sospechosos fueron llevados al departamento de policía de Laredo en principio por violación a las leyes migratorias. Tras analizar sus identidades resultó que Saldívar Farías tenía una acusación por tráfico de drogas ante una Corte de distrito del sur de Texas.
Al ser presentado ante un juez federal en Laredo, Saldívar declaró que formaba parte de la cúpula del grupo criminal como encargado del paso fronterizo que va de Nuevo Laredo a ésta ciudad estadounidense y los condados vecinos al Rio Grande.
La detención de Saldívar era uno de los objetivos que tenían las fuerzas federales en México, quienes en menos de un mes han desarticulado lo que quedaba de la cúpula del grupo criminal conocido como los “zetas”. Los reportes de la octava zona militar, con sede en Reynosa y a cargo del general de brigada Dagoberto Espinosa Rodríguez, referían que tras la detención de su jefe, Treviño Morales el “Z-42”, se registraron varias reuniones entre los integrantes de la organización en ranchos cercanos a ciudad Miguel Alemán, a la espera de “instrucciones” para definir nuevos liderazgos.
La confusión y el “factor” sorpresa
En los días posteriores al 4 de marzo pasado, reportes de inteligencia militar ubicaron la llegada de uno de los operadores más cercanos al “Z-42” a Nuevo León. Se trataba de Daniel Menera Sierra, un hombre de 33 años de edad oriundo de Tiquicheo, Michoacán, considerado enlace entre los “zetas” y los grupos de productores de droga en tierras michoacanas.
Durante el transcurso de la noche del pasado sábado 14 de marzo, un grupo especial de la Marina Armada de México, tendió un cerco al grupo que acompañaba a Menera, quienes se instalaron en San Pedro Garza García, el mismo municipio al sur de la zona metropolitana de Monterrey donde fue capturado días atrás Treviño Morales.
“Sin efectuar un solo disparo”, resaltó el Comisionado Nacional de Seguridad, Monte Alejandro Rubido, el grupo de la Marina capturó a Menera y su grupo en el transcurso del segundo fin de semana de marzo. Este individuo fue considerado número dos de la organización tras los reacomodos que siguieron en 2012 a la captura de Miguel Treviño Morales, alias “Z-40”, el líder que encabezó a los “zetas” tras la aparente muerte meses atrás de Heriberto Lazcano, jefe durante varios años de la organización.
Manera fue detenido junto a tres de sus colaboradores con quienes, como jefe regional en Coahuila desde donde tenía su base en la ciudad fronteriza de Piedras Negras, operaba el trasiego de droga y el tráfico de migrantes hacia los Estados Unidos. Rubido indicó que era el responsable de la ruta que va de Piedras Negras hacia Anáhuac, Nuevo León. Era el principal sospechoso de haber ordenado una serie de ataques con el llamado Grupo de Armas y Tácticas Especiales, el célebre GATE acusado en otros casos de asesinatos extrajudiciales. Contra ellos según el Comisionado, orquestó en marzo y agosto del 2014 en los municipios de Villa Unión e Hidalgo, Coahuila, una serie de atentados donde un agente murió.
Daniel Menera Sierra es hermano de Lorenzo Menera Sierra, quien hasta hace unos años se desempeñó como director de Seguridad Pública en Tiquicheo, después formó parte de los grupos de autodefensas michoacanos que se crearon contra los Templarios.
Rubido destacó la importancia de la captura de Menera Sierra ya que junto con él quedó detenido Octavio Gómez Gómez, considerado el responsable del tráfico de droga vía aérea desde Colombia a México, y dos de sus escoltas identificados como Ernesto Cervantes y José Javier Alonso Silva. El funcionario dio a conocer durante la presentación realizada hace unos días, que estas detenciones llevaron a realizar otro operativo en el municipio de Apodaca, donde fue capturado Ernesto Balderas Medrano, ubicado como líder del grupo criminal en esta región de Nuevo León y quien se desempeñó hasta el año 2009 como comandante de la policía municipal de Salinas Victoria.
El “primer escudo” de los criminales
La policía municipal, por mucho que se diga que es la mejor entrenada y la mejor pagada del país, siempre se le ha visto como “el primer escudo” del crimen organizado en México. Este podría ser el enunciado que resume un análisis que la comandancia de la séptima zona militar, a cargo del general de brigada Rigoberto García Cortés, elaboró hace tiempo para identificar el “modus operandi” de los grupos criminales en la zona metropolitana de Monterrey. El documento consultado vía una fuente militar en Nuevo León, recoge entre otras cosas la intervención militar del llamado C-4, el centro de comando y vigilancia, realizado hace un par de años en el municipio, donde se corroboró cómo las corporaciones operaban para los grupos criminales.
Con este antecedente detrás de la imagen de aquel hombre regordete que bajo de un avión, caminó varios metros escoltado por dos soldados de fuerzas especiales del ejército, y subió a un vehículo blindado verde olivo, estaba una historia de protección de la policía municipal de San Pedro Garza Gacía, Nuevo León, el municipio con más alta plusvalía per cápita en todo el país.
Ese hombre regordete que caminaba con dificultad sometido por la parte de atrás del cuello por la mano de uno de los militares, y quien lucía varias cirugías en el rostro, era Omar Treviño Morales, el “Z-42”, uno de los testaferros que ascendió en la estructura de los “zetas” gracias a su hermano Miguel Treviño Morales, el “Z-40”.
Cuando el general de división Miguel Ángel Patiño Canchola, comandante de la cuarta región militar con sede en Monterrey y jurisdicción en los estados de Nuevo León, San Luis Potosí y Tamaulipas, recibió la confirmación de la presencia del “Z-42” en San Pedro, dejó en manos del Estado Mayor de la Defensa la realización de la operación para su captura.
El pelotón del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales que se desplazó de la ciudad de México a Monterrey lo hizo apoyado por otros de sus compañeros quienes aseguraron el perímetro de la calle Villa Colatina, en la colonia Fuentes del Valle, en San Pedro, donde el pasado miércoles 4 de marzo se realizó la captura.
En ese lugar horas antes el “Z-42 había celebrado el cumpleaños de uno de sus familiares, se sentía seguro, no solo por los tres “anillos” de protección con que contaba, uno de ellos presuntamente integrado por efectivos de la policía municipal, sino porque contaba con una red de espionaje que le avisaba en tiempo real si había movilizaciones sospechosas en las cercanías.
Se sabía que Treviño Morales, desde su llegada hace unos meses a San Pedro, se movía en helicóptero, el cual estaba aparcado en uno de los espacios donde existe supervisión de las autoridades policiacas locales. El portal de noticias Reporte Índigo, señaló en uno de sus despachos que el alcalde Ugo Ruiz, tras la captura del “Z-42”, había ordenado una investigación “exhaustiva” a la corporación.
La caída del capo, acusado como uno de los autores intelectuales de las masacres de migrantes en San Fernando, del atentado al casino Royale en Monterrey donde perdieron la vida decenas de personas, y de estar detrás de los atentados a consulados de los Estados Unidos en Nuevo León y Tamaulipas, exhibió la histórica desconfianza que el ejército ha tenido sobre las policías civiles. Esta vez bajo la supervisión del general Patiño Canchola, un militar que mientras estuvo en Michoacán como comandante de la 43 zona militar en Apatzingán, presenció la lenta y continua descomposición de los cuerpos de seguridad pública locales.
Fuente.-@velediaz424
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