Este sábado el Arzobispo Alberto Suárez Inda ascenderá dentro de la
jerarquía católica para convertirse en Cardenal.
Morelia,Mich.-13/Feb/2014 El pasado 4 de enero el Papa
Francisco eligió a 15 obispos y arzobispos como cardenales, entre ellos a
monseñor Suárez Inda, quien ha sido obispo de las diócesis de Tacámbaro y de
Morelia.
La designación de este prelado -quien se ha reconocido por su lucha a favor
de los grupos de autodefensas en Michoacán- podría significar una señal
tácita del Papa Francisco en pro de esta insurgencia social.
La elevación de uno de los obispos más rebeldes del país marca la pauta de
por dónde el Papa Francisco aspira a conducir su pontificado: los senderos de
la Teología de la Liberación, preceptos que han sido muy bien arropados por
parte del nuevo Cardenal.
En varias ocasiones, Suárez Inda ha dejado de lados las formas, para
plantar postura sobre temas escabrosos, entre ellos el apoyo a los más pobres y
a los vulnerados por la violencia en su estado.
Bajo la conducción del hasta hoy Arzobispo de Morelia, la Iglesia Católica
se tornó –a través de decenas de sacerdotes que siguieron el ejemplo de Suárez
Inda- en interlocutor de los grupos de autodefensa ante el Gobierno
Federal.
La voz de Suárez Inda se escuchó recio en el Concierto de Silencio,
dirigido desde el gobierno estatal de Fausto Vallejo, en donde se negaba la
existencia de una insurgencia fincada en el hartazgo social.
Los CCRISTOS de Michoacán
El ejemplo más palpable de la actuación de la Iglesia en el conflicto
armado de Michoacán es el del padre Gregorio López Jerónimo, mejor conocido
como padre Goyo, quien al lado del líder de las autodefensas Hipólito Mora
logró integrar a los civiles armados en un movimiento social denominado Consejo
Ciudadano Responsable de Impulsar un Sano Tejido del Orden Social.
Se le conoce como CCRISTOS por sus iniciales.
Dicho grupo, aunque armado, se mueve dentro de la pastoral social de la
Iglesia Católica, promoviendo principios de honestidad, espiritualidad y
solidaridad.
CCRISTOS es la organización social en la zona de Tierra Caliente que
valida, con base a los principios de la Iglesia Católica, las aspiraciones de
los miembros de autodefensas que desean ingresar a las policías
estatales.
Es el filtro oficial para evitar que exmiembros de los cárteles de las
drogas se incrusten en los cuerpos de seguridad pública.
La formación del movimiento CCRISTOS en pleno corazón de Tierra Caliente,
en donde el cártel de Los Caballeros Templarios mantuvo su bastión por casi
diez años, tuvo el respaldo moral del arzobispo Alberto Suárez Inda, quien ya
antes había lanzado una carta para denunciar el estado de hartazgo en el que se
encontraba la sociedad michoacana, a causa del imperio del crimen organizado.
Al ejemplo del arzobispo de Morelia se sumó el obispo de Apatzingán, Miguel
Patiño Velázquez, quien se tornó incisivo ante el Gobierno Federal, denunciando
la descomposición social que estaba viviendo la población de Tierra Caliente,
ante la pasividad de los gobiernos locales y estatal, que actuaban como
apéndices de los cárteles de las drogas en esa región.
Suárez Inda no solo aplaudió la valentía de Patiño Velásquez, sino que la
avaló y respaldó lo expresado en una carta pública en la que se denunciaba que
Michoacán tenía todas las características de un Estado Fallido.
“(…) los grupos criminales: Familia Michoacana, Zetas, Nueva Generación y
Caballeros Templarios, principalmente, se lo disputan como si fuera un botín”,
se leía en la misiva escrita por Patiño Velásquez.
Las repercusiones contra el obispo vinieron en forma de amenazas de muerte,
las que fueron recriminadas por Suárez Inda al entonces gobernador de
Michoacán, Fausto Vallejo, con quien se terminó por distanciar ante la ominosa
discreción con la que su gobierno permitía el acoso de los grupos criminales a
la sociedad civil.
El príncipe de los olvidados
Sin saber que desde el Vaticano era observado en silencio, el arzobispo
Alberto Suárez Inda había presentado su renuncia al cargo de obispo de la
arquidiócesis de Morelia, apenas el 21 de enero del año pasado.
Oficialmente anunció que se retiraba porque el día 30 de enero de ese año
cumpliría 75 años de edad.
La decisión de no estar más al frente de la Iglesia Católica en Michoacán,
más allá de obedecer a lo dispuesto en el código canónico –el ordenamiento
jurídico que obliga a la renuncia de los obispos que llegan a los 75 años- fue
producto del desánimo, al ver que eran ignorados sus llamados de auxilio para
que alguien actuara en apoyo a la población sometida por el crimen organizado.
Suárez Inda fue ordenado obispo por el Papa Juan Pablo II en el año de
1985. El acercamiento con Karol Wojtyła, fue a través del Nuncio Apostólico
Girolamo Prigione, quien celebró su ordenación episcopal como obispo
responsable de la diócesis de Tacámbaro.
Él sería su aval dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano, a donde
llegó con gran simpatía tras participar en la IV Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo y en el Sínodo de América en 1992.
Ahí, despertó conciencia sobre las condiciones de pobreza reinantes en
América.
La postura social de Suárez Inda le valió que el 20 de enero de 1995 fuera
nombrado octavo Arzobispo de Morelia por decisión del Papa Juan Pablo II, quien
personalmente le hizo entrega del palio arzobispal en una ceremonia especial
celebrada en el Vaticano el 29 de junio de 1995.
El mismo Papa Juan Pablo II lo recomendó para que presidiera la Comisión
Episcopal de la Previsión Social del Clero y fuera presidente de la Comisión
Episcopal del Clero durante dos trienios.
Los reclamos de justicia para los más pobres, expuestos por Suárez Inda
intramuros en las reuniones episcopales, levantaron adeptos en Roma.
Desde allá se impulsó su nominación como vicepresidente de la
Conferencia del Episcopado Mexicano, lo que logró en noviembre del 2003
con el apoyo de 100 obispos.
A la muerte del Papa Juan Pablo II se marginó al arzobispo michoacano.
Opositores a la Teología de la Liberación le cerraron espacios.
Se ganó la enemistad de muchos jerarcas católicos cuando públicamente se
declaró “un pobre entre los pobres”, tras ser reelecto vicepresidente de la
Conferencia del Episcopado Mexicano, cuando la presidió el obispo Carlos
Aguilar Retes.
Como arzobispo de Morelia, resignado al retiro de su ministerio para
dedicarse a la lectura y a escribir un libro sobre su servicio a la Iglesia, no
dejó de señalar la ausencia del gobierno estatal en las demandas de justicia de
los vecinos de Tierra Caliente.
Denunció el avance del crimen organizado y dialogó en privado sobre sus
sospechas de colusión de algunos funcionarios estatales con los carteles de las
drogas.
El dedo en la llaga
La actuación del padre Alberto Suárez Inda en los 24 meses ha sido muy
incómoda para el Gobierno.
Su intervención –a través del despliegue público de comunicados- en torno
al Estado Fallido en que se convirtió Michoacán, fue decisiva para que cayera
el gobierno estatal de Fausto Vallejo.
Fue la Iglesia encabezada por el ahora Cardenal la que terminó por
derrumbar la fallida administración priista, que quedó históricamente señalado
como un mandato que sirvió al crimen organizado.
La publicación de los dos pronunciamientos públicos le valió a Suárez Inda
severos roces con el cardenal Norberto Rivera Carrera, quien abogó siempre por
el statu quo del priismo en Michoacán.
Suárez Inda avaló el 18 de mayo del 2013 el llamado “Mensaje de los Obispos
de Michoacán al Pueblo de Dios en Nuestras Diócesis”, en donde se justifica la
aparición de los grupos de autodefensa.
El documento fue firmado por los obispos de Apatzingán, Miguel Patiño
Velázquez; de Zamora, Javier Navarro Rodríguez; de Tacámbaro, José Luis Castro
Medellín y los obispos auxiliares de Morelia, Octavio Villegas Aguilar, Juan
Espinoza Jiménez y Carlos Suárez Cázares; por el obispo auxiliar de Zamora,
Jaime Calderón y el encargado de la diócesis de Lázaro Cárdenas David Guerrero
Bazán.
Tras la aparición del documento, Suárez Inda se entrevistó con funcionarios
de la Secretaría de Gobernación, para exponer “el estado real de la situación
en Michoacán”.
Pidió formalmente la intervención urgente del Gobierno para frenar la
carnicería que se estaba dando en esa parte del estado, en donde –como en todas
las guerras- los más afectados son las mujeres y los niños.
El Gobierno puso poca atención en el reclamo del arzobispado.
Una segunda carta apareció el 1 de diciembre del 2013. El documento
publicado con la anuencia del arzobispado michoacano insistió en señalar la
responsabilidad de todos los que cerraron los ojos “permitiendo lo incorrecto,
callando ante la injusticia, dejándonos arrastrar por nuestros instintos y pasiones”.
Los obispos michoacanos, haciendo eco a los señalamientos de los grupos de
autodefensa, insistieron en señalar la corrupción que nadie quería investigar,
pero que ya estaba impregnada en toda la administración del gobierno estatal de
Michoacán.
Luego de esas publicaciones, el arzobispo de Michoacán no tuvo recato en
reconocer ante los medios de comunicación que las causas por las que el estado
de Michoacán se encontraba en el estado de violencia y descomposición, tenían
su fundamento en la falta de atención de la autoridad, la que históricamente
dejó crecer el estado de pobreza y falta de educación en el grueso de la
población michoacana.
A la derecha del Cardenal
El ejemplo de rebeldía e inclinación del padre Alberto Suárez Inda hacia
los sectores más pobres y vulnerables de Michoacán, que ha pregonado en sus 30
años de obispo y en los 55 municipios que comprende la diócesis de Morelia, no
han encontrado tierra más fértil que en los sacerdotes Gregorio López Jerónimo
y Alfredo Gallegos Lara.
El Padre Goyo, en su calidad de Vicario Episcopal de Apatzingán, no esperó
a que el Gobierno Federal decidiera acabar con las células del crimen
organizado. Él personalmente llamó a los vecinos de la población –todos leales
a Hipólito Mora- y comenzaron a revisar quiénes de los vecinos del lugar
mantenían asolada la región, al ser miembros del cártel de Los Templarios.
Con un grupo de hombres armados, el padre Goyo se fajó una pistola .9
milímetros al cinto y salió a perseguir secuestradores y violadores.
Los fueron deteniendo. Cuando inició la revuelta de las autodefensas, los
entregaron a las autoridades Federales, ante la desconfianza de que los mandos
estatales lo dejaran en libertad.
Gregorio López Jerónimo, desde el púlpito, motivó a la población para que
se alzara en armas contra las células del crimen organizado.
La organización CCRISTOS le ha dado resultado y su modelo ha sido copiado
en otras iglesias de Michoacán, principalmente de los municipios de de Aquila y
Tumbiscatío.
El ‘Padre Pistolas’
El padre Alfredo Gallegos Lara, mejor conocido como el “Padre Pistolas”, no
se queda atrás.
Es bronco y su sermón está encaminado a despertar conciencia entre los
fieles de su templo, en Chucándiro, al norte del estado de Michoacán, para que
remonten el estado de pobreza en el que se encuentran.
El mote de “Padre Pistolas” se lo ganó a pulso.
Bajo la sotana se deja ver el bulto de la .45 que todos los días lo
acompaña para librarlo de “todo mal”.
Habla sin recato y de vez en cuando con palabras altisonantes.
La única licencia que tiene para portar armas, dice, es la de Dios.
Con esa pistola se ha enfrentado a caciques y bandoleros.
Ya comenzó a formar su propia organización de CCRISTOS para fortalecer la
lucha que frontalmente mantiene todos los días, desde hace mas de 15 años,
contra el crimen organizado.
>> 5 Cardenales Tendrá México con
el nombramiento de Monseñor Alberto Suárez Inda
> Francisco Robles Ortega
Presidente de la CEM y Arzobispo de Guadalajara
> Juan Sandoval Iñiguez
Arzobispo Emérito de Guadalajara
> Norberto Rivera
Arzobispo Primado de México
> Javier Lozano Barragán
Presidente Emérito del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes
Sanitarios y Cardenal Emérito.
Fuente.-ReporteIndigo
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