En sus reportes “a la superioridad”, jefes y tropa dan cuenta de la inacción
de la policía estatal y del “agradecimiento” de los estudiantes que
sobrevivieron al ataque.
Así se desprende
del parte de novedades, las bitácoras y los mensajes urgentes que se generaban
aquella noche y madrugada en el 27 Batallón de Infantería con sede en Iguala.
Esos reportes incluyen fotografías de jóvenes y un profesor de la normal rural
en la clínica Cristina de esa ciudad, adonde habían llegado huyendo de las
balaceras.
Uno de los
estudiantes era Édgar Andrés Vargas, quien recibió un balazo en la cara. En la
imagen se ve que de su rostro chorrea sangre hasta el piso. Posteriormente
sería atendido en el Hospital General de Iguala. Días después requirió cirugía
plástica en un hospital de la Ciudad de México.
Los documentos
confirman que los militares estaban al tanto de todo lo que acontecía en Iguala
aquella noche, pero que no intervinieron mientras ocurrían las agresiones
contra quienes resultaron muertos, heridos o levantados por
policías de Iguala, Cocula y miembros de la banda Guerreros
Unidos.
En el mensaje 22632
del 26 de septiembre, marcado como urgente, referido como arribo de normalistas,
se informaba “a la superioridad”, en el inciso “G”, apartado “C”:
“Sobre la carretera
Iguala-Chilpancingo, frente al Palacio de Justicia, (soldados o testigos, no
queda claro) ubicaron otro autobús, el cual fue detenido por dos patrullas de
la policía municipal, los cuales, con palabras altisonantes, les mencionaron a
los estudiantes que descendieran del autobús”.
Y en el apartado
“D”:
“Aproximadamente
22:30 horas, arribaron al lugar tres patrullas más, a bordo de las cuales
bajaron policías vestidos de negro, encapuchados, los cuales les dijeron a los
estudiantes que se bajaran, por lo que los estudiantes les mencionaron que
tenían compañeros heridos, sin especificar de qué tipo. Aproximadamente 22:35
horas, los policías que llegaron trataron de bajar a los estudiantes del
autobús”.
Firma,
“respetuosamente”, el comandante del 27 Batallón de Infantería, quien se
comunicaba con la Comandancia de la 35 Zona Militar con sede en
Chilpancingo.
En las bitácoras
queda claro que se informaba minuto a minuto “a la superioridad”, y también que
el jefe policial de Iguala, Felipe Flores (prófugo desde entonces), mintió
cuando, a las 22:15 horas, el comandante del batallón, coronel José Rodríguez
Pérez, le preguntó telefónicamente qué era lo que ocurría en las calles:
“Manifestó, con una
actitud de reserva y tratando de minimizar los hechos, que su personal se
encontraba establecido en los filtros que se ubican en las salidas de esta
ciudad; que no tenían ningún carro detenido, y que no se habían suscitado disparos
de armas de fuego”, se lee en el mensaje “urgente” 22632.
Asimismo, se
asienta que el gobierno estatal se negó a intervenir:
“A las 22:00 horas
se estableció comunicación con el C. José Adame Bautista, coordinador operativo
de la policía estatal en la zona norte, mencionando que personal de su
corporación no asistiría a prestar apoyo a la policía municipal de esta ciudad,
a menos que recibiera órdenes de sus
superiores”.
Los partes dan
cuenta de lo que ocurría en las calles de Iguala y sus alrededores, conforme
los mandos del 27 Batallón se iban enterando de los hechos a través del C-4, o
por los desplazamientos que realizaba la tropa.
Más tarde, luego de
los tiroteos, fue cuando los militares tuvieron contacto con varios estudiantes
en dos instalaciones clínicas: el Hospital General y el hospital Cristina,
cercanos a su cuartel.
En los reportes se
afirma que los soldados no detuvieron ni trasladaron a ninguno de los
normalistas que estaban en esos hospitales aquella noche ni la madrugada del día
siguiente. Hoy se sabe que así fue, ya que se trataba de sobrevivientes de los
violentos acontecimientos perpetrados por criminales con y sin uniforme.
Los soldados
únicamente verificaron la identidad de los heridos y, al percatarse que se
trataba de estudiantes y no de delincuentes, no procedieron de ninguna forma
contra ellos, se informa en los mensajes castrenses.
***
En los despachos
miliares sobre el estado de los jóvenes quedó de manifiesto la virulencia de la
agresión que sufrieron:
“Mensaje 22634.
Urgente. Permítome informar a esa Superioridad (Comandancia de la 35 Zona
Militar) que se obtuvo información de que ingresaron tres personas heridas por
arma de fuego al Hospital General (…), al parecer estudiantes de la Normal
Rural Raúl Isidro Burgos, como a continuación se indica: A.- (Nombre tachado
del estudiante) presenta una herida por proyectil de arma de fuego en el brazo
derecho. B.- (Nombre tachado del estudiante) presenta una herida de proyectil
de arma de fuego en una mano, habiéndosele amputado 4 o 5 dedos. C.- Una
persona del sexo masculino en calidad de desconocido, quien presenta una herida
de proyectil de arma de fuego en la cabeza”.
Este último
estudiante era Aldo Gutiérrez Solano, en cuya cabecera de la cama hospitalaria
se leía: Ruptura de cráneo por proyectil de arma de fuego. Sigue en coma, con
65 por ciento del cerebro sin actividad.
El reporte de lo
ocurrido en la clínica Cristina, a partir de la una y cuarto de la mañana,
donde se dio el segundo contacto de soldados con estudiantes, empieza en el
mensaje 22636 de la madrugada del 27 de septiembre, catalogado urgente. Se
trata de los detalles de lo que una unidad de Fuerza de Reacción refería a su
comandante y éste al de la 35 zona militar:
“En el hospital
Cristina fueron localizadas 25 personas, entre ellas una que presenta una
herida en el labio superior en forma de sedal, producida por un proyectil de
arma de fuego. Las personas localizadas mencionaron ser estudiantes de la
normal de Ayotzinapa que habían sido agredidos con armas de fuego por policías
municipales cuando se transportaban a bordo de dos autobuses; (y) que los (dos)
cuerpos que se encuentran tirados (muertos) en el cruce de la calle Álvarez con
Periférico Norte son sus compañeros”.
En el mensaje
22639, sellado como urgente, se detalla el final del segundo encuentro y el
tercer y último contacto de soldados con estudiantes:
“A.- Los 25
estudiantes localizados en el interior del hospital Cristina agradecieron al
capitán segundo de Infantería el apoyo brindado, manifestándole que se
retirarían y que ellos por sus propios medios le brindarían la atención médica
a su compañero herido.
“B.- Arribaron al
lugar de los hechos donde fallecieron dos normalistas (a unos metros de la
clínica) los siguientes periodistas (…).
“C.- (A las 03:00
horas llegaron varios de los estudiantes que habían estado en el hospital
Cristina) En el lugar, el dirigente estudiantil (nombre tachado) dio una
entrevista en la que mencionó que los culpables de lo sucedido fueron las
autoridades, ya que no recibieron el apoyo que
solicitaron”.
También se confirma
en las bitácoras de “entradas” y “salidas” del cuartel del 27 Batallón de
Infantería que una docena de padres de los normalistas y líderes estudiantiles
se presentaron ahí un día después de los hechos, para solicitar ayuda, a fin de
hallar a 57 personas que hasta ese momento se daban por desaparecidas. Horas
después, la lista de levantados se reduciría a 43, ya que 14 jóvenes fueron
apareciendo vivos en sus domicilios y en Ayotzinapa.
Según los reportes,
los padres y estudiantes declararon en ese momento que tenían información de
que los alumnos de la normal habían sido levantados por policías municipales de
Iguala.
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