Cada día se ve más claro el por qué y para quién es la veneración de la Cuarta Transformación a la Santa Muerte.
La santidad es para el crimen organizado, para los hijos, hermanos y familiares de los capos de narcotráfico, los que sólo pisan por días una prisión y sin más son liberados con el pretexto de que los expedientes están mal integrados, para ellos en Badiraguato o en Aguililla, altares nichos e incienso desde la mañanera.
"Lo de la muerte es para los ciudadanos que caen en medio del fuego cruzado, a los que levantan y desaparecen,lo mismo en Chiapas y Guerrero, que en Nuevo León y Jalisco. De esta muerte no se escapan ni los obispos de la Iglesia católica. Para ellos, en el mejor de los casos, el silencio, en el peor, el descrédito y la condena, desde el púlpito de Palacio Nacional. El caso más patético, una vez más, es la liberación de Abraham Oseguera Cervantes, alias Don Rodo, hermano de Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, el jefe supremo del cártel Jalisco, Nueva Generación. Don Rodo fue capturado en Autlán, Jalisco,en posesión de armas de uso exclusivo del ejército y drogas.
Se le trasladó al penal del altiplano, donde apenas pudo hospedarse por nueve días. Una disputa entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial dejó sin efecto la captura, al acabar calificada como «montaje», con expedientes presuntamente mal integrados o incluso falseados.
La disputa se hizo evidente en la mañanera de ayer martes, cuando Luis Rodríguez Buzio, subsecretario de Seguridad Pública, denunció seis argumentos contradictorios que le permitieron al juez Rogelio León Díaz liberar al hermano de el Mencho.
Y por ese mismo camino, de pronto concederle la libertad, va Rosalinda González Valencia, esposa del líder del cártel Jalisco Nueva Generación, y una de las integrantes de la familia de los "Cuinis", el bloque de hermanos que administra los activos de esa organización criminal.
Pero mientras en el Ejército, la Guardia Nacional, los juzgados y la Mañanera se discutía la santidad que permitiera la libertad de Don Rodo, en Guerrero rondaba el olor a muerte con el secuestro de un alto prelado de la Iglesia Católica.
En el tórrido final del sexenio de Carlos Salinas, el crimen organizado no atentaba contra un prelado de la Iglesia. Ahora en el sangriento final del gobierno de la Cuarta Transformación, le tocó el turno al obispo emérito del Chilpancingo, Salvador Rangel Mendoza, quien fue secuestrado cerca de su casa, en Juitepec, Morelos. Lo levantaron, lo drogaron y le vaciaron sus cuentas de débito durante un periodo de cuarenta y ocho horas. Reapareció en un hospital de Morelos.
Por fortuna, fue liberado con vida el obispo, que frente a la parálisis oficial, tiene en su haber la singular iniciativa de haber orquestado un cónclave con distintos cárteles de guerrero, principalmente con los
"ardillos y los tlacos", en un intento civil para pacificar la tierra caliente, que ni el cártel de Los Salgado, ni el gobierno de la Cuarta Transformación, se deciden a someter, o no quieren.
Y todavía el presidente López Obrador, en su homiliario, dice que todas esas informaciones son un ataque de los medios de comunicaciónpara desprestigiar a su gobierno.
Que en México vivimos en santa paz, de la mano de la santa muerte, claro está. La empatía presidencial es, pues, con quienes con sus actos criminales promueven la muerte, y la apatía es para aquellos que les rezan a los santos. ¿Dónde quedó él, detente? Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo, que el corazón de Jesús está conmigo.
Con informacion:Codigo Magenta/
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