Los más de 1.4 mil millones de personas que viven en China son vigiladas constantemente. Son grabadas por cámaras de Policía que están en todas partes, en las esquinas de las calles y en los techos del metro, en los vestíbulos de los hoteles y en los edificios de departamentos. Sus teléfonos son rastreados, sus compras son monitoreadas y sus chats en línea son censurados.
Ahora, incluso su futuro está bajo vigilancia.
La generación más reciente de tecnología escarba en la gran cantidad de datos recopilados sobre las actividades diarias de los ciudadanos chinos para encontrar patrones y anormalidades, con la promesa de predecir delitos o protestas antes de que sucedan. Busca posibles alborotadores a los ojos del Gobierno chino -no sólo aquellos con un pasado criminal sino también minorías étnicas, trabajadores migrantes y personas con antecedentes de enfermedades mentales.
Puede advertir a la Policía si una víctima de fraude intenta viajar a Beijing para hacer una petición del pago al Gobierno o si un usuario de drogas hace demasiadas llamadas al mismo número. Puede avisar a los oficiales cada vez que una persona con un historial de enfermedad mental se acerca a una escuela.
Aunque en su mayoría no han sido probadas, las nuevas tecnologías chinas, detalladas en documentos de adquisiciones y de otro tipo revisados por The New York Times, amplían los límites de los controles sociales y políticos y los integran más profundamente en la vida de las personas. En su forma más básica, justifican la vigilancia asfixiante y violan la privacidad, mientras que en el extremo corren el riesgo de automatizar la discriminación sistémica y la represión política.
Para el Gobierno, la estabilidad social es primordial y cualquier amenaza a la misma debe ser eliminada. Durante su década como líder de China, Xi Jinping ha endurecido y centralizado el estado de seguridad, desatando políticas tecno-autoritarias para sofocar los disturbios étnicos en Xinjiang e imponer severos confinamientos por coronavirus. El espacio para la disidencia, siempre limitado, está desapareciendo rápidamente.
Los algoritmos a menudo son pregonados como triunfos.
En el 2020, las autoridades en el sur de China negaron la solicitud de una mujer de mudarse a Hong Kong para estar con su marido después de que un software alertara que el matrimonio era sospechoso, informó la Policía local. Una investigación subsecuente reveló que los dos no solían estar en el mismo lugar al mismo tiempo y que no habían pasado juntos las vacaciones del Festival de Primavera. La Policía concluyó que el matrimonio había sido fingido para obtener un permiso de migración.
Los detalles de estas tecnologías de seguridad están descritos en documentos de investigación de la Policía, patentes y presentaciones de contratistas de vigilancia, así como en cientos de documentos de adquisiciones públicas revisados y confirmados por el Times.
El Ministerio de Seguridad Pública de China no respondió a las solicitudes de comentarios enviadas por fax a su sede en Beijing y a seis dependencias locales en todo el País.
A menudo, las personas no saben que son vigiladas. La Policía enfrenta poco escrutinio externo sobre la efectividad de la tecnología o las acciones que provoca. Las autoridades chinas no requieren órdenes judiciales para recopilar información personal.
Los sistemas también plantean interrogantes de ciencia ficción: ¿cómo es posible saber que el futuro ha sido pronosticado con precisión si la Policía interviene antes de que suceda?
Incluso cuando el software no logra deducir el comportamiento, puede considerarse exitoso ya que la vigilancia en sí inhibe los disturbios y el delito, dicen los expertos.
"Ésta es una jaula invisible de tecnología impuesta a la sociedad y la peor parte la sienten los grupos de personas que ya son severamente discriminados en la sociedad china", dijo Maya Wang, investigadora senior sobre China en Human Rights Watch.
'Sin dónde esconderse'
En el 2017, Yin Qi, uno de los emprendedores más conocidos de China, dijo a los medios estatales chinos que un sistema de vigilancia desarrollado por Megvii, su empresa de arranque de inteligencia artificial, podría brindarle a la Policía un motor de búsqueda de delitos. El sistema analizaría grandes cantidades de imágenes en video para intuir patrones y advertir a las autoridades sobre comportamientos sospechosos. Por ejemplo, si las cámaras detectaran que una persona pasa demasiado tiempo en una estación de tren, el sistema podría alertar sobre un posible carterista.
"Sería aterrador si realmente hubiera gente mirando detrás de la cámara, pero detrás hay un sistema", explicó Yin. "Es como el motor de búsqueda que usamos todos los días para navegar en internet -es muy neutral. Se supone que es algo benévolo".
Agregó que con vigilancia así, "los malos no tienen dónde esconderse".
Cinco años después, su visión poco a poco se está volviendo realidad. Presentaciones internas de Megvii revisadas por el Times muestran cómo los productos de la empresa de arranque generan expedientes digitales completos para la Policía.
En el 2022, la Policía de Tianjin compró un software desarrollado por un competidor de Megvii, Hikvision, que tiene como objetivo predecir protestas. El sistema recopila datos sobre peticionarios chinos, un término que describe a las personas que intentan presentar quejas sobre funcionarios locales ante autoridades superiores.
Luego califica a los peticionarios según la probabilidad de que viajen a Beijing. Los funcionarios locales quieren prevenir tales viajes para evitar la vergüenza política o la revelación de irregularidades. Y el Gobierno central no quiere que grupos de ciudadanos descontentos se reúnan en la capital.
Bajo el Gobierno de Xi, los esfuerzos por controlar a los peticionarios se han vuelto cada vez más invasivos. Zekun Wang, de 32 años y miembro de un grupo que durante años buscó indemnización por un fraude inmobiliario, dijo que las autoridades habían interceptado en el 2017 a otros peticionarios en Shanghai antes de que pudieran siquiera comprar boletos para Beijing. Sospechó que las autoridades estaban vigilando sus comunicaciones en la app de redes sociales WeChat.
Automatizan prejuicios
Cuando la Policía de Zhouning, un condado rural de la Provincia de Fujian, compró 439 cámaras en el 2018, enumeró las coordenadas de dónde iría cada una. Algunas colgaban sobre intersecciones y otras cerca de escuelas, según un documento de adquisición.
Nueve fueron instaladas afuera de las casas de personas con enfermedades mentales.
En más de 100 documentos revisados por NYT, la vigilancia se centró en listas negras de "personas clave".
Estas personas, muestran algunos de los documentos, incluían a enfermos mentales, delincuentes convictos, fugitivos, consumidores de drogas, peticionarios, presuntos terroristas, agitadores políticos y amenazas a la estabilidad social.
Las autoridades deciden quién es incluido en las listas y, a menudo, no hay un proceso para notificar a las personas cuando son incluidas. Una vez que las personas están en una base de datos, rara vez son eliminadas, dijeron los expertos, a quienes les preocupaba que las nuevas tecnologías reforzaran las disparidades dentro de China.
En muchos casos, el software permite a las autoridades configurar alertas digitales que indican una posible amenaza. En una presentación de Megvii que detallaba un producto rival creado por Yitu, la interfaz del sistema permitió a la Policía diseñar sus propias alertas tempranas.
La Policía puede basar las alarmas según donde aparece una persona de la lista negra, cuando se mueve, si se encuentra con otras personas de la lista negra y la frecuencia de ciertas actividades. La Policía podría configurar el sistema para enviar una advertencia cada vez que dos personas con antecedentes de consumo de drogas se registren en el mismo hotel o cuando cuatro personas con antecedentes de protesta ingresen al mismo parque.
En Yangshuo, las autoridades compraron un sistema para alertarlas si un extranjero sin permiso de trabajo pasaba demasiado tiempo en bares o escuelas de idiomas extranjeros, un aparente intento por atrapar a las personas que se quedaban más tiempo del permitido por sus visas o que trabajaban ilegalmente.
Tecno-totalitarismo
Durante la mayor parte de su vida adulta, Zhang Yuqiao, de 74 años, ha estado solicitando al Gobierno una compensación por la tortura de su familia durante la Revolución Cultural. También ha presentado una petición porque dice que su familia es blanco de la Policía.
Cuando viajó a Beijing en enero desde su aldea en la Provincia de Shandong, apagó su teléfono y pagó el transporte en efectivo para minimizar su huella digital. Compró boletos de tren al destino equivocado para frustrar el seguimiento policial. Contrató a conductores privados para sortear los retenes donde su tarjeta de identificación activaría una alarma.
El sistema en Tianjin tiene una herramienta para personas como él que "saben algo de anti-reconocimiento" y cambian regularmente de vehículo para evadir la detección, de acuerdo con el documento de adquisiciones de la Policía.
Independientemente de si activó o no el sistema, Zhang ha notado un cambio. Cada vez que apaga su teléfono, dijo, se presentan oficiales en su casa para verificar que no se haya ido de viaje a Beijing.
La tecnología ha codificado los desequilibrios de poder. Algunos documentos de licitación hacen referencia a una "lista roja" de personas a quienes el sistema de vigilancia debe ignorar. Un documento de adquisición nacional de la Provincia de Guangdong estipulaba que la lista roja era para funcionarios del Gobierno.
Zhang dijo que todavía creía en el poder de la tecnología para hacer el bien, pero que en las manos equivocadas podría ser un "flagelo y un grillete".
"En el pasado, si dejabas tu casa y te ibas al campo, todos los caminos llevaban a Beijing", comentó. "Ahora, todo el País es una red".
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