Whole Foods es una cadena de supermercados muy singular de Estados Unidos. No vende productos marca Coca Cola, las patatas fritas son de kale, brócoli y coliflor, y un pimiento rojo cuesta cuatro dólares. Su particularidad ha tomado un nuevo impulso desde que abrió hace unas semanas en Washington la primera tienda sin dependientes, donde se puede pagar con la palma de la mano una vez que está asociada a una tarjeta bancaria sin necesidad de pasar por caja. Cada uno de los productos tienen sensores debajo y el techo está plagado de cámaras de vigilancia que ofrecen una experiencia al estilo el show de Truman.
Fundado en 1980, y propiedad de Amazon desde 2017, la meca de la comida orgánica busca probar en la capital estadounidense un sistema que puede revolucionar el modo de comprar en el medio millar de locales que tiene la marca en Norteamérica y Reino Unido.
Cerca de la casa de la vicepresidenta Kamala Harris, un poco más al norte del exclusivo barrio de las embajadas, un letrero fuera del Whole Foods de Glover Park avisa que ya están abiertos. Dos mujeres reciben a los clientes con una amabilidad lo suficientemente ensayada como para que parezca espontánea. Una de ellas explica las alternativas para ingresar a la tienda: escanear un código de la aplicación de Whole Foods o de Amazon, insertar una tarjeta de crédito o débito o utilizar el sistema Amazon One, que permite enlazar una tarjeta a un escaneo biométrico. En simple, la palma de la mano es la cartera, la cuenta bancaria y la firma.
La tecnología utilizada para pagar con la mano se basa en la captura de los patrones de las venas. Cuando Amazon anunció el sistema, que lo ha instaurado en algunas tiendas de conveniencia, defendió que no se puede determinar la identidad de una persona con una imagen de su palma”, a diferencia del reconocimiento facial.
“Es el futuro”, apunta sonriente la empleada. “Si se te queda el móvil o el bolso en casa, aún puedes venir a comprar”, añade antes de enseñar la cuenta que recibió en su correo electrónico horas antes por la compra de un café. El Foro Económico Mundial estima que para 2025, la tecnología creará al menos 12 millones de empleos más de los que destruye, aunque el sector minorista tiene aprehensiones. Para tranquilizar a los empleados que temen perder su trabajo, Amazon anunció en 2019 un plan de inversión de 700 millones durante seis años para capacitar a un tercio de su fuerza laboral en EE UU a medida que la automatización avanza.
El primer tramo del Whole Foods al norte de Washington deja en evidencia que la tecnología de pago afecta al sistema de compra tradicional. En los mostradores de comidas y ensaladas preparadas, donde se suele cobrar al peso, el coste depende del tamaño de la caja: la pequeña 5,99 dólares y la grande 9,99. Después de los hornos de acero para pizzas, de los asadores de pollos giratorios y de los cocineros de sushi, una copiosa variedad de frutas y verduras perfectamente colocadas distraen de las centenares de cámaras de vigilancia ubicadas en lo alto del techo.
Otro elemento disuasorio en la tienda son los precios. Un aguacate por 2,99 dólares, una sopa de tomate por 7,99 y el kilo de arroz jazmín a 9,99. Aunque las hamburguesas de planta están en descuento. Si para gustos, los colores, aquí los escaparates ofrecen el pantone completo. Da igual que sean champiñones como kombuchas. De cada cual hay 20 opciones.
No hay cajeros, pero es común encontrarse con un empleado sonriente en algún pasillo preguntando a los clientes si necesitan ayuda. La tecnología utilizada en este sistema de compra, bautizada Just Walk Out, consiste en sensores colocados debajo de cada producto. Esta información, sumada a las cámaras que siguen el recorrido del cliente, permite salir de la tienda sin necesidad de escanear los productos. Whole Foods se encarga de enviar el desglose de la compra al correo electrónico para verificar que no se haya producido un cobro injustificado.
Está previsto que el segundo Whole Foods con estas características abra a finales de año en Sherman Oaks, en California. Amazon lleva probado la automatización durante más de cuatro años en varias de sus tiendas de conveniencia Amazon Go. Son mucho más pequeñas, pero también más económicas.
La transformación o amazonetización de los supermercados viene acompañada de una estrategia mayor. La compañía de Jeff Bezos acaba de anunciar el cierre de casi 70 de sus tiendas en EE UU y Reino Unido para enfocarse en los supermercados. “Hemos decidido cerrar nuestras tiendas Amazon 4-star [en las que venden juguetes, decoración], librerías, Pop Up [quioscos] y centrarnos más en nuestras tiendas Amazon Fresh, Whole Foods Market, Amazon Go y Amazon Style y nuestra tecnología Just Walk Out”, sostuvo un portavoz de Amazon a Bloomberg.
Al final del recorrido por el renovado Whole Foods, ya pagada la compra con la información de la mano, no hay más empleados. La entusiasta empleada, que solía trabajar de cajera, revisa el móvil con tedio. No entran clientes a los que enseñarles el nuevo sistema.
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