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viernes, 20 de agosto de 2021

LOS "EMBAJADORES de la MUERTE": ANTI-VACUNAS "ATESTAN" HOSPITALES de ESTADOS UNIDOS (...y Mexico) y NO se ENTIENDE que NO ENTIENDAN...ya son muchos a quienes el virus ya se los explico a la mala.



Llegará un día en que habrá que explicar a nuestros nietos que hubo gente que se negó a vacunarse contra la pandemia a sabiendas de que ponía en riesgo de muerte a su familia, a su entorno y, desde luego, a sí mismo. Pongamos tres ejemplos de los cientos que empiezan a inundar las redes, los tres del país que acumula más negacionistas por metro cuadrado del mundo: Estados Unidos.

ya recuperada,dice entendio a la mala:

Dick Farrel, de 65 años, era un veterano locutor de radio de Florida desde donde denunciaba el fraude cometido contra Donald Trump y se burlaba de las vacunas y de la pandemia, a la que llamaba “scamdemic” (“scam” significa estafa). Su villano favorito —como el de todos los antivacunas de EU— era el doctor Fauci, a quien describió como un “monstruo mentiroso que se le subió el poder a la cabeza”. Eso fue hasta que, poco antes de ser intubado, escribió a su amiga Amy Leigh, que relató su caso: “¡Ponte la vacuna! Ojalá me la hubiera puesto”. Murió el 4 de agosto.

Y en Mexico...
Otro que se burlaba de Fauci era su compatriota californiano Stephen Harmon, de 34 años, un fanático evangelista que inundaba las redes con frases del tipo: “Tengo 99 problemas, la vacuna no es uno de ellos”. Su caso es extremo. Tres días antes de morir, todavía seguía insultando al “estúpido” ventilador, mientras repetía que lo único que iba a salvarle era su “fe en Dios”. Cuando su estado era crítico, se resignó a ser enchufado “por mucho que lo odie” y pidió que rezaran por su vida. Murió el 25 de julio.

El pecado del cardenal negacionista

Otro caso patético es el protagonizado por el cardenal Raymond Burke, líder del ala ultraconservadora de la Curia y reconocido adversario del papa Francisco. En diciembre de 2020, cuando medio mundo agradecía a los científicos el esfuerzo por haber encontrado una vacuna en tiempo récord, Burke se subía al púlpito de la catedral de San Luis (Missouri) para mofarse de los que “quieren meternos un chip para controlarnos” y para atacar a los “malvados que esparcieron el virus de Wuhan sobre las naciones libres”, repitiendo así las mentiras conspirativas del todavía presidente Trump. El cardenal lleva varios días intubado y lucha por su vida. Si sale de esta, estaremos atentos a su próxima homilía, a ver si sigue intacto su sentido del humor.

Todos ellos son embajadores de la muerte. Son los que ocupan entre el 80% de las camas hospitalarias dedicadas a enfermos de COVID y hasta el 95% de las unidades para intubados, según alertan los Centros para el Control de Enfermedades de EU (CDC).

La persona que más vidas ha salvado

Algún medio ha llegado a comparar a los antivacunas con los leprosos del siglo XXI. La comparación es cruel porque los leprosos tuvieron durante siglos la desgracia de no contar con una vacuna, hasta que el venezolano Jacinto Convit la inventó en 1987 y la terrible enfermedad contagiosa está prácticamente erradicada. Si nadie habla de la viruela es porque en 1796 un tal Edward Jennerd inventó la vacuna, pero no fue sino hasta 1967 que la ONU emprendió una campaña mundial y logró erradicarla en octubre de 1975, no sin antes matar a 300 millones de personas (no vacunadas) sólo en el siglo XX. 

¿Qué habría pasado si hace medio siglo se hubiera generado una reacción antivacuna como la que estamos viendo ahora? ¿Cuántas decenas de millones de personas habrían muerto dolorosamente de los estragos en la piel que causa la viruela, por culpa de los negacionistas que impidieron la inmunidad de rebaño?

De hecho, la comunidad científica lamenta el poco conocimiento y reconocimiento que debería tener el mundo a Edward Jennerd, considerada la persona que probablemente más vidas ha salvado de la historia de la humanidad.

Y a pesar de todo, el movimiento antivacuna no para de crecer en todo el mundo con la misma virulencia que lo hizo el coronavirus causante de la pandemia, que ha encontrado un inesperado aliado en donde menos lo esperaba: en la estupidez supina de muchos humanos, que creen que está en peligro su libertad personal, cuando lo único que está en peligro en su salud y la de los demás. 

Pero ¿cómo hemos llegado al punto de tener que rogar a los negacionistas a que se vacunen?

Una española dio la pista al diario “Levante” con el relató de su propia experiencia familiar.

“Tengo miedo Elena”

La clave, escribió Elena Lis, es el miedo. El miedo al virus desconocido y el miedo a su tratamiento, que arrastran a muchos a creerse las teorías conspirativas que niegan la propia existencia de la pandemia o que fueron creadas para forzarnos a que nos inoculen algo desconocido y con un fin malvado.

“Tengo miedo Elena de que no podamos frenar esto. Esta semana he recibido de golpe una de mis mayores lecciones de vida. Pasar mucho tiempo en Twitter me había radicalizado al extremo. Ojalá me hubiese vacunado”, así le escribió a Elena su hermano Jorge, quien regresó a España de Estados Unidos contagiado de teorías conspirativas.

La libertad primera es la universal

Y a falta de una vacuna para que entren en razón los negacionistas, la solución pasa por aplicar reglas universalmente aceptadas y tan cotidianas que nadie las cuestiona, por ejemplo, frenar el coche cuando el semáforo está en rojo y permitir que los que tienen el verde avancen. ¿Por qué todo el mundo lo hace? Sencillo, porque si no mueres en el intento el Estado te multa o te encarcela por temeridad grave.

Si un antivacuna se cree con derecho a no vacunarse, cualquier institución del gobierno, hospital público o privado, colegio, empresa, o comercio, o línea aérea tiene el mismo derecho a negarle la entrada. Así de simple debería de ser y entonces veríamos cuántas personas siguen presumiendo de no haberse puesto la vacuna.

fuente.-

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