“Esto está sembrado de narcotraficantes”. Me dice el obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel. Cuenta que la convivencia con los criminales es inevitable en Guerrero. Hay que subir a las comunidades, saludarlos y conversar. Agrega que lo mejor es llevar la fiesta en paz.
Hay sacerdotes “que cometen la imprudencia de criticar a los narcotraficantes”, y entonces vienen las amenazas. “Yo ya tuve una experiencia. Habían sentenciado a un sacerdote a morir. Tuve que ir a la sierra a buscar a estos delincuentes junto con unas monjitas. Llegué a hablar y ahí me inspiré a dialogar con esas personas. Llegamos a un acuerdo: no asesinarían al padre, simplemente me darían oportunidad de cambiarlo de lugar. Esa fue la primera vez, hace como dos años. De ahí he seguido dialogando.”
Sí, el padre Rangel ha tenido varios encuentros con capos. Lo comparte sin filtros. Considera que dialogar con ellos es la única manera de reducir la violencia. Va más allá. Destaca la importancia económica del mercado de la droga y parece condenar la destrucción de los cultivos. “La cuaresma pasada subieron muchos soldados a la sierra y erradicaron mucha amapola. ¿Cuál fue el resultado? Que las personas se están muriendo de hambre en la sierra. Si no les dan otra oportunidad, pues por lo menos que se mantengan del cultivo de la amapola.”
El uso medicinal para producir morfina podría ser una opción. El gobernador guerrerense Héctor Astudillo lo propuso desde 2016. En países como España, Francia, India, China o Australia es ya una realidad. Aquí en México, ni legisladores ni autoridades federales se han tomado la molestia de impulsarlo con seriedad. Una de dos, o no les importa la violencia en Guerrero, o tienen intereses económicos para dejar las cosas como están.
Para el obispo es obvio que existen acuerdos entre autoridades y criminales. Solo así se explica que los cultivos, la droga y el dinero circulen.
El negocio es millonario y no deja de crecer. La violencia en Guerrero aumentó junto con la demanda de opio en Estados Unidos. En 2015 ese país registró un consumo récord de heroína que dejó como saldo 13 mil muertes. La lucha por el mercado es sangrienta porque hay mucho dinero de por medio. Una sola cosecha puede traducirse en 23 millones de dólares, pero en la misma tierra pueden lograrse tres o cuatro cosechas por año.
Por eso, concluye el obispo Rangel, a veces “las autoridades cierran un ojo y el otro también”.
Por eso, concluye el obispo Rangel, a veces “las autoridades cierran un ojo y el otro también”.
Fuente.-Paola Rojas/
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