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miércoles, 27 de septiembre de 2017

LOS "NARCOBUCHEROS" y el "CAPO CHINO" TRAFICANTE de TOTOABA...mas valiosos que la cocaina.


A las afueras de su casa, sobre la calle repleta de polvo, llamaron para que saliera. Al atender, vio a un hombre desconocido con actitud nerviosa, que antes de saludar o mediar palabra le soltó de golpe: “Mire, traigo una totoaba, se la regalo”. Silvia no lo pensó dos veces. La rechazó. Él insistió, pero la respuesta fue la misma. Más tarde, antes de que la oscuridad cayera, a unos metros de ahí, sobre un terreno baldío, el pescado apareció abandonado.
Ese mismo día, durante la noche, de nuevo la importunaron. Sin embargo, no era el tipo de horas atrás, sino elementos de la Secretaría de Marina (Semar) que realizaban un operativo en el Golfo de Santa Clara, Sonora.
Andaban en busca de algo, pero la mujer de 60 años no supo qué. Al otro día, con sus vecinos se enteró de la detención de unos sujetos y que en el hotel de la vuelta les habían asegurado estupefacientes.
Silvia Espinoza, quien por seguridad pide cambiar su nombre, cuenta que la palabra totoaba la remite a sus recuerdos de infancia, cuando su pesca era legal y formaba parte de la alimentación básica en el poblado. Ahora, está vedada y su buche se cotiza hasta en 60 mil dólares en el mercado asiático.
Para que llegue, desde 2013 las organizaciones criminales en México utilizan métodos más sofisticados, similares a los del trasiego de drogas, tal como se menciona en el informe “Hooked: how demand for a protected fish lined the pockets of cartels & sunk the future of an endangered Species”, elaborado por la organización no gubernamental C4ADS, con sede en Washington, Estados Unidos, al cual tuvo acceso exclusivo EL UNIVERSAL.
Según el reporte de la ONG, dedicada a los análisis basados en datos de conflictos y problemas de seguridad, las redes del comercio ilegal de buche de totoaba han recurrido cada vez más a técnicas de ocultamiento para burlar a las autoridades.
La profesionalización de los traficantes hizo que cambiaran mochilas y hieleras para ocultar los buches, por compartimentos secretos en vehículos, envoltorios de plástico, neumáticos de repuesto, escondites en depósitos de gasolina o también “pegadas” al cuerpo de mulas. Estarían secando los buches en puntos de concentración dentro del territorio mexicano, con el propósito de aligerar los cargamentos y eliminar el costo de refrigeración.
En entrevista con este diario, los expertos que documentaron la dinámica narcobuchera en este reporte, señalan: “En general, la implementación exitosa de nuestras recomendaciones debería conducir a procesar a los traficantes de totoaba en México y en otros lugares, así como a una clara disminución en el uso de redes de enmalle, a las personas involucradas en el comercio de totoaba que regresan al mercado lícito, a los criminales organizados y, en última instancia, la estabilización de la población de la vaquita marina […] Claramente hay más que se puede hacer con respecto al tráfico totoaba. Incluso unos cuantos procesamientos de alto perfil de traficantes o comerciantes tendrían impacto”.
Modus operandi
A diferencia de las lujosas y grandes “mansiones” de los totoaberos en la comunidad, la casa de Silvia está construida por unos cuantos ladrillos, tablones, maderas, polines y láminas de asbesto. Su baño es una fosa séptica en el patio recubierta con tablas. La división entre su hogar y la calle, no es una barda o rejas de metal, sino una red de enmalle que fue abandonada ahí, al no tener uso desde que en 2015 dio inicio la veda pesquera para proteger a la vaquita marina, especie que se enreda al pescar a la totoaba.
Aunque poco ha servido esta prohibición en el Alto Golfo de California, puesto que su captura y extracción del buche genera cuantiosas ganancias. El modus operandi, según C4ADS, es de tripulaciones de cinco o más sujetos en una panga —cuando en la pesca legal de cualquier especie sólo intervienen dos o tres— que salen de noche, aunque también se da a plena luz del día. Usan redes de enmalle grandes, que en ocasiones abandonan para comprar nuevas cuando se sienten en riesgo.
Para evitar llevar toda la totoaba a la orilla, extraen las vejigas en el mar y arrojan el resto del pescado al agua con una piedra en su boca para que se hunda y no descubran los restos flotando en la superficie.
Al transportar los buches, las pangas tienen compartimentos secretos, las ocultan debajo de su ropa o en una pequeña bolsa antes de regresar a la costa. Muchas veces los totoaberos prefieren realizar sus operaciones desde campamentos en las orillas de la playa, que estén alejados de las comunidades. Si es necesario escapar de las autoridades, tienen un vehículo escondido cerca de la playa.
En este ilícito existen tres tipos de pescadores: los normales, que son independientes, resultado de la prohibición pesquera y que lo hacen para mantener a sus familias o aumentar sus ingresos. Los segundos son pescadores reclutados por el crimen organizado para atrapar totoaba en su nombre. Les suministran el equipo necesario y son pagados por ellos. El último grupo está compuesto por criminales, a menudo descritos como narcobucheros, puesto que realizan la pesca ellos mismos.
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Se mantiene tráfico en EU
La evolución de las redes de tráfico se ha reflejado en la caída de los aseguramientos de buche realizados en la frontera mexicana-estadounidense. Luego de que se incautaron cinco cargamentos en la garita de Calexico, California, entre febrero y abril de 2013, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos [CBP por sus siglas en inglés] no ha reportado ningún otro.
Las incautaciones mencionadas también dan pistas de cómo se trafica en EU. A menudo se contratan mulas para cruzar el producto y los delincuentes reinciden por las bajas penas, mientras que hay restauranteros coludidos con compañías fantasma que utilizan para lavar el dinero del buche. C4ADS sugiere que es probable que disminuya el tráfico por EU en respuesta a los golpes recibidos y se desarrollen métodos más sofisticados.
El caso documentado que pone de manifiesto la dinámica del delito en EU, es el de Jason Jin Shun Xie, arrestado en Calexico el 30 de marzo de 2013, con 169 vejigas. Su nombre fue vinculado a las empresas J & J Xie & Company, dueña de un restaurante chino en Seattle, Washington, y Gerber Recycling, con sede en Sacramento, California.
Ésta última, a pesar de no contar con operaciones comerciales de importación o exportación, registró transferencias bancarias por 2.3 millones de dólares entre 2012 y 2013.
El dinero está ligado a 15 paquetes enviados por Shun Xie a un contacto en Asia, los cuales fueron declarados como “regalo de pescado seco”. El fiscal del caso calcula que los envíos contenían al menos 560 buches de totoaba secos, que le habrían significado una ganancia estimada en 2.8 millones de dólares.
El juez determinó que Shun Xie coordinaba una red de tráfico de buche entre México, EU y China. El ciudadano de origen asiático instruía gente en territorio mexicano para extraer los peces y procesar las vejigas antes de cruzarlas por la frontera. En suelo estadounidense, el sujeto que las cruzaba también ayudaba a organizar la exportación hacia China. A pesar de las implicaciones de los delitos, sólo fue condenado a cuatro meses de cárcel, ocho de arresto domiciliario, le fue retirada una propiedad en Seattle y recibió una multa de 500 mil dólares que irían destinados a instalaciones para criar totoaba en México.
La conexión asiática
Antes de que llegue a las cocinas de los lujosos barrios en China, el buche de totoaba atraviesa la fase más compleja del tráfico y también en la que menos han intervenido las autoridades. De acuerdo con C4ADS, aunque sólo se han reportado seis aseguramientos rumbo al continente asiático, éstos dan indicios de cómo opera la conexión intercontinental.
Los resultados de la investigación, que incluyó mercados de Hong Kong donde se vende el buche, indican que el trasiego se ejecuta en puertos y aeropuertos. Incluso se sugiere que no sólo están inmiscuidas bandas orientales de traficantes con delitos diversificados, también varios empresarios chinos en California. Algunos de ellos trasladan los buches desde Calexico hasta restaurantes de San Francisco, donde utilizan el puerto local para enviarlos en barcos a Taiwán, Hong Kong o Vietnam. Operan con empresas fachada y cargamentos de pescado congelado para despistar.
Al otro lado del Pacífico, los principales importadores detectados son distribuidores y mayoristas de pescados y mariscos. Empresas fantasma o intermediarios que trafican por su cuenta. Sobre las rutas que toma el buche una vez en aquel continente, el documento menciona que la información es “extremadamente limitada”. Hasta el momento, únicamente se conocen dos golpes contra minoristas y la incautación de un cargamento entrante.
En el caso del tráfico aéreo, al igual que para cruzar la frontera y el océano, etiquetar los cargamentos como productos marinos resulta clave. Un método del que sospechan las autoridades es con mulas, por medio del equipaje de mano. Un comerciante asiático señala en el reporte que la aduana de Hong Kong era prácticamente una “entrada libre”.
Los tres países están vinculados a este tráfico internacional. México es el país de extracción cuyos filtros de seguridad son los primeros en ser burlados. Las comunidades en las que se pesca esta especie ahora viven niveles de violencia similares a los del narcotráfico.
La noche que hablamos con Silvia, pangas totoaberas no dejaban de circular en paralelo a las trocas. Horas después, un auto negro pasó en esa dirección a toda velocidad huyendo de la policía, se derrapó al dar vuelta en una calle, la sirena rompió la paz. Al perderse de vista los vehículos se escuchó una metralleta por cinco segundos. Fuego por el buche de totoaba.
fuente.-

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