Si Andrés Manuel López Obrador gana la
Presidencia en 2018, ya dijo que regresará el nuevo avión presidencial que está
por llegar a México estos días.
Demasiado caro, afirma, y se pagó el doble de
su costo. Es el avión más lujoso de su tipo en el mundo, agrega la prensa.
Diputados de su partido quieren un tour por la nueva nave para denunciar su
exuberancia, tras leer en la prensa que es más exótica que uno adquirido por el
excéntrico sultán de Brunei, y que costó más que el Air Force One del
Presidente de Estados Unidos.
No creen que el Presidente de México necesite un
nuevo avión. Si necesita viajar, que utilice una línea comercial. Para qué
gastar dinero del erario. Nuevo debate, misma estrategia. La verdad y la razón,
víctimas una vez más del maniqueísmo político. Un avión seguro para el
Presidente es un asunto de seguridad nacional. Esta fue la razón por la que
Felipe Calderón decidió en el epílogo de su gobierno adquirir un nuevo avión
presidencial que sabía él nunca ocuparía.
Funcionarios federales afirman que el
detonante de la compra fue la muerte del Secretario de Gobernación, Francisco
Blake, en un accidente del helicóptero en 2011. Era el segundo jefe de la
política interna que moría en un accidente aéreo –el primero, Juan Camilo
Mouriño, murió en 2008-, por lo que el ex presidente ordenó renovar la vieja
flota aérea del Estado Mayor Presidencial.
Contra lo que afirma López
Obrador, no fue Peña Nieto quien ordenó la compra del avión. Fue Calderón,
quien recibió el respaldo contundente del Congreso que respaldó la adquisición
del nuevo avión en el presupuesto de 2012. El dictamen se aprobó el 15 de
noviembre de 2011 con 425 votos a favor, incluidos los de 45 diputados del PRD
que autorizaron la compra del avión, contra 14 que la rechazaron y
nueve que no participaron en la votación. Entre los votos a favor figuraron los
de críticos actuales de la compra, el hoy Diputado morenista Vidal Llerenas, y
el Senador Alejandro Encinas.
La decisión técnica y financiera fue
adquirir el 787 Dreamliner de la Boeing, el avión más sofisticado en
la industria que tienen gobiernos y 54 aerolíneas en el mundo, incluido
Aeroméxico. El 787 Dreamliner tiene una arquitectura de diseño más ligera que
cualquier otro avión comercial hoy en día, que le permite ser más eficiente en
consumo de combustible y tener un mayor rango de vuelo. Puede realizar un vuelo
sin escalas de 15 mil kilómetros, que es más del doble que podía hacer el avión
presidencial recientemente jubilado, un Boeing 757-225 comprado en 1988, que
había provocado dos incidentes serios en vuelos con Calderón y Peña Nieto a
bordo.
Hay dos modelos en los más de 250 Dreamliner en operación en el
mundo. El 9, con más capacidad para pasaje, tiene un precio de lista de 250
millones de dólares, mientras que el modelo 8 cuesta 212 millones. En 2018
saldrá el modelo 10, con un precio de 289 millones de dólares. El avión
presidencial tuvo un precio inferior al modelo 9; fue de 231 millones
de dólares, aún con los avanzados sistemas de telecomunicaciones y defensa que
se le incorporaron.
López Obrador asegura que el costo del nuevo avión
presidencial fue de siete mil 500 millones de pesos (573 millones de dólares
al tipo de cambio de noviembre de 2012, cuando se cerró el trato con
Boeing), cuando la realidad es que Banobras, que hizo la operación financiera,
pagó menos de la mitad en ese entonces.
López Obrador difundió
recientemente un spot donde asegura que ese avión tendrá capacidad para 280
personas. Esa es la capacidad del modelo 9 del Dreamliner, no la del avión presidencial,
que está configurado para 110 pasajeros. Afirma también que es más grande que
el Air Force One, lo que también es falso. El Presidente de Estados Unidos
no tiene uno sino dos aviones idénticos (Jumbo 747), con casi un 30% más
de superficie cada uno a la que tendrá el TP01 mexicano.
El Air Force One tiene
oficinas para el Presidente, salas de conferencias y comedores, lo que no tiene
el TP01. También puede ser abastecido en el aire para que nunca, en caso
necesario, toque tierra, que es una capacidad inexistente en el Dreamliner.
El excéntrico sultán de Brunei tampoco posee ningún Dreamliner;
la línea aérea de su reinado sí.
La argumentación de López
Obrador falsea la realidad. Es parte de su agenda política, sustentada
históricamente en el maniqueísmo y la tergiversación de la información para
crear condiciones de polarización. Las críticas públicas hicieron al Presidente
Peña Nieto a pedir a la Secretaría de Hacienda en septiembre que analizara la
conveniencia de vender la nueva nave. No debe ser. Peña Nieto usará el nuevo
avión durante escasos tres años, pero la vida útil del 787 Dreamliner dará
transporte seguro a otros tres presidentes mexicanos. Uno de ellos podría ser
López Obrador, si gana en 2018, quien deberá estar agradecido si es derrotada
su campaña contra la compra del nuevo avión.
No se justifica la
cancelación por aspectos financieros, pero sobretodo, por razones de seguridad
nacional. De la seguridad del Presidente depende la estabilidad política de
México. Que no se le olvide a nadie. A López Obrador, sobre todo,
conceptualmente rupestre en temas torales como el de la seguridad nacional, la
racional central de esta adquisición.
fuente.-@RivaPa
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