- Oficialmente no está muerto… pero ya está enterrado en su natal Honduras. Se trata de Misael Castro, uno de los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas hace cuatro años y cuyo cadáver –mal identificado– le fue entregado a los deudos de otra de las víctimas de esa matanza. Su familia vive ahora un vía crucis, pues no hay un acta de defunción para Misael y debido a eso su hijo, de nueve años, no ha podido acceder a una beca.
- El gobierno mexicano no enmendó su error ni se ha comunicado con los parientes del hondureño asesinado en San Fernando.
OMOA, HONDURAS 12/Sep/2014 .- J corre a la casita de tabicón donde vive con su abuela y regresa con una foto enmarcada de Misael, su papá, a quien dejó de ver una madrugada de hace cuatro años, cuando se despidieron con un beso porque se iba a Estados Unidos. “No se vaya, papito”, le dijo entonces, adormilado. Cada tanto, al recordar el adiós, le dice a su abuela Ángela: “Si me hubiera hecho caso no lo hubieran matado”.
Misael Castro Bardales, padre de J, fue uno de los 72 migrantes asesinados por Los Zetas en agosto de 2010 en San Fernando, Tamaulipas.
Es un muerto vivo pues aunque su cadáver fue identificado por sus familiares, las autoridades mexicanas no lo reconocen entre los muertos. En México lo identificaron mal, enviaron su cuerpo a Honduras con el nombre de otra de las víctimas y nunca corrigieron el error.
Esa omisión ha hecho que doña Ángela batalle para todo. Hasta para conseguirle una beca a su nieto. “Me habían ofrecido un bono de 10 mil lempiras (anuales, unos 500 dólares) y no podemos lograr porque no hay difunción”, dice la mujer…
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1975 de la revista Proceso actualmente en circulación.
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