En doce años la Sedena realizó 851 obras civiles y militares en las que ejerció 1.749.962 millones de dólares mediante un modelo de contratación llamado administración directa, que evade la licitación pública con altos niveles de opacidad y que es el mismo con el que se construye el aeropuerto internacional en Santa Lucía.
En los gobiernos de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto diversas dependencias federales, gobiernos de los estados y el Poder Judicial, firmaron convenios de colaboración con la Sedena donde quedó estipulado el monto que aportaría cada una de ellas a la milicia para la realización de cada una de las obras.
Además, una vez que las entidades transfirieron los recursos a la Sedena para las obras, ésta contrató mediante adjudicación directa o invitación a tres personas a cientos de empresas que fungieron como proveedores de bienes y servicios en los proyectos mediante un proceso opaco y de desaseo en los contratos.
La administración directa es una modalidad que contempla la Ley de Obras Públicas para que las dependencias y entidades puedan realizar trabajos entre dependencias tras la firma de un convenio sin recurrir a contratos con particulares por medio de licitaciones.
En la mayoría de las obras realizadas bajo este esquema, la Sedena no ha tenido que difundir en su portal de obligaciones de transparencia los convenios firmados con las dependencias y tampoco los contratos que realiza con los proveedores al argumentar que los recursos utilizados no son parte de su ejercicio presupuestario.
Esto ha permitido que en las 851 obras ejecutadas por la Sedena en doce años por administración directa, la dependencia tampoco haya tenido que transparentar en su portal electrónico los nombres de los participantes, los dictámenes y fallos de participación, así como los informes de avance físico y financiero de las obras.
Para este reportaje se solicitó información respecto a un centenar de obras, pero sólo se pudo conseguir documentación respecto a 17 porque la Sedena y las dependencias que otorgaron obras por administración directa a la instancia militar se deslindaban de la obligación de contar con la información de los procedimientos de contratación.
Pese a los obstáculos en materia de transparencia, se pudo acceder a 17 convenios. Al revisarlos se encontró un acuerdo de confidencialidad, donde justificaban seguridad nacional para no entregar información en el caso de las obras militares, mientras que en las obras civiles se estipula que la información relacionada a las mismas recaía en la dependencia o en el gobierno estatal que solicitó la obra a Sedena.
Al solicitarle a las entidades que firmaron el convenio con Sedena, un listado de los proveedores contratados en cada una de las obras, argumentaron que ellos no contaban con esa información porque solo se limitaron a transferir los recursos y la forma en que el dinero se ejercía le competía a la Sedena.
Al solicitar la información a la Sedena, ésta se negó en un principio a brindar el listado de proveedores contratados, pero en 17 casos tuvo que ceder ante las resoluciones del Instituto Nacional de Transparencia (INAI) que le ordenó brindar la documentación contable y administrativa de las obras.
Tras revisar la información contable de 17 obras, se pudo constatar que una vez que las dependencias le entregaron los recursos a la Sedena, ésta firmó 160 contratos por adjudicación directa e invitación a tres personas con los proveedores de los insumos que le ayudaron a desarrollar los trabajos, sujetándose a la Ley de Adquisiciones, arrendamientos y servicios del sector público.
Hubo cuatro estados, Durango, Baja California Sur, Nuevo León y Quintana Roo que ni siquiera entregaron el convenio de colaboración y declararon toda la información como reservada porque divulgarla podría poner en riesgo la “seguridad nacional”.
En el caso de Quintana Roo, la Secretaría de Gobierno dijo que la donación de los terrenos y los recursos para la construcción de una brigada militar que tuvo un costo de 31.175.100 millones de dólares se entregaron sin que existiera obligación de la Sedena de comprobar cómo se ejerció el dinero. “Fue una donación lisa y llana”.
Desaseo en las contrataciones
En los contratos firmados por la Sedena con los proveedores que usó en 17 obras por administración directa, se encontró que gran parte de ellos son personas físicas, cuyos nombres se niega a transparentar argumentando que son datos personales.
Un ejemplo de la opacidad se evidenció en la construcción del centro de salud en Paredón, en el municipio de Tonalá, en Chiapas. El 60% de los 28 contratos fueron realizados con personas físicas con actividad empresarial. En los documentos entregados vía ley de transparencia, la dependencia tachó con plumón negro el nombre y la clave de RFC del proveedor.
Además ninguno de los 100 proveedores que fueron utilizados por la dependencia en las 17 obras analizadas para este reportaje, aparece en el padrón de proveedores y contratistas de la Sedena del periodo de 2014 a 2018.
Algunos de los contratos presentan errores. En la construcción del Hospital Especializado de la Mujer Oaxaqueña realizado durante 2018, la Sedena firmó 47 contratos, de los cuales 20 de ellos presentan folios y fechas repetidas en el registro de inscripción de las compañías al RFC.
Un ejemplo de esto es que once proveedores se inscribieron al RFC el 10 de julio de 2017 y con el mismo número de folio, según los contratos revisados. Esto sería técnicamente imposible, ya que para la inscripción o actualización del registro fiscal ante el SAT, se genera un folio único por cada empresa.
En la misma obra la Sedena firmó un contrato con la compañía Cosamed el 10 de septiembre de 2018, sin embargo en los antecedentes que brinda el proveedor en el mismo documento, se menciona que ésta se inscribió al RFC el 14 de septiembre de 2018.
En otro de los contratos, la empresa Comercializadora Real Oaxaca (constituida en Oaxaca, pero con un domicilio fiscal en Puebla donde hay una lavandería y un local abandonado) proveyó de bienes y servicios muy variados por un costo de 1.6 millones de pesos.
Pese a que su giro comercial reportado en diversos padrones de proveedores del Gobierno de Oaxaca es el de servicios de contabilidad y auditoría, en el hospital de la mujer arrendó una impresora con 13 mil hojas, vendió topes de hule y expendedores de jabón y hasta prestó los servicios de diez personas que se encargaron de la limpieza del hospital.
Este desaseo en los procedimientos de contratación ya ha sido alertado por los órganos internos de control de la Sedena. En la adecuación del hangar presidencial, la Comisión auditora dejó asentado que no se le presentaron 11 contratos por adjudicación directa y que se detectaron pagos en efectivo, contraviniendo las condiciones establecidas.
Además, en el proceso de contratación de 16 proveedores mediante invitación a tres personas no se contó con la intervención del personal de la Contraloría General del Ejército, se lee en las observaciones. Tampoco se formalizó la conclusión laboral con los trabajadores civiles eventuales utilizados en la obra.
Al final del documento se recomendó a la Sedena impartir un curso en materia de adquisiciones y arrendamientos al personal encargado de realizar los contratos con los proveedores con la finalidad de que puedan adquirir los conocimientos necesarios para la elaboración de los mismos.
Estas fallas y el desaseo en algunos procesos de contratación se pueden deber a la urgencia que tiene la Sedena por concluir las obras, explica un proveedor de la dependencia que ha trabajo por más de diez años en los proyectos por administración directa y que pidió omitir su nombre.
Las obras bajo esta modalidad se le asignan a un ingeniero militar que debe concluir el trabajo en un tiempo récord y por ello se omiten las licitaciones públicas. “A la persona designada se le da un presupuesto y tiene la posibilidad de hacer lo que se le pegue la gana para terminar la obra en tiempo”, menciona.
El empresario explica que muchos de los proveedores utilizados no están en el padrón porque son personas contratadas eventualmente para la obra: electricistas o plomeros que llegan a prestar sus servicios y ni siquiera estaban inscritos en Hacienda o propietarios de destartalados negocios que nunca le habían vendido al gobierno.
En su caso, contó, él comenzó a venderle a Sedena porque conoció a un ingeniero militar que tenía inscritos a sus hijos en el mismo colegio que él llevaba a los suyos. “Yo en ese entonces tenía una fábrica de persianas y una vez platicando me dijo que necesitaba persianas y ahí empecé”.
Durante esta década le ha tocado ver empresas fantasmas y otras que han incumplido con los servicios contratados. “Hay de todo: compañías que de repente aparecen, surten una vez y después ya nadie sabe dónde están, y otras que surtieron mal, no se hicieron cargo y no vuelven a ser contratadas”.
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