Sin embargo, decidió que no iba a quebrarse: “Desde el primer día de la guerra me propuse no entrar en pánico. Los rusos nos bombardean para intentar destruirnos mentalmente, así que me he prohibido a mí mismo estar triste”.
Este joven de 29 años amasa más de 50 mil seguidores entre sus diversos canales de Telegram, en los que hasta ahora hablaba de viajes y de educación, y que son ahora una fuente de información sobre la guerra. Taras no quiso molestar a nadie tras perder su casa: hizo las maletas y emprendió un largo viaje de casi tres días que lo llevó a través de medio país hasta el suroeste de Ucrania.
Su historia es similar a la de millones de ucranianos y ucranianas, que han tenido que tomar la difícil decisión de abandonar sus casas y buscar refugio en otro lugar. Es el caso de Tetiana Pichkariova, de 27 años, quien trabajaba en una empresa tecnológica en Kiev, y tuvo que salir de la ciudad a toda prisa para buscar tranquilidad en Korochenky, un pequeño pueblo cerca de Zhitómir, al este de Kiev, de donde es su familia. Pero dos días después, los rusos comenzaron también a bombardear la ciudad. Le pregunté a través de Instagram cómo estaba: “Hola, bombardearon una escuela aquí esta mañana, una escuela a la que iban mis amigos. Ahora suenan las sirenas, me estoy escondiendo”, contestó.
“DORMÍ PENSANDO QUE TODO ESTABA BIEN”
Como muchos capitalinos, Tetiana no supo qué hacer en las primeras horas de invasión. Todo les agarró por sorpresa: “Estaba la cama, al lado de mi hermana, y solo estaba revisando Instagram, viendo videos de mis amigas. ¿Y sabes? Todo eran bromas, cosas alegres. Me dormí pensando que todo estaba bien. Y de repente escuché a los vecinos de arriba moviendo cosas, corriendo, y una hora después ya me marcó mi mamá. Me temblaban las manos, no sabía qué hacer”.
Miles de carros saturaron desde las principales avenidas y autopistas para entrar y salir de la capital hasta las calles más estrechas. Tetiana tardó aun dos días en decidirse a huir, pero Sofiia Kuzminska lo tuvo más claro y huyó en el primer día. “Fue una decisión extraña, porque no entendía lo que había ocurrido. Creí que solo nos íbamos a marchar por dos o tres días. Ahora me doy cuenta de que no es así”, explicó. Ella escapó hacia el sur, a la provincia central de Cherkasy, por donde fluye el famoso río Dniéper desde el norte hasta el sur de Ucrania. Sin embargo, está asustada y no quiso explicar siquiera en qué ciudad o pueblo se encuentra.
“Ahora empiezo cada día escribiendo a mis amigos y a mis familiares para saber cómo se encuentran. Si están bien o no; si están vivos, de hecho. Y no es normal escribir cada mañana “¿estás vivo?” en lugar de ‘¿cómo estás?’”, explicó la joven.
Como otros tantos miles de personas, Sofiia trata de adaptarse a esta nueva vida, y relató cómo su trabajo para el sector bancario ha cambiado. Le cuesta aprender sus nuevas labores, pero destacó que todo el mundo se esfuerza para que las cosas sigan funcionando. De sus compañeros, “muchos siguen en Kiev y trabajan en medio de los bombardeos, así que creo que de verdad son héroes”, aseguró.
TIROTEADOS POR LOS RUSOS
Quienes huyen de sus casas en grandes ciudades buscan refugiarse en pueblos o ciudades pequeñas, porque es menos probable que los rusos los bombardeen. Sin embargo, la invasión rusa amenaza con golpear a cada rincón de Ucrania. Sofiia insistió en que contase lo que le sucedió a una amiga suya en un pueblo cercano a Kiev, del cual tampoco quiso dar detalles. “La mamá de ella y un amigo trataron de moverse en coche por el centro de la ciudad. Y en la carretera que va hacia el centro se juntaron varios carros en una fila. El suyo era el último, y entonces llegaron soldados rusos y simplemente dispararon contra los coches. Alcanzaron a los dos primeros y ellos tuvieron que dar la vuelta y escapar”.
La amenaza de la brutalidad del ejército ruso está en todas partes, pero es precisamente en la región de Kiev, en esos pueblos cercanos a la capital, donde se ha sentido con más fuerza, además de, por ejemplo, en Mariúpol, en el sur.
Kateryna está ahora refugiada en Uman, una ciudad de Cherkasy situada a medio camino entre Kiev y la frontera con Moldavia. Ella es originaria de Donetsk, ciudad en guerra desde 2014 con las milicias separatistas prorrusas, pero llevaba ya muchos años en Kiev; concretamente, en el noreste de la ciudad, la primera zona a la que lograron acercarse los rusos, así que tuvo que huir a toda prisa.
La joven relató, además, cómo una amiga suya tuvo que huir con su pareja de Irpin, una pequeña ciudad cercana a Kiev muy golpeada por la guerra. El sábado 5 de marzo, un día antes de que los rusos mataran a civiles al bombardear el corredor humanitario habilitado en esa ciudad, lograron huir. Pero no fue fácil. “Se llevaron solo dos mochilas y sus dos gatos, y tuvieron que salir caminando y recorrer una distancia bastante larga. Durante todo este trayecto los rusos bombardeaban la zona, por lo que tuvieron que ir escondiéndose y corriendo, escondiéndose y corriendo hasta que finalmente lograron llegar a la iglesia, donde tras esperar mucho rato los recogió un autobús para llevarlos hasta otra ciudad. Al día siguiente, los rusos también bombardearon la iglesia”, remachó.
TEMOR EN LA CENTRAL NUCLEAR
Dormir durante una guerra, hay quienes sufren para conciliar el sueño y luego hay quienes caen rendidos a la cama. Entre estos dos grupos se repartieron los y las entrevistadas, pero incluso hay quien cree que dormir es la mejor forma de enfrentar la realidad. Es el caso de Yukhim Romantsov, que vive en Zaporiyia, la ciudad cercana a la planta nuclear atacada por los rusos.
Con un tono pausado e incluso risueño, Yukhim explicó cómo fue la noche del ataque, en la que eligió dormir: “Vi las noticias, y luego me marcó mi mamá. Me dijo que debería tomar una tableta de yodo”, pues el yodo es efectivo a la hora de frenar el daño que puede causar yodo radiactivo en la tiroides. “Pero no le hice caso. Realmente, si algo malo ocurre, no van a servir de nada las pastillas”. Esta filosofía se repitió de nuevo cuando mencionó que regresó a dormir de inmediato aquél día: “Pensé que no había razones para intentar huir, porque estamos a 50 kilómetros de la central; si hay un accidente grave nada nos puede ayudar. Si la central estalla, es mejor morir mientras duermes que entrar en pánico”, aseguró, dibujando una mueca de risa nerviosa.
DUDAS A ORILLAS DEL DNIÉPER
Apenas 50 kilómetros al norte de Zaporiyia se encuentra la ciudad de Dnipro, la gran urbe del centro del país. Allí viven Ksenia Dubina y Elya Labibova, dos jóvenes que sufrieron los primeros días de guerra de forma distinta. Elya quería marcharse, pero sus padres se acabaron negando porque eso implicaba intentar cruzar el país hacia el oeste con sus animales de granja a cuestas.
“Quedarme me causó un miedo casi animal –explicaba-. Me daba terror que llegaran tropas rusas a Dnipro, o a mi casa, y nos mataran a todos. Pero en el tercer día empecé a ver que el pueblo ucraniano está unido como nunca y cómo el ejército está haciendo todo lo que puede. Así que ahora estoy más tranquila”, relató.
En cambio, Ksenia, una joven artista y arquitecta de 21 años, se mostraba optimista y quería quedarse en Dnipro desde el inicio. Insistía en su confianza en el ejército e incluso, horas después de nuestra charla, subió una historia a Instagram donde decía: “¿Qué tanto confío en nuestros soldados? Duermo solo con la ropa interior puesta”.
Sin embargo, no todo fue tan sencillo. Con normalidad explicaba cómo seguía las alertas aéreas a través de una aplicación celular, pero esa mañana en que hablamos temió por su vida por primera vez. Estaba en la calle, haciendo fila en una farmacia para comprar medicamentos para los voluntarios de la Defensa Civil. Y empezó a sonar la alarma. Con lágrimas en los ojos, relató cómo tuvo miedo al ver desde la calle la bandera ucraniana más grande del país ondeando mientras sonaban las sirenas. Temía que fuera el fin.
Pero no fue así, y entonces relató cómo su plan era crear ilustraciones para luego venderlas como NFTs a través de una organización que dona el dinero de las ventas al ejército. Incluso detalló sus ideas: “Voy a agarrar el emoji de la llama y lo voy a rellenar de azul y amarillo (los colores de la bandera ucraniana). Y el contorno no será una línea sino frases del himno ucraniano”. Sin embargo, días después, la joven tuvo que marcharse del país con su familia y se refugió temporalmente en Düsseldorf, Alemania. Sus planes se vieron truncados: “No dibujo aquí, somos 200 personas y no me siento cómoda si saco mi laptop”.
RUSÓFONOS PERO NO PRORRUSOS
Si algo une a todos y todas las jóvenes entrevistadas es su visión política de la crisis. Nadie comprende por qué Rusia y su dictador, Vladímir Putin, comenzaron esta guerra. Kateryna es del Donbás, una de las regiones más rusófonas que hay en Ucrania, e insistió en que la división entre prorrusos y prooccidentales que se aprecia desde hace años en el relato en los medios, sobre todo occidentales, “no es tan real”.
“Yo soy de Donetsk, una zona donde todo el mundo habla ruso, y nadie nunca me ha reprochado que hable ruso”, explicó. Aceptó que hay personas en el Donbás que se sienten cercanas a Rusia, pero dijo que son “gente mayor que recuerda la Unión Soviética, y que la echa de menos”. Entre los jóvenes, es distinto, aseguró. Sobre las acusaciones al ejército ucraniano de bombardear zonas civiles en el Donbás, afirmó que es falso. “Mi familia vivió allí hasta hace cuatro años, cuando se fueron a Kiev. Ellos lo vieron, yo lo vi”, reiteró.
“Sí, hablamos ruso, pero ¿a quién le importa? ¡A nadie le importa!”, insistió Kateryna. Es una idea muy similar a la que transmite Taras, quien aseguró que la guerra le ha quitado las ganas de hablar ruso: “Es ilógico que los rusos destruyan Járkiv, porque es la ciudad donde más ruso se habla en Ucrania. Por supuesto, ahora me he cambiado a hablar ucraniano”.
“Creo que en Rusia pensaban que si venían a Járkiv la gente los recibiría con flores, pero no, los ciudadanos los recibieron con cócteles molotov y metralletas. Que hablemos ruso no significa que queramos a Rusia en nuestra casa”, advirtió el joven creador de contenido. “Mucha gente que apoyaba a Rusia comprendió incluso después de lo de Crimea y el Donbás que Rusia no es un buen amigo, es un amigo tóxico que intenta manipularte y mentirte todo el tiempo”.
LA VERDAD DE LA PROPAGANDA
La propaganda rusa también ha generado gran frustración entre los y las ucranianas. Yukhim, que es quien vive más al sur de todos los jóvenes entrevistados, y ve más de cerca los avances de sus tropas, pone un ejemplo concreto de cómo manipula la información Rusia: “En Jérson los rusos llevaron comida y demás productos a la plaza mayor para entregarlo a la población pero nadie se presentó”. Según explicó, al final optaron por irse a grabar a una ciudad cercana más pequeña, Nova Kajova, con pobladores de Crimea a los que llevaron en autobuses. Luego pasaron las imágenes en la televisión rusa diciendo que la escena ocurrió en Jérson.
“También decían en la televisión rusa que todo está bien en Járkiv, pero las imágenes que mostraban no eran de Járkiv sino de Zaporiyia, ¡mi ciudad! Eso se puede verificar”, añadió.
Yukhim se dijo decepcionado porque creyó que la propaganda televisiva rusa “funcionaría solo con la gente mayor”. “Pero ahora estoy viendo que gente de 25 o 30 años, que tiene contacto con nosotros, con Ucrania, que tienen muchos amigos aquí, no nos creen. No sé cómo es posible, cuando tienen acceso a internet”, ahondó.
UCRANIA GANARÁ LA GUERRA
En cualquier caso, al final, todos y todas tienen claro cómo creen que acabará la guerra: Ucrania ganará. “Los soldados rusos que vienen aquí no tienen ninguna motivación. Solo matan gente, no les motiva nada. Nosotros estamos protegiendo nuestro país, nuestra libertad. Conocemos la verdad, sabemos por lo que luchamos”, aseguró con contundencia Kateryna.
Y Taras agregó con igual o mayor dureza: “No esperaban que cada misil que golpea Járkiv nos uniera más y nos diera más fuerza para defendernos ante Rusia". "Los rusos no conseguirán lo que quieren y ganaremos esta guerra porque somos jodidamente fuertes”, sentenció.
Apoyo unánime a Zelenski: "Es un héroe de la nación"
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se ha erigido en una figura referencial de la resistencia ucraniana ante la invasión rusa. Los medios occidentales han contribuido a su enaltecimiento, pero el relato podría ser distinto en Ucrania. No lo es. Las encuestas indican que si su popularidad era de alrededor del 30 por ciento antes de la guerra, ahora supera el 90 por ciento.
Hay varios ejemplos de este cambio radical: “¡Zelenski era un comediante y me daba miedo tenerlo como presidente! Y no me gustaba, todo este tiempo lo odié, pero en el momento en que la guerra empezó, se convirtió en un gran líder”, opinó Ksenia.
Taras fue más allá y admitió que sigue “teniendo dudas sobre algunos de los políticos de su partido”. Pero agrega: “Todo esto lo deberemos resolver después de la guerra; ahora mismo es mi presidente y estoy contento. Creo que tiene unos huevos de acero, es un héroe para toda la nación”.
“Yo era muy escéptica; no me creí que era un hombre sin ninguna experiencia política pudiera ser un buen líder, pero ahora está haciendo su trabajo bien. Ahora mismo no importa por quién votamos. Tenemos una guerra y el presidente está con nosotros y está haciendo todo lo que puede, así que estoy muy agradecida”, relató Elya.
Yukhim fue más resolutivo y aseguró: “Es el mejor presidente y no hay más que decir, creo que todos los ucranianos lo apoyamos”.
Kateryna fue la única que comentó abiertamente que lo apoyaba ya en su campaña electoral. Admitió que mucha gente se desencantó con su gobierno, pero “ahora, cuando no huyó y se quedó con la gente y a luchar por el país, prácticamente todo el mundo lo apoya”, sentenció.
Por su parte, Tetiana explicó: “Mi percepción sobre Zelenski ha cambiado completamente, porque entiendo cómo debe actuar un líder y creo que mucha gente en Ucrania se está comportando de forma igualmente valiente porque tienen un ejemplo verdaderamente bueno”.
“No voté, ni por Zelenski ni por nadie, porque no me gusta la política. Pero ahora mismo, si hubiera unas elecciones, votaría por él”, aceptó Sofiia.
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