El principal problema de violencia que enfrenta México tiene que ver con jóvenes matando jóvenes en el espacio público; una de las manifestaciones de lo que se conoce como violencia urbana. El problema, como casi todos en la actualidad, es complejo. Mucho se ha hablado de las causas de la crisis de violencia actual: pobreza, adicciones, embarazo temprano, estilos parentales coercitivos, desigualdad, hacinamiento, corrupción, entre otras. Abordar el problema desde esa amplitud lo hace parecer irresoluble, al menos en el corto plazo. Sin embargo, mucho se ha aprendido sobre como reducir la violencia urbana en los últimos años.
Probablemente el libro más relevante de 2019 en la materia sea Bleeding Out de Thomas Abt. No sólo por su rigor metodológico, sino porque su premisa fundamental es contraintuitiva a la narrativa dominante sobre el tema de los últimos años, al menos en México. Se ha repetido hasta el cansancio que para reducir la violencia en México es necesario atender las causas sociales que la originan. Bajo esta premisa, desde el enfoque epidemiológico se impulsaron diversos programas de prevención social de la violencia como el extinto subsidio del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia (Pronapred) que buscaban atender los factores de riesgo (embarazo infantil o adolescente, adicciones, falta de oportunidades, deserción escolar, etc.). Sin embargo, Abt sostiene, tras una exhaustiva revisión sistemática de prácticas dirigidas a prevenir y reducir la violencia urbana, que el factor clave para reducir la violencia es concentrarse en la violencia misma. No es una postura en contra de los programas sociales que pretenden atender las causas de la violencia, simplemente se argumenta que lo primero es detener la hemorragia.
En su estudio, Abt encuentra que la violencia tiende a concentrarse en muy pocas personas, lugares y comportamientos. Desde esta perspectiva, sólo un pequeño porcentaje de personas —en un número reducido de lugares y a través de un grupo específico de comportamientos— ocasionan la mayoría de la violencia.
Concentrar los esfuerzos de las instituciones gubernamentales en esas personas, lugares y comportamientos es más eficiente que perseguir delitos o generar estrategias de prevención de forma generalizada.
Lograr cambios en ese pequeño número de personas, lugares y comportamientos puede generar grandes reducciones en los niveles de violencia. Aunado a lo anterior, es importante mantener el enfoque en la violencia. Por supuesto, existen muchas otras actividades y conductas ilícitas que sería deseable eliminar (por ejemplo, el tráfico ilegal de drogas o armas) pero la sugerencia de Abt es comenzar por la violencia.
Algunas de las prácticas que Abt encuentra como particularmente exitosas en la reducción de la violencia son la Gun Violence Reduction Strategy y la denominada Operation Ceasefire impulsada por David Kennedy,1 también encuentra resultados prometedores en la práctica Cure Violence. Los tres programas comparten tres características: focalización, balance y legitimidad.
La focalización permite hacer mas con menos, utilizar los limitados recursos de las instituciones en aquellas personas y lugares que presentan mayor riesgo. El balance permite combinar acciones de prevención social con el uso y amenaza del castigo, es un reconocimiento a las limitantes de la actividad policial para disminuir la actividad violenta y delictiva. La legitimidad abre la oportunidad para la colaboración entre comunidad, sociedad civil y gobierno. Una comunidad que no confía en su policía y posibles victimarios que perciben la actuación policial como discrecional, difícilmente cooperarán con las autoridades.
Lograr lo anterior implica, conforme a los resultados de Abt, que los programas exitosos para reducir la violencia urbana cumplan de alguna u otra forma con los siguientes pasos. Primero, sean capaces de identificar las personas, lugares y conductas que concentran la mayor cantidad de violencia. Segundo, establezcan alianzas con los liderazgos de la comunidad y organizaciones de la sociedad civil capaces de llegar a esas personas y lugares. Tercero, hagan saber a las personas que concentran la mayor proporción de la conducta violenta que están identificados, que la intención de autoridades, sociedad civil y comunidad es ayudarlos a salir del espiral de violencia y para eso ponen a disposición una cantidad significativa de recursos y opciones, pero que si no cesan en la conducta violenta se utilizarán todos los recursos necesarios para detenerlos, lo que en ingles se denomina pulling all levers. Cuarto, que incluyan componentes de terapia cognitivo-conductual, los cuales han demostrado resultados positivos en mejorar la capacidad de autocontrol, de solución de conflictos por la vía pacífica, así como en otras habilidades para la vida. Por último, que se acompañen con acciones de mejoramiento del entorno y mayor presencia policial en las esquinas o cuadras que presentan el riesgo más elevado.
Atender las causas que originaron la crisis de violencia es un objetivo loable y que merece la pena perseguirse de forma paralela, pero no es la solución, al menos en el corto o mediano plazo, a la crisis de violencia urbana. Detener la hemorragia implica concentrarse primero en la violencia misma. Focalizar los esfuerzos en aquellas personas y lugares que concentran el mayor porcentaje de la violencia es una forma efectiva de salvar vidas hoy conforme a la evidencia de más de 30 años en la materia. La relación causal corre en dos vías, también la violencia alimenta la pobreza y la desigualdad. Por un lado hay que empezar, una forma de hacerlo es atender la violencia misma desde una perspectiva balanceada y legítima.
fuente.-José Andrés Sumano Rodríguez
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