Hace unas semanas José Antonio Meade publicó en redes sociales un mensaje en el que calculó las pérdidas económicas asociadas a la cancelación del aeropuerto de Texcoco en 145,000 millones de dólares.
La publicación se volvió viral, generando reacciones de diversos actores políticos, entre las que destacó la respuesta del nuevo Secretario de Comunicaciones y Transportes (y responsable del proceso de cancelación) quien calificó el ejercicio como las "cuentas alegres de un hombre triste".
Llama la atención la utilización del término "cuentas alegres", sobre todo porque las cifras utilizadas por el exsecretario de Hacienda provienen de fuentes oficiales como el INEGI, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) y la Dirección General de Aeronáutica Civil, además de explicar, en una publicación posterior, la metodología utilizada para realizar el cálculo.
Si bien el término no aportó al debate de los costos de la cancelación del aeropuerto (el secretario se abstuvo de contraargumentar con cifras o información que desmintiera la estimación del excandidato), bien puede ser utilizado para describir algunas de las propuestas durante la campaña y en las primeras semanas de gobierno de la nueva administración.
Las estrategias al vapor para combatir el robo de combustibles no han carecido de sus propias cuentas alegres.
Durante varios meses, antes de ser electo, y en repetidas ocasiones dentro del texto del Proyecto de Nación, nuestro hoy presidente argumentó que, "de acuerdo con estimaciones del Banco Mundial", la corrupción cuesta al país aproximadamente 9% del PIB. Dichos recursos equivaldrían aproximadamente a 500 mil millones de pesos a utilizarse en la implementación de su ambiciosa agenda social.
La realidad es que no existe un documento del Banco Mundial que calcule o evidencie que la corrupción cuesta 9% del PIB. Tomar como bueno ese dato, convertirlo a pesos y construir su plataforma sobre un dato no confirmado, bien podría describirse como una "cuenta alegre". Esto no implica que no exista corrupción en el país y que tenga un costo, pues existen estimaciones que ubican este costo desde 0.4% hasta el 10% del PIB, pero la realidad es que no hay certeza de cuánto se logre "ahorrar". Y la situación se "alegra" más si aparte damos por buenas las promesas de aumentar la base de beneficios sin aumentar impuestos.
El presupuesto evidenció la alegría en los cálculos, pues aparentemente, los ahorros por combate a la corrupción no fueron suficientes ni siquiera para mantener un gasto inercial de secretarías encargadas de sectores claves como Medio Ambiente (con un recorte del 32% de presupuesto), Comunicaciones y Transportes (-24.4%), Función Pública (-27.2%) y Salud (-3.2%). Esto a pesar de que estas dependencias serán las responsables de implementar promesas de gran calado como ampliar el Fondo para el Cambio Climático, construir otro aeropuerto en la base militar de Santa Lucía, erradicar la corrupción de las instituciones de gobierno y ofrecer servicios de salud y medicinas gratuitas para toda la población.
La "alegría" en las cuentas presupuestales es un rasgo más común entre los cuartos transformadores que entre los tecnócratas neoliberales.
Las estrategias al vapor para combatir el robo de combustibles no han carecido de sus propias cuentas alegres. De acuerdo con las cifras presentadas por el nuevo gobierno, este fenómeno delictivo provoca pérdidas al erario por 60 mil millones de pesos al año, de ahí la relevancia de convertir su combate en una prioridad de Estado.
No obstante, la estrategia ha generado otras pérdidas significativas. De acuerdo con la Coparmex, tan solo en Michoacán, Querétaro y Guanajuato, las pérdidas superaron los mil millones de pesos durante los primeros días de la estrategia, y aún no se contabilizan los estragos económicos ocurridos en la capital del país, en donde ya comienza a regularizarse el abasto de combustibles.
A la vez, las pérdidas económicas por la caída en ventas de gasolina ascienden a más de 10 mil millones de pesos, de acuerdo con cifras de la Asociación Mexicana de Empresarios Gasolineros. Esto no parece preocupar a muchos porque a simple vista pareciera una afectación de un grupo reducido de actores privados, pero en realidad se está generando un hoyo considerable en las finanzas públicas por el dinero que no se está recaudando por los impuestos de consumo de gasolinas.
Ni siquiera entraré a debatir el costo de la compra, costos asociados por utilización y mantenimiento de las pipas que ahora se adquirirán, al vapor también, para enfrentar el desabasto y que, al menos de lejos, parece comerse poco a poco los beneficios económicos de emprender esta cruzada.
Partiendo de estos tres ejemplos, no es descabellado decir que la "alegría" en las cuentas presupuestales es un rasgo más común entre los cuartos transformadores que entre los tecnócratas neoliberales.
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