Fue una lucha sin tregua. A vida y muertes. Casi cinco años de persecución incansable por carreteras, montañas, callejuelas y tejados. Cinco años en los que un hombre se convirtió en la mayor obsesión de otro hombre. Y en el espacio de tiempo y estrategia que separó a ambos hubo cadáveres (coches-bomba o tiros a bocajarro a diario), traiciones y secuestros tan increíbles que incluso inspiraron una novela de Gabriel García Márquez. El realismo mágico, superado por la brutal realidad colombiana de principios de la década de los 90.
De un lado estaban los Extraditables, cuyo máximo exponente fue Pablo Escobar, líder del cártel de Medellín, y sus acólitos. Del otro, César Gaviria, máxima autoridad de Colombia entre 1990 y 1994, y sus asesores. El político fue el responsable último de las decisiones que acabaron con la vida de Escobar en diciembre de 1993, pero el ex dirigente ya no es el de entonces.
A sus 70 años, después de vivir el secuestro de un hermano, liberado luego por Cuba, el asesinato de una hermana a manos de las FARC y con la perspectiva que da la lejanía de los acontecimientos, afirma haber cambiado de mentalidad: «Las políticas para combatir las drogas han hecho más daño que las drogas mismas».
El hombre que para cazar a Escobar recurrió al Bloque de Búsqueda (una unión de las fuerzas del orden dedicadas exclusivamente a capturar al narco más buscado) y a Los Pepes (un escuadrón de la muerte); el hombre que asistió al auge del narcoterrorismo y presenció cómo la violencia se apoderaba de todos los ámbitos ha firmado junto a otras 24 personalidades -como Kofi Annan, Javier Solana, Mario Vargas Llosa y Richard Branson- un informe que aboga por abolir cuanto antes las leyes punitivas. También critica abiertamente a los gobiernos que siguen actuando bajo la premisa de lograr «un mundo libre de drogas» porque se trata deuna «meta imposible».
Es decir, la persona que se obsesionó con acabar con el cártel de Medellín considera ahora que es posible que todos estuvieran equivocados. «Llevamos 60 años de políticas de drogas erróneas», dice literalmente. «Para mitigar los daños de tantas medidas desacertadas es necesario descriminalizar la posesión de drogas para uso personal». Así de claro.
«Esto no acaba con la entrega de Escobar... esto acaba con su muerte», dice el actor que interpreta a Gaviria en Narcos, la serie que ha devuelto a la actualidad aquella guerra entre higüeputas, gonorreas, bastardos y malparíos. El ex presidente se ve bien reflejado. La realidad que vivió fue más dura de la que muestra la pantalla. Es difícil contabilizar las bajas en ese periodo, pero sólo a Escobar se le atribuyen 4.000 muertes.
'Narcos' ha vuelto a popularizar su figura. ¿La ha visto?
- Creo que esa serie, como El Patrón del mal, refleja muchas de las realidades que tuvimos que confrontar en esa época. Desde luego que se corre el riesgo de que la sociedad mire las series con ambigüedad, pero eso no es culpa de las series, sino de la propia ciudadanía.
- ¿Le preocupa que la ficción pueda idealizar la figura del narco?
- No creo que ninguna de las dos series haya convertido a los narcos en héroes. Lo que sí hicieron fue mostrar que aun en medio de la peor perversidad conservaban algunas virtudes humanas.
Las respuestas llegan 18 días después de la primera pregunta. Gaviria, de vacaciones, acepta una entrevista con PAPEL por email y tras pasar por dos intermediarios. Pero superada la barrera de contención es generoso en explicaciones. «Es necesario aceptar que hay valores humanos positivos en los peores criminales. Puede que Pablo Escobar haya sido buen hijo o buen padre o buen esposo, porque aunque tuvo un hogar disfuncional, quiso a su mujer», dice quien conoció de primera mano a los protagonistas de Narcos, donde los personajes ni son del todo santos ni del todo demonios.
El documento que lleva la rúbrica de Gaviria y otros líderes mundiales, elaborado por la Comisión Global de Políticas de Drogas, señala que uno de los problemas de Colombia en esta lucha es «la corrupción de la policía».
Pero Gaviria va más allá. «El enfoque de que la lucha contra las drogas corrompe sólo a la policía es escapista y engañoso. En mi país tenemos la experiencia (entre ellas, la fuga de Escobar) de que corrompe todas las fuerzas de seguridad, todas las ramas del poder público. También corrompe la sociedad civil y los medios de comunicación. El mercado de drogas ilícitas ha canalizado enormes cantidades de dinero a manos del crimen organizado. Tienen todos los medios para corromper a los funcionarios». Plata o plomo.
- ¿La sociedad está preparada para debatir la no criminalización de las drogas?
- La gente se está dando cuenta de que no sólo han fallado décadas de prohibición para frenar el comercio de drogas, sino que se están dando cuenta del terrible impacto en las vidas humanas de la prohibición. [...] Es hora de hablar abiertamente de la despenalización como el camino más efectivo para abordar la situación.
- De perseguir incluso a los eslabones más bajos y débiles de la cadena, como a los niños que actuaban de confidentes de Escobar, Gaviria ha pasado a criticar abiertamente la política seguida por sus sucesores de «erradicación forzada de cultivos ilícitos y criminalización de los agricultores».
Ahora es consciente de que muchos de ellos son pobres y, a menudo, no tienen otra alternativa que plantar coca. «Erradicar sus cultivos significa eliminar sus medios de subsistencia y destruir comunidades enteras. Hay que desarrollar políticas de colaboración y apoyarlos en vez de quitarles la comida de la boca», defiende.
Insiste el ex presidente, que luego fue secretario general de la OEA y volvió a liderar el partido liberal, en que tenemos una imagen distorsionada del problema, porque nos parecen todos adictos. «¡No es el caso!», sostiene. Igual que «los que beben una copa de vino no son alcohólicos, el 90% del consumo de drogas no es problemático». Pero «muchos no lo quieren ver y por eso no hacen nada».
Ya lo dice Escobar en Narcos: parece que «a los hombres de siempre no les importan los niños de nunca».
PUBLICADO por :Diario Español/
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