México en plena reconciliación. México instalado en la política del perdón. México dejando atrás viejas peleas para inaugurar nuevos acuerdos.
Así lo demuestran las alabanzas, piropos y buenos deseos intercambiados entre AMLO y José Antonio Meade en un debatido desayuno. Acérrimos enemigos ahora convertidos en amables interlocutores. El antisistémico ahora avalando a quien lo representó. El destructor del viejo régimen hablando con quien lo apuntaló.
Y eso es bueno no sólo porque entraña sanar heridas, reconstruir puentes quemados, reemplazar la denostación incendiaria por el debate deliberativo. El Presidente electo con 53 por ciento de la votación busca gobernar para el otro 47 por ciento que no sufragó en su favor. Señales de avance, de madurez, de entendimiento sobre cómo funciona la democracia; ni el ganador gana todo ni el perdedor pierde todo.
Pero la reunión saca ámpulas por otros motivos. Recuerda lo pendiente, lo inacabado, lo que falta por hacer. El pasado sigue estando presente.
Aunque Meade hoy ya sea catalogado como un hombre "honorable" y "decente", el régimen priista para el cual trabajó sigue estando ahí, impune e intocado. Aunque Bartlett hoy haya sido redimido por su defensa del sector energético en los últimos años, su papel en el caso Buendía y el fraude de 1988 permanece oculto, inexplorado e indefendible.
Ambos son ejemplos de la impunidad que el Gobierno entrante debe combatir si busca realmente romper con el pasado. Habría que encararlo, no ignorarlo. Habría que investigarlo, no taparlo. No se trata de emprender una cacería de brujas, sino de evidenciar los abusos y la corrupción del Estado para evitar su repetición.
La reconciliación no está reñida con la rendición de cuentas; la Cuarta Transformación no debería significar una amnesia obligada. Si en lugar de verdad y justicia, AMLO opta por perdón y olvido, estaremos condenados a repetir lo que no castigamos.
Ese Estado impune desde 1968 y "El Halconazo" y la guerra sucia de los 70 y el "fraude patriótico" de 1986 en Chihuahua y la "caída del sistema" en 1988.
Ese Estado rapaz que -vía el capitalismo de cuates y el sindicalismo corporativo- se fue comiendo las ganancias de Pemex, comprando clientelas, financiando privilegios.
Ese Estado corrupto que en el sexenio actual lo fue más que nunca con la "Casa Blanca" y Odebrecht y la "Estafa Maestra" y OHL y los desvíos a Duarte y los Gobernadores bajo investigación y las empresas fantasma de Sedesol y el uso político del Ramo 23, entre tantas corruptelas más.
Ese pasado que como sugiere William Faulkner "Nunca está muerto. Ni siquiera es pasado". Sigue vivo porque las peores conductas que lo caracterizan no han sido aireadas o sancionadas. Y si AMLO ofrece "borrón y cuenta nueva", será imposible edificar un futuro democrático sobre los cimientos de un pasado negado y olvidado.
Eso hizo Vicente Fox: romper la promesa de crear una Comisión de la Verdad para investigar a sus predecesores, con tal de no incurrir en la ira del PRI. Promovió la reconciliación y también permitió la impunidad. Por ello los secretos, los abusos, la corrupción y la violencia perpetrada por el propio Estado continuaron.
Y continúan. Como ocurre hoy con Odebrecht y Emilio Lozoya; con Sedesol y José Antonio Meade; con Gobernación y Bartlett; con Hacienda y Duarte.
Si cada uno de esos casos emblemáticos no es investigado a fondo y sancionado, la corrupción continuará aunque el Presidente en puerta sea un hombre honrado e incorruptible. No es un asunto de moral personal, sino de incentivos institucionales; no es un tema de barrer las escaleras, sino de remodelar la casa.
Eso entrañaría -entre otros cambios- una reforma al Artículo 102 constitucional para que la PGR podrida de hoy se transforme en la #FiscalíaQueSirva de mañana. Una institución profesional, autónoma que investigue el presente en tiempo real y el pasado sin fecha de caducidad para los corruptos.
Y para quienes dicen que lidiar con el pasado no le corresponde a AMLO, mientras citan La Biblia para justificar el perdón de los pecados, habría que recordar las promesas de campaña, las esperanzas encendidas, las expectativas generadas.
Quienes votaron por López Obrador merecen saber qué pasó para que ya no siga pasando. El ayer camina con nosotros -escribía William Golding- y sólo mirando dónde caímos como país evitaremos tropezar de nuevo.
Fuente.-Denise Dresser/opinion@elnorte.com
(Imagen/WEB)
Así lo demuestran las alabanzas, piropos y buenos deseos intercambiados entre AMLO y José Antonio Meade en un debatido desayuno. Acérrimos enemigos ahora convertidos en amables interlocutores. El antisistémico ahora avalando a quien lo representó. El destructor del viejo régimen hablando con quien lo apuntaló.
Y eso es bueno no sólo porque entraña sanar heridas, reconstruir puentes quemados, reemplazar la denostación incendiaria por el debate deliberativo. El Presidente electo con 53 por ciento de la votación busca gobernar para el otro 47 por ciento que no sufragó en su favor. Señales de avance, de madurez, de entendimiento sobre cómo funciona la democracia; ni el ganador gana todo ni el perdedor pierde todo.
Pero la reunión saca ámpulas por otros motivos. Recuerda lo pendiente, lo inacabado, lo que falta por hacer. El pasado sigue estando presente.
Aunque Meade hoy ya sea catalogado como un hombre "honorable" y "decente", el régimen priista para el cual trabajó sigue estando ahí, impune e intocado. Aunque Bartlett hoy haya sido redimido por su defensa del sector energético en los últimos años, su papel en el caso Buendía y el fraude de 1988 permanece oculto, inexplorado e indefendible.
Ambos son ejemplos de la impunidad que el Gobierno entrante debe combatir si busca realmente romper con el pasado. Habría que encararlo, no ignorarlo. Habría que investigarlo, no taparlo. No se trata de emprender una cacería de brujas, sino de evidenciar los abusos y la corrupción del Estado para evitar su repetición.
La reconciliación no está reñida con la rendición de cuentas; la Cuarta Transformación no debería significar una amnesia obligada. Si en lugar de verdad y justicia, AMLO opta por perdón y olvido, estaremos condenados a repetir lo que no castigamos.
Ese Estado impune desde 1968 y "El Halconazo" y la guerra sucia de los 70 y el "fraude patriótico" de 1986 en Chihuahua y la "caída del sistema" en 1988.
Ese Estado rapaz que -vía el capitalismo de cuates y el sindicalismo corporativo- se fue comiendo las ganancias de Pemex, comprando clientelas, financiando privilegios.
Ese Estado corrupto que en el sexenio actual lo fue más que nunca con la "Casa Blanca" y Odebrecht y la "Estafa Maestra" y OHL y los desvíos a Duarte y los Gobernadores bajo investigación y las empresas fantasma de Sedesol y el uso político del Ramo 23, entre tantas corruptelas más.
Ese pasado que como sugiere William Faulkner "Nunca está muerto. Ni siquiera es pasado". Sigue vivo porque las peores conductas que lo caracterizan no han sido aireadas o sancionadas. Y si AMLO ofrece "borrón y cuenta nueva", será imposible edificar un futuro democrático sobre los cimientos de un pasado negado y olvidado.
Eso hizo Vicente Fox: romper la promesa de crear una Comisión de la Verdad para investigar a sus predecesores, con tal de no incurrir en la ira del PRI. Promovió la reconciliación y también permitió la impunidad. Por ello los secretos, los abusos, la corrupción y la violencia perpetrada por el propio Estado continuaron.
Y continúan. Como ocurre hoy con Odebrecht y Emilio Lozoya; con Sedesol y José Antonio Meade; con Gobernación y Bartlett; con Hacienda y Duarte.
Si cada uno de esos casos emblemáticos no es investigado a fondo y sancionado, la corrupción continuará aunque el Presidente en puerta sea un hombre honrado e incorruptible. No es un asunto de moral personal, sino de incentivos institucionales; no es un tema de barrer las escaleras, sino de remodelar la casa.
Eso entrañaría -entre otros cambios- una reforma al Artículo 102 constitucional para que la PGR podrida de hoy se transforme en la #FiscalíaQueSirva de mañana. Una institución profesional, autónoma que investigue el presente en tiempo real y el pasado sin fecha de caducidad para los corruptos.
Y para quienes dicen que lidiar con el pasado no le corresponde a AMLO, mientras citan La Biblia para justificar el perdón de los pecados, habría que recordar las promesas de campaña, las esperanzas encendidas, las expectativas generadas.
Quienes votaron por López Obrador merecen saber qué pasó para que ya no siga pasando. El ayer camina con nosotros -escribía William Golding- y sólo mirando dónde caímos como país evitaremos tropezar de nuevo.
Fuente.-Denise Dresser/opinion@elnorte.com
(Imagen/WEB)
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