Los agentes especiales de México y Estados Unidos tomarán el control en el trayecto hacia el lugar de la reunión y vigilarán la calle de Chihuahua y otras aledañas.
Martha Rangel, del puesto de dulces, no podrá vender mientras parte del equipo de Trump este en la casa de transición de AMLO.
Dos enclenques guardias de seguridad privada resguardaban la casa lopezobradorista donde estarán los enviados de Donald Trump...
—¿Quién cuidará a los gringos –se preguntó a uno de ellos; en la camisola tenía el nombre de L. A. Alonso.
—Pues nosotros meros, ¿quién más? Nos la vamos a rifar —alardeó mientras alargaba el cuerpo y empujaba el pecho.
Su compañero, más cauto, encaró con cierto heroísmo: “¿Y por qué la pregunta? No vaya ser usted un espía”.
Solventada la duda, optó por la chanza: “Creo que ese tal Pompeo y los otros están ya bastante grandecitos para que se cuiden solos”.
Ambos trabajan en la empresa Seguridad Privada, Patrimonial y Personal (SPPP), encargada de custodiar la casa de transición del tabasqueño desde hace semanas. Fue constituida apenas hace 3 años por el exmilitar y exdirector de la Policía Bancaria e Industrial José Pedro Vizuet Bocanegra, quien debió renunciar a esta última corporación tras ventilarse en un video cómo festejaba su cumpleaños en la oficina, en los brazos de la directora de planeación, entre botellas, tríos y caballitos de tequila. “Échense El Querreque”, se escucha en medio de la farra.
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Al interior del inmueble, sus subordinados serán los encargados de brindar seguridad a la comitiva estadunidense: el Secretario de Estado Mike Pompeo, el Secretario del Tesoro Steven Mnuchin, la Secretaria de Seguridad Kirstjen Nielsen, el yerno y asesor trumpista Jared Kushner y otros funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en México, quienes este día realizarán una visita de cortesía al presidente electo.
Ni el Servicio Secreto de EU ni el Estado Mayor Presidencial tomarán el control dentro de la casa, se concentrarán en el trayecto hacia el lugar de la reunión y vigilarán la calle de Chihuahua y otras aledañas. “En la zona interior nosotros seremos los responsables”, adelantó Marcelo Ebrard, propuesto por AMLO para canciller.
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“Tomaremos algunas providencias para que puedan llegar y accesar a la casa, y que la reunión se lleve normalmente, procurando que las molestias al área circunvecina sean las menos posibles”, añadió.
—¿Permitirán al Servicio Secreto revisar las instalaciones?
—No estará permitido.
A partir de las 18 horas de ayer se ordenó cerrar el tránsito vehicular. La delegación Cuauhtémoc ofreció a los vecinos el pago de estacionamiento en una pensión cercana. No se permitirá el ingreso de autos hasta hoy después de las tres de la tarde.
El paso peatonal sólo estará prohibido del mediodía a las 15:00 horas, pues se cerrará la calle de Chihuahua, en el tramo de Insurgentes a Monterrey.
Enviados delegacionales caminaron ayer casa por casa, con sus alertas y anuncios restrictivos.
“No pueden sacar a los perritos ni a orinar”, decía uno de los empleados.
—¿No puedo salir ni al mercado? —preguntó una de las vecinas.
—Nada, de 12 a 3 nadie puede estar afuera, es mejor encerrarse y esperar a que termine el show.
Todos aceptaron las condiciones, a excepción de una anciana, quien refirió diversas enfermedades y una constante necesidad de hospitalización.
“Muy seguido debo llamar a la ambulancia, ¿qué tal si cuando estén los gringos me siento mal?”.
—No piense eso, manténgase tranquila, porque las ambulancias tampoco podrán pasar —advirtió el mensajero de la Cuauhtémoc.
Las principales rabietas vinieron de cuatro comerciantes, quienes todos los días montan sus puestos en al área limítrofe de avenida Insurgentes: una chilaquilera, una tortera y dos vendedores de dulces…
“De plano me dijeron que ni me pusiera, porque corría el riesgo de que destrozaran mi puesto”, se quejó doña Martha Rangel. Desde hace 14 años vende caramelos, cigarros, aguas y refrescos en este punto.
“Voy a perder mi día, ni modo, pero voy a estar cazando al Peje cuando pase por aquí”.
—¿Para qué?
—Para que me pague el día, que se moche, o al menos que me considere en uno de sus programas.
—¿Usted votó por él?
—No voté por nadie, no sabe uno ni a quién creerle.
—¿Y cuánto perderá por no trabajar?
—Por lo menos unos 500 pesos, a lo mejor para él no es mucho, pero para mí sí, porque con esto mantengo a mis hijos: tengo uno en la secundaria. Y vamos al día…
A unos metros, doña Rocío Flores ofrecía chilaquiles, tamales, pan y café. Lo hace desde hace cinco años. “Voy a llegar a las seis de la mañana y levantaré el puesto temprano, antes de que vengan estos hombres. Querían que no me pusiera, pero el viernes es un buen día”.
“Hubieran avisado siquiera tres días antes, así le va uno midiendo el agua a los camotes. Pero ya compré todas las cosas, la comida, si no salgo a vender todo se echará a perder. Perdería unos dos mil pesos”.
Don Isidro, otro de los dulceros, tomó la noticia con más calma, al menos al principio. “Pu´s ya qué”, contestó a los burócratas y siguió con su desayuno de tacos de canasta y salsa borracha.
—¿A qué hora se van a ir éstos? —alcanzó a preguntar después de algunos minutos, consumido el menú canastero.
—Hasta después de las tres.
—Pues a esa hora me voy a poner, porque mi familia no puede dejar de comer. ¿Quién me va a dar los 600 que gano aquí? Yo ni conozco a esos cuates y ni voté por Obrador…
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