A ocho años de la muerte del narcotraficante Ignacio Coronel Villarreal, la violencia en Jalisco ha subido considerablemente.
En 2008, dos años antes de ser abatido y cuando concentraba el poder de los negocios criminales de Jalisco, hubo apenas 462 homicidios dolosos en todo el año. En 2011, ya en plena guerra por la plaza, fueron mil 222 asesinatos y en 2017 se rompió el récord histórico al alcanzar mil 552 casos.
Quien fungía como operador del Cártel de Sinaloa en Jalisco, fue abatido el 29 de julio de 2010 tras un operativo de la Secretaría de la Defensa Nacional, en Colinas de San Javier.
Con ello, el que era refugio de las familias de los capos se transformó en un territorio más en disputa, explicó Rodrigo Soto Morales, profesor de la Universidad Panamericana especializado en Seguridad Nacional.
"Efectivamente ahí empieza lo que hoy seguimos sufriendo con el abatimiento de Nacho Coronel, el señor feudal en Jalisco, empieza una historia muy dura para nuestro Estado pero también para el resto del país, porque de ahí se viene la dispersión del Cártel de Sinaloa.
"La historia de Guadalajara de cara al narcotráfico siempre había sido muy clara, ha sido una sede de operación, una sede de planeación y una sede de las familias de los grandes capos, desde Caro Quintero", explicó el profesor.
De acuerdo con informantes, desde que tomó la plaza de Guadalajara, Coronel impuso una estrategia de cero confrontación con las autoridades y a sus hombres les prohibía extorsionar o secuestrar, pues advertía que su negocio era el tráfico de drogas.
El capo incluso usaba el alias de "Carlos Lamadrid" para pasar desapercibido entre sus vecinos.
A ocho años de la muerte de Nacho Coronel la narcoguerra en Jalisco ha arreciado y parece no tener fin.
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