En la penumbra de su habitación, Jessica Molina sólo podía ver la luz roja de la mira del rifle proyectada en la frente de su esposo, José Daniel Trejo, de quien no sabe nada desde aquel martes en que sujetos vestidos de marinos se lo llevaron de su casa, en Nuevo Laredo, Tamaulipas.
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"Ya estaba resignada, ya estaba hablando con Dios, dije, me van a matar porque se están llevando a mi esposo y van a decir: para que esta no diga nada, le damos un plomazo", cuenta Jessica en entrevista.
"Vacían mi bolsa en la mesa, y lo primero que sale es mi pasaporte azul; voltea el encargado del operativo y me dice '¿Usted es ciudadana americana?' Le digo que sí. Inmediatamente da la orden: respétenle las pertenencias a la señora".
Jessica, de 37 años, y José Daniel, de 41, estaban en su casa, en la Colonia Mirador, ella viendo la tele, reponiéndose de una operación, y él durmiendo en el piso, desnudo, cuando minutos antes de la una de la mañana del 27 de marzo pasado, unos seis sujetos tumbaron la puerta y sometieron a su esposo.
"Te digo que eran marinos, porque iban equipados completamente, no vengas con que son 'clones', tenían el letrero ese de la Marina aquí (en el pecho), y no era un vil parche chafa", comenta molesta por la excusa que le han dado las autoridades.
Jessica, cuyo caso es uno de los documentados por la Oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, está convencida que fueron marinos quienes se llevaron a su esposo.
Explica que no decían groserías, se expresaban propiamente y se dirigían con respeto al encargado del operativo. Cuando dijo que se sentía mal le acercaron sus pastillas y un vaso con agua, cosa que duda que un criminal hiciera. Y por la manera en que se movían y agarraban las armas, cree que tenían entrenamiento especial.
Jessica y José Daniel radican desde hace 12 años en Laredo, Texas, pero construyeron una casa en Nuevo Laredo, Tamaulipas, porque de ahí es la familia de él.
Estaban en Tamaulipas porque a ella la operaron por cáncer el 20 de marzo en Monterrey y querían evitar el cruce fronterizo. El día de los hechos, le iban a quitar los puntos de su operación.
Ese día, aunque recuerda haber escuchado que alguien dijo que estaban en la casa equivocada, los sujetos también se llevaron a Gabriel Gaspar, un amigo de su esposo que buscaba cruzar a Estados Unidos y se había quedado a dormir con ellos.
Después de interrogar a José Daniel, los uniformados tomaron su celular, vieron algo y le dijeron "este fuiste tú", y se lo llevaron.
Jessica cree que vieron el video de una ejecución que le habían mandado a su esposo por Whatsapp, pero asegura que había estado circulando en redes sociales.
Como pudo, convaleciente por la operación, llegó con sus vecinos. Ellos le dijeron que antes habían entrado a su casa, tenían miedo y no la dejaron usar el teléfono, pero la llevaron con sus suegros.
Ella pensó que todo había durado 10 minutos, pero grabaciones de cámaras de seguridad mostraron que en realidad fue media hora.
Apenas amaneció, acudió a la delegación de la PGR. Iban a buscar a su esposo, pensó que lo tenían detenido, pero terminó levantando una denuncia por desaparición forzada.
Al cabo de cuatro horas, el agente del Ministerio Público aventó su denuncia a la cima de una pila de papeles.
"Me dice, 'ah, ya llevamos 14'", cuenta Jessica.
"Vacían mi bolsa en la mesa, y lo primero que sale es mi pasaporte azul; voltea el encargado del operativo y me dice '¿Usted es ciudadana americana?' Le digo que sí. Inmediatamente da la orden: respétenle las pertenencias a la señora".
Jessica, de 37 años, y José Daniel, de 41, estaban en su casa, en la Colonia Mirador, ella viendo la tele, reponiéndose de una operación, y él durmiendo en el piso, desnudo, cuando minutos antes de la una de la mañana del 27 de marzo pasado, unos seis sujetos tumbaron la puerta y sometieron a su esposo.
"Te digo que eran marinos, porque iban equipados completamente, no vengas con que son 'clones', tenían el letrero ese de la Marina aquí (en el pecho), y no era un vil parche chafa", comenta molesta por la excusa que le han dado las autoridades.
Jessica, cuyo caso es uno de los documentados por la Oficina en México del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, está convencida que fueron marinos quienes se llevaron a su esposo.
Explica que no decían groserías, se expresaban propiamente y se dirigían con respeto al encargado del operativo. Cuando dijo que se sentía mal le acercaron sus pastillas y un vaso con agua, cosa que duda que un criminal hiciera. Y por la manera en que se movían y agarraban las armas, cree que tenían entrenamiento especial.
Jessica y José Daniel radican desde hace 12 años en Laredo, Texas, pero construyeron una casa en Nuevo Laredo, Tamaulipas, porque de ahí es la familia de él.
Estaban en Tamaulipas porque a ella la operaron por cáncer el 20 de marzo en Monterrey y querían evitar el cruce fronterizo. El día de los hechos, le iban a quitar los puntos de su operación.
Ese día, aunque recuerda haber escuchado que alguien dijo que estaban en la casa equivocada, los sujetos también se llevaron a Gabriel Gaspar, un amigo de su esposo que buscaba cruzar a Estados Unidos y se había quedado a dormir con ellos.
Después de interrogar a José Daniel, los uniformados tomaron su celular, vieron algo y le dijeron "este fuiste tú", y se lo llevaron.
Jessica cree que vieron el video de una ejecución que le habían mandado a su esposo por Whatsapp, pero asegura que había estado circulando en redes sociales.
Como pudo, convaleciente por la operación, llegó con sus vecinos. Ellos le dijeron que antes habían entrado a su casa, tenían miedo y no la dejaron usar el teléfono, pero la llevaron con sus suegros.
Ella pensó que todo había durado 10 minutos, pero grabaciones de cámaras de seguridad mostraron que en realidad fue media hora.
Apenas amaneció, acudió a la delegación de la PGR. Iban a buscar a su esposo, pensó que lo tenían detenido, pero terminó levantando una denuncia por desaparición forzada.
Al cabo de cuatro horas, el agente del Ministerio Público aventó su denuncia a la cima de una pila de papeles.
"Me dice, 'ah, ya llevamos 14'", cuenta Jessica.
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