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martes, 18 de abril de 2017

LA ERA de los VIRREYES,la de los GOBERNADORES IMPUNES "ACABO"...una generación que vivió en la degeneración.


En lo que va del año, cuatro exgobernadores han sido detenidos acusados de corrupción y uno más está prófugo de la justicia. La era de los considerados virreyes en México está llegando a su fin de tan baja credibilidad.
Todo indica que la era de los virreyes está terminando en México.
Como nunca antes, gobernadores y exgobernadores están siendo perseguidos por la justicia o, al menos, condenados por la opinión pública.
Investidos desde el año 2000 con un manto de poder absoluto en sus regiones, los gobernadores incrementaron su poder, al tiempo que el país comenzaba a experimentar la alternancia política.
Ante un poder que no se controlaba desde la Administración central, los mandatarios hacían y deshacían en sus entidades sin rendir cuentas; ahora, sin embargo, la suerte ya no les sonríe como antes.
Presionados por lograr buenos resultados electorales y preservar el poder, el Gobierno federal y el PRI han emprendido una cacería contra gobernadores y exgobernadores acusados de cometer delitos de corrupción y desviar cientos de millones de pesos para beneficio personal.
Como en ningún otro sexenio, son varios los gobernadores que ahora están encarcelados o sujetos a procesos judiciales; y esta circunstancia no va a ser desperdiciada desde el poder en un momento de tan baja credibilidad.
Los gobiernos de la impunidad

Lejos quedaron aquellos tiempos en que el candidato Enrique Peña Nieto se refería a los jóvenes políticos priistas que formaban la nueva generación de gobernadores.
“Son jóvenes, o actores, de la nueva generación política, el gobernador de Quintana Roo, Beto Borge; el gobernador de Veracruz, Javier Duarte; César Duarte, gobernador de Chihuahua; el gobernador de Campeche. Todos son parte de una generación nueva que han sido parte del proceso de renovación del partido”, dijo el entonces candidato presidencial en mayo del 2012.
Salvo el mencionado entonces gobernador de Campeche, Fernando Ortega Bernés, los otros tres personajes son requeridos por la justicia por haber cometido delitos de corrupción: el uso de recursos públicos con fines privados, el desvío de miles de millones de pesos del erario para sus cuentas personales o la compra de bienes para su beneficio, o la comisión de otros delitos que permitieran engrosar sus cuentas bancarias.
Y no son los únicos, pues se suman a otros mandatarios que han sido señalados por la justicia y que hoy se encuentran en prisión o son parte de un proceso judicial.
Ahí quienes han sido procesados: Rodrigo Medina, exgobernador de Nuevo León; Luis Armando Reynoso Femat, de Aguascalientes; Pablo Salazar Mendiguchía, de Chiapas; Narciso Agúndez Montaño, de Baja California Sur; César Duarte, de Chihuahua; y Roberto Borge, de Quintana Roo.
A quienes se suman quienes están en prisión: Andrés Granier, de Tabasco; Mario Villanueva, de Quintana Roo; Jesús Reyna, de Michoacán; Guillermo Padrés, de Sonora; Tomás Yarrington, de Tamaulipas; y Javier Duarte, de Veracruz.
Varios de ellos han alcanzado su destino en el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Muchos de quienes hoy ocupan las primeras planas de los diarios nacionales por sus hechos delictivos, ayer posaban sonrientes y abrazados a las primeras figuras de poder en el país.
Justicia invisible
El encuentro de mandatarios estatales con la justicia no se había visto en ningún otro sexenio.
Con el expresidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) cayeron dos gobernadores: en 1989, Xicotencatl Leyva, de Baja California, quien no apoyó su candidatura presidencial; y en 1992, Guillermo Cossío Vidaurry, de Jalisco, a quien se acusó de presunta negligencia en el caso de la explosiones de Guadalajara. Ambos solo pidieron licencia a sus cargos.
Con Ernesto Zedillo (1994-2000), pidieron licencia tres gobernadores: Eduardo Robledo Rincón, de Chiapas, en 1995 –tras solo dos meses de ejercer el cargo- porque el EZLN se negaba a dialogar con el Gobierno federal si él seguía en la gubernatura.
Sócrates Rizzo, de Nuevo León, en 1996, por escándalos de corrupción; y Rubén Figueroa Alcocer, de Guerrero, en 1996, porque organizaciones sociales lo señalaron como autor intelectual de la masacre de Aguas Blancas.
En abril de 1999, meses antes de terminar la presidencia de Ernesto Zedillo, el entonces gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, fue acusado de tener vínculos con el narcotráfico. Dos días antes de que terminara su periodo como mandatario estatal, huyó y no fue aprehendido sino hasta el 2001, ya en el sexenio de Vicente Fox.
Con Zedillo, los gobernadores comenzaron a pedir mayor libertad para manejar sus estados. Incluso, el entonces gobernador de Guanajuato, Vicente Fox, tuvo un enfrentamiento con el Gobierno federal. Fox se convertiría en el año 2000 en el primer presidente de la República del PAN.
Con Vicente Fox (2000-2006) se crearía la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), como un mecanismo de defensa de los gobernadores –mayormente priistas- que se habían quedado sin el patronazgo de un presidente de la República de su partido.
Con tal de mantener la estabilidad del país, Fox procuró respetar la independencia de los gobiernos estatales y darles recursos económicos para lo que solicitaran.
El modelo se repitió con el panista Felipe Calderón (2006-2012). Empañado por el conflicto electoral del 2006 y tratando de ganar legitimidad, el expresidente enfocó su relación con las entidades en los aspectos de seguridad; los gobernadores, por su lado, fueron objeto de un escaso control y aprovecharon para endeudar a sus entidades por generaciones enteras.
A pesar de los escándalos de mandatarios como el priista Humberto Moreira, de Coahuila, sobre quien pesaba la sospecha de actos de corrupción y supuestos vínculos con el crimen organizado, Felipe Calderón esperó hasta este 2017 para acusarlo públicamente.
Fuente.-




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