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domingo, 7 de febrero de 2016

EL "PODER BIEN VALE una BODA"...la "TRAMA OCULTA del ENLACE "PEÑA NIETO-RIVERA"....las "mentiras" siguen muriendo "jóvenes".


La llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia fue posible gracias no sólo a una paciente y calculada estrategia mediática y política, sino también a la urdimbre de una oscura trama eclesiástica que culminó en su cuestionada boda con Angélica Rivera… 
En esta historia sobrecargada de “infamia”, “injusticia” y “graves irregularidades” los protagonistas son, además de la pareja, el exesposo de La Gaviota, El Güero Castro; Televisa; el cardenal Norberto Rivera; un exnuncio apostólico y el nuncio actual, Christophe Pierre; Enrique González Torres, exrector de la Universidad Iberoamericana, un sacerdote sacrificado y nada menos que el propio Papa Francisco. 
Una investigación periodística de Proceso y Aristegui Noticias revela los pormenores de esta maquinación insólita…

Una compleja maquinación eclesiástica y política, protagonizada por la Arquidiócesis de México y el gobierno del Estado de México, se urdió detrás de la historia de telenovela del noviazgo y la boda entre Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera para anular en 2009 la boda entre la actriz de Televisa y el productor de la misma compañía José Alberto El Güero Castro, realizada cinco años atrás en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en la colonia Roma de la Ciudad de México.
Calificada entonces como “la boda del año” con base en un plan mediático que fue paciente y cuidadosamente calculado por Televisa y la cúpula del Partido Revolucionario Institucional, el enlace religioso jugó un papel fundamental para la llegada de Peña Nieto a la Presidencia.
Como parte de esta trama, el cardenal Norberto Rivera, arzobispo primado de México, decidió agilizar la anulación de las dos ceremonias realizadas por Rivera y El Güero Castro, el 2 y el 11 de diciembre de 2004, para permitir el enlace matrimonial con el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto. Para ello contó con el apoyo del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de México, presidido por el presbítero Alberto Pacheco Escobedo.
Nunca previó el cardenal Rivera que el sacerdote José Luis Salinas Aranda, castigado por ser el responsable de una “supuesta simulación de la administración del sacramento matrimonial” de la pareja Rivera y Castro, ganara un largo litigio ante la Rota Romana, el máximo tribunal de la Iglesia Católica.
Tampoco previó que el cura Salinas Aranda, fallecido el 7 de octubre de 2015, expusiera su caso en una larga misiva al Papa Francisco. En vísperas de su próxima visita a México, el pontífice católico es quien tiene la última palabra en este litigio que involucra a un cardenal, al propio presidente de la República, a la primera dama y a la Rota Romana.
El 20 de noviembre de 2012 la Rota Romana revirtió el juicio del Tribunal Eclesiástico de la Arquidiócesis de México contra el cura Salinas Aranda al considerar que fue víctima de un “craso simulacro de justicia”, según consta en el documento original y en las dos traducciones del latín al español a las que tuvieron acceso Proceso y Aristegui Noticias.
Sin embargo, la condena contra el padre Salinas Aranda nunca fue enmendada por el cardenal Norberto Rivera ni por el Tribunal de la Arquidiócesis. El sacerdote guardó toda la historia documental de su caso, incluyendo una serie de cartas y comunicaciones con la jerarquía del Vaticano y otra carta enviada al entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.

Proceso y Aristegui Noticias tienen copias de toda esta historia documental que narra el “calvario al que fui injustamente sometido”, tal como lo expresó el cura Salinas Aranda al Papa Francisco. Y documenta la trama para “cubrir las formas” entre los intereses políticos y la Arquidiócesis de México, en especial el Tribunal Eclesiástico, ambos controlados por el cardenal Norberto Rivera.
Anulación y “simulacro de justicia”
Este tribunal tomó dos decisiones polémicas: en un trámite exprés, el 19 de mayo de 2009 declaró “nulo e inválido” el matrimonio de Angélica Rivera con José Alberto Castro por “defecto de forma canónica”, y el 10 de junio de 2009 enjuició y castigo al sacerdote José Luis Salinas Aranda, a quien responsabilizó de haber manipulado a la pareja Rivera-Castro para que firmara un acta matrimonial en la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, el 2 de diciembre, y días después, el 11 de diciembre de 2004, simulara una boda religiosa en la playa de Acapulco.
El decreto de nulidad, firmado por el presbítero Pacheco Escobedo, señaló que quedaban sin efectos “el matrimonio que contrajeron José Alberto Castro y Angélica Rivera Hurtado, el día 2 de diciembre de 2004, en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima de esta Arquidiócesis de México, y el que pretendieron contraer el día 11 de diciembre de 2004 en Acapulco, Guerrero.
“Por tal motivo, Angélica Rivera Hurtado queda libre canónicamente y puede por lo mismo contraer matrimonio canónico, si así lo desea, previos los trámites necesarios y oportunos que el Derecho Canónico establezca.”
El decreto de anulación fue presumido y ventilado públicamente por la propia Angélica Rivera en la edición del 10 de junio de 2009 de la revista Quién. Con el título de “Mamá Gaviota”, el publirreportaje de Rivera reprodujo sus confusas palabras para explicar la celeridad de la anulación de su matrimonio:
“El padre que nos iba a casar el 11 de diciembre en Acapulco nos pidió que fuéramos a la iglesia de Nuestra Señora de Fátima el 2 de diciembre a firmar un documento, con dos testigos cada quien, donde supuestamente yo quedaba casada por la Iglesia. Él nos explicó que ese papel lo necesitaba para la ceremonia en Acapulco. Viniendo de un padre, pensamos que nos estaba ayudando. Después de mi divorcio civil, pedí la anulación de mi matrimonio por la Iglesia y hasta entonces me enteré de que la Iglesia no puede hacer válido el supuesto matrimonio de la iglesia de Fátima porque no se corrieron amonestaciones, en la ceremonia del 2 de diciembre no hubo anillo, no hubo lazo y, por si fuera poco, el padre de la Iglesia de Fátima que firmó el acta no tenía permiso para celebrar el sacramento. Por eso la Arquidiócesis de México lo resolvió como una ‘falta de forma canónica’”.­
En el caso del sacerdote Salinas, el mismo tribunal emitió otro decreto el 10 de junio de 2009 señalándolo como responsable de haber “simulado la administración del sacramento y del matrimonio”. También argumentó que el mismo cura “ha recibido por parte de esta Arquidiócesis varias amonestaciones en virtud de la irregularidad que consiste en no tener licencias de la misma y haber actuado durante varios años públicamente como si las tuviera”.
Lo acusó asimismo de “celebrar sacramentos en las oficinas de la compañía denominada Televisa, según se comprueba con diversas publicaciones periodísticas”.
La pena canónica que se le impuso fue prohibirle que residiera en el territorio de la Arquidiócesis de México y privarlo de “cualquier posible potestad, oficio, cargo o derecho, privilegio o facultad que pudiera tener para ejercerlos en el territorio de la misma Arquidiócesis”.
Cuando se le hizo este juicio, el padre Salinas estuvo 25 días en estado de coma derivado del cáncer que padecía y lo obligaba a estar hospitalizado en la Ciudad de México. No tuvo derecho a una legítima defensa.
Por esta razón, el ponente de la resolución ante la Rota Romana, monseñor Gerardo McKay, consideró que la sentencia judicial del tribunal de la Arquidiócesis “resulta conspicuamente nula”.
La Rota Romana estableció que el proceso iniciado contra el padre Salinas revela “un craso simulacro de justicia construido confusamente… Está claro que del defecto de los documentos presentados en las actas, el acusado nunca fue citado judicialmente, que el objeto de la acusación contra él nunca le fue comunicado, nunca fue nombrado un abogado para su defensa, contrariamente a lo prescrito”.
Sobre el caso de la boda entre Angélica Rivera Hurtado y José Alberto Castro Alva, la Rota Romana arguyó que Salinas Aranda “intervino como testigo eclesiástico, pero de ninguna manera como ministro del mismo sacramento” y menos cometió el delito de haber “simulado la administración del sacramento y del matrimonio”.
Consultado sobre la resolución de la Rota Romana, el vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, admitió que el tribunal del Vaticano declaró nula la sentencia del tribunal de la Arquidiócesis de México, pero descartó que esta resolución tuviera alguna relación con el proceso de anulación de la boda de Rivera y Castro o con la boda de Toluca entre la actriz y Peña Nieto.
En sus respuestas a las preguntas de Aristegui Noticias y Proceso, Valdemar negó que la Rota Romana hablara de un “simulacro de justicia”, pero la traducción del documento claramente lo expresa así.
Valdemar afirmó que al sacerdote Salinas se le sancionó “no sólo por la simulación del matrimonio de la señora Angélica Rivera realizado ilícitamente en una playa, sino porque durante más de 15 años ejerció sin licencias en la Arquidiócesis de México cometiendo muchas irregularidades”.
Esas “muchas irregularidades” no constan en la sentencia del Tribunal de la Arquidiócesis y menos en la resolución de la Rota Romana que ordena revertir las dos penas que se le aplicaron al cura Salinas: que no viviera en la Ciudad de México y que no ejerciera su ministerio.
El sacerdote de la orden teatina Ramón García López, quien ofició la ceremonia del verdadero matrimonio religioso entre Rivera y Castro el 2 de diciembre de 2004, fue consultado por Proceso y Aristegui Noticias y confirmó que esa ceremonia en la Iglesia de Fátima “se realizó bien, todo”.
Advertencias a Peña Nieto
El 5 de septiembre de 2013 Salinas Aranda le envió una extensa carta al Papa Francisco para relatarle su caso –“un calvario por el que fui injustamente sometido”– y pedirle que intercediera por él ante el cardenal Norberto Rivera.
En esa misiva al Papa, Salinas le advirtió al pontífice católico que su caso tenía una parte muy delicada desde el ámbito político: él fue castigado para facilitar la boda entre Angélica Rivera y el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien “se perfilaba como el candidato más fuerte hacia la Presidencia y quien actualmente es, desde hace menos de un año, el presidente de la República”.
Rivera y Peña Nieto protagonizaron una boda religiosa, el 27 de noviembre de 2010, en la catedral de Toluca. La ceremonia, anunciada previamente como “la boda del año”, terminó siendo un evento privado, a puerta cerrada.
Los riesgos de celebrar una boda con Angélica Rivera en medio de este litigio fueron conocidos por el entonces gobernador del Estado de México. En una carta enviada a Peña Nieto el 5 de noviembre de 2010, tres semanas antes de su enlace religioso con la actriz de Televisa, el mismo sacerdote Salinas le advirtió al mandatario estatal que había una “gran cantidad de irregularidades canónicas” en la resolución del Tribunal de la Arquidiócesis de México y que eran “falsos” todos los delitos que le imputaban.
“Por supuesto que no celebré el matrimonio en Acapulco; no es lo mismo celebrarlo para renovar un compromiso anteriormente ya hecho, así hayan pasado uno o más días”, afirmó el cura en su carta a Peña Nieto.
En la parte medular de su misiva, le subrayó al político mexiquense:
“Quiero con todo esto, y se lo digo con toda sinceridad, que de ninguna manera deseo se vean afectados los legítimos proyectos que tengan tanto usted como Angélica.
“Si en este tema, no lo sé, alguien le ha asesorado, quiero decirle que lo han hecho no sólo mal sino MUY mal (mayúsculas del texto original).
“Las implicaciones que todo esto tiene son en verdad muy graves y por lo mismo muy importantes de tomarse en cuenta.”
Proceso y Aristegui Noticias consultaron a la Presidencia de la República sobre esta carta y las dudas en torno a la anulación del matrimonio Rivera-Castro. Los Pinos declinaron dar alguna respuesta.
El vocero de la Arquidiócesis de México sí contestó y afirmó que “nada tiene que ver la sentencia de la Rota Romana a favor del padre Salinas con el matrimonio lícitamente contraído por la señora Angélica Rivera en la catedral de Toluca” con Enrique Peña Nieto.
“La ceremonia realizada en Toluca fue totalmente válida, ya que nada obsta para que se llevara a cabo siendo que la señora Angélica Rivera había conseguido ganar la causa de nulidad de su enlace anterior”, subrayó Hugo Valdemar.
Televisa y los recelos de Norberto
La historia de la mala relación entre la Arquidiócesis de México y el sacerdote Salinas se remonta a 2002, cuando el obispo de Parral, Chihuahua, José Andrés Corral, le encomendó al cura que se hiciera cargo de una casa para atender a los seminaristas de la diócesis de Parral que vinieran a estudiar a la Universidad Pontificia de México, y Salinas no le pidió permiso a la Arquidiócesis para obtener las licencias eclesiásticas necesarias a fin de ejercer el ministerio en el Distrito Federal.
Hugo Valdemar recordó que el padre Salinas tuvo acceso directo a Televisa gracias a la buena relación que tenía con Emilio Azcárraga Jean, presidente del corporativo. Daba asistencia espiritual y llegó a tener un programa televisivo propio: Mira por los demás.
El otro problema con el cardenal Rivera derivó de la resistencia del padre Salinas a pedir licencias eclesiásticas para ejercer el ministerio en la arquidiócesis, según Valdemar.
“El cardenal no le dio las licencias porque él nunca se las pidió. Se le invitó varias veces a que las pidiera”, rememoró Valdemar.
En noviembre de 2004 el propio Valdemar envió una carta al entonces vicepresidente de Eventos Especiales de Televisa, Ricardo Pérez Teuffer, para advertirle: el padre Salinas “no cuenta con las licencias eclesiásticas necesarias para ejercer su ministerio sacerdotal en la Arquidiócesis de México, por lo que no le está permitido realizar dentro de las instalaciones de Televisa ningún tipo de celebración religiosa”.
En nombre del cardenal Rivera, el vocero de la Arquidiócesis propuso a Televisa a los sacerdotes José de la Luz Aguilar y a Juan José Cedeño para “apoyarlos tanto en asesorías propias del ámbito religioso como en la asistencia espiritual de quienes conforman esta empresa”.
Durante su presencia en Televisa, Salinas trabó amistad con la pareja formada por Angélica Rivera y El Güero Castro, quienes sostenían una relación antigua y tenían tres hijas, pero no se habían casado por la iglesia.
La carta de González Torres
Uno de los primeros personajes que apoyaron a Salinas Aranda, enfermo ya de cáncer hepático y sin posibilidades de salir de la Ciudad de México, fue Enrique González Torres, exrector de la Universidad Iberoamericana.­
El 18 de diciembre de 2009, González Torres le envió a monseñor Giuseppe Bertello –nuncio apostólico en México en el periodo 2000-2002 y entonces presidente de Gobernación del Vaticano– una larga carta de apoyo al padre Salinas porque “lo que le están haciendo es injusto y grave”.
“Es muy triste que por condescender a una señora que pretende casarse por la iglesia con el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, se haga toda esta injusticia”, sentenció.­
“Como usted podrá ver, la única acusación seria es que el padre Salinas realizó el matrimonio de los señores José Alberto Castro Alva y Angélica Rivera Hurtado sin las debidas licencias. El tribunal aprovechó esta acusación para desplazarlo de la Arquidiócesis de México. Esta acusación es totalmente falsa, puesto que el matrimonio de estos señores se celebró el 2 de diciembre de 2004 y no por el padre José Luis Salinas, según consta en el acta matrimonial que le anexo”, argumentó González Torres.
Además, le advirtió a Bertello que “la anulación del matrimonio de la señora Angélica Rivera fue hecha a todo vapor, rápidamente y llena de irregularidades. Esta noticia salió en todos los periódicos y no es remoto que se venga un gran escándalo que quizás podamos detener”.
González Torres le comunicó a Bertello que ya había consultado sobre el caso a dos canonistas de la Universidad Pontificia, quienes coincidieron en que el proceso de castigo al padre Salinas y la anulación de la boda de la señora Angélica Rivera “está lleno de irregularidades”, y también informó al nuncio del Vaticano en México, Christophe Pierre.
“El mismo nuncio le recomendó al padre Salinas que se defendiera, pero que tuviera toda la prudencia para no perjudicar a la Iglesia”, abundó González Torres.
El obispo de Parral, Chihuahua, José Andrés Corral, de quien dependía el padre Salinas, “está muy confundido y molesto por la actitud del Tribunal Eclesiástico Interdiocesano de México y ofrece todo su apoyo al padre”.
La carta al Papa
De acuerdo con la extensa misiva enviada por el padre Salinas al Papa Francisco el 5 de septiembre de 2013, el pontífice católico conoció los detalles más escabrosos y personales del caso.
El sacerdote le relató: “Cuando mi estado de salud era más grave, y luego de un periodo de más de 25 días en estado de coma que me tuvo al borde de la muerte, es que se apersonó un propio, enviado por el Tribunal de la Arquidiócesis de México, para entregarme hasta el mismo cuarto del hospital un decreto de suspensiones que, por órdenes expresas del cardenal (Norberto Rivera), firmaban el presidente del Tribunal y todos los jueces que la conforman”.
“La razón fundamental por la que se me suspendía en el ejercicio del ministerio se apoyaba en la falsa acusación de haber celebrado un matrimonio sin las debidas licencias ni delegación alguna; matrimonio del que, por otra parte, la cónyuge ya había solicitado su anulación con el deseo de quedar en libertad para celebrar nuevas nupcias con quien en ese momento era gobernador del Estado de México y, además, se perfilaba como el candidato más fuerte hacia la Presidencia y quien actualmente es, desde hace menos de un año, el presidente de la República”, le explicó Salinas Aranda al Papa Francisco.
“Cuando pude salir del hospital, con pocas posibilidades de moverme, gracias a la mediación del obispo (Corral, de Chihuahua), es que tuve la oportunidad de entrevistarme con el actual Nuncio Apostólico, Mons. Christophe Pierre, quien después de escucharme y preguntarme si tenía pruebas documentadas para sustentar lo que le explicaba, entonces ejerciera el derecho de acudir a la Santa Sede a través de las instancias correspondientes, agregando además algo que repito textualmente por haber sido palabras que me impactaron muchísimo y en las que decía: si esto es así, se trata de una verdadera infamia en su contra y lo que no van a perdonar es el que usted no se haya muerto’.
“Con esto fui siendo cada vez más consciente y entendiendo más claramente la realidad en la que ya me estaba viendo envuelto y de ver en todo ello una situación realmente delicada por todas sus implicaciones.”
Salinas relató en la carta que acudió a la Signatura Apostólica y al Prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero en busca de ser escuchado y obtener justicia. Monseñor Celso Morga, de la Sagrada Congregación para el Clero, le recomendó que enviara una copia de su expediente al Tribunal de la Rota Romana. Por recomendación de un maestro canonista contactó a la abogada Martha Wegan, quien presentó un escrito en su defensa el 9 de julio de 2012 ante el juez de la Rota Romana designado para el caso, Monseñor Gerard McKay.
El documento de la Rota Romana llegó hasta el 13 de marzo de 2013 al domicilio del sacerdote Salinas en la colonia Roma, el mismo día que anunciaban el nombre de Francisco como nuevo Papa.
El obispo Corral falleció meses antes, lo que le provocó a Salinas “una gran pena, pues él siempre fue para mí un verdadero pastor y padre, siempre dispuesto a apoyarme… acompañándome en lo que ha sido un calvario por el que fui injustamente sometido”.
El cura le subrayó al Papa Francisco que entre las dificultades que entonces enfrentaba “existe una que especialmente me lastima y ésta tiene que ver con la definición del cardenal arzobispo de México (Norberto Rivera), quien, a pesar de la resolución de la Sagrada Rota, ha mantenido su posición de negarme licencias para el ejercicio del ministerio. Creo que es consecuencia del disgusto que le ha provocado la resolución con que ha definido mi causa”.
El juez Gerard McKay le aclaró al sacerdote Salinas que ante la negativa del cardenal a restablecerle sus licencias, no le correspondía a la Rota Romana, sino “sólo la potestad del Papa, con la autoridad que le compete, y habiendo tenido conocimiento del caso, es quien podría dar una resolución justa y legítima”.
Esa resolución “justa y legítima” nunca llegó. Al final de su misiva, el sacerdote Salinas le ruega auxilio al Papa: “Lo hago con el corazón en la mano y movido por la enorme confianza en la misericordia que le distingue. Pongo confiadamente en su corazón de padre y pastor esta situación que me agobia”.

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