El
gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez “El Bronco”, no estaba metido en la
corrupción. Ni tampoco enterado del miasma infinito de la cárcel de Topo Chico.
Pecado de omisión.
En
cambio, el general Cuauhtémoc Antúnez deberá sumar a sus muchas culpas los 49
muertos en dicho penal.
El
general, secretario de seguridad pública de Nuevo León con la venía de la
Sedena, fue acusado de la muerte de los estudiantes en el Tecnológico de
Monterrey, Jorge Antonio Mercado y Javier Arredondo Rodríguez en un “enfrentamiento”
a cual más de sospechoso.
Junto
a estas muertes están las de una pareja, Juan Carlos Peña Chavarría y Rocío
Elías Garza, asesinados por soldados en el municipio de Anáhuac, Nuevo León,
por, presuntamente, ser narcotraficantes. Ambos hechos violentos sucedieron
cuando el general Antúnez era comandante de la 7ª zona militar, entre 2008 y
2010.
No
ha habido castigo para los asesinos. Por el contrario, poco después se le
ascendió a general de división.
Si
alguien tiene que haber estado enterado de lo que pasaba en la cárcel de Topo
Chico, es él. Y su obligación, una vez comenzada la riña, era entrar a
detenerla. No lo hizo. No tiene escapatoria.
La
omisión política de los políticos es una constante en el tema de las cárceles
mexicanas. En todos los foros he dicho que no les interesan. Ni en el Gobierno
federal ni en los estatales. Son males que prefieren olvidar, cerrar los ojos,
o recibir comisiones de los “negocios” que ahí se desarrollan.
No
hablamos de unos cuantos pesos. En una cárcel, más todavía si esta superpoblada
como Topo Chico, se tiene que pagar por todo. Hasta por introducir papel de
baño. El “truco” para esta corrupción es que se ha pospuesto desde siempre su
reglamentación. Asombrosamente, nuestras cárceles no tienen reglamento vigente,
salvo excepciones.
Y
ahí es donde todos se aprovechan. ¿Por qué los gobernadores no se han
interesado en esta reglamentación? Por dinero. El tema central del caos de las
cárceles mexicanas es el presupuesto, la falta de dinero etiquetado para su
funcionamiento. Y si hubiese reglamento, los gobernadores se verían obligados a
gastar en uniformes, servicio médico, implementación de instalaciones,
comedores, maestros, sicólogos, todo lo indispensable para que las cárceles
sean lugar propicio para la reinserción social.
Sobre
todo, para que nuestras cárceles sean un lugar donde existe orden y se obedezca
la ley.
En
ningún otro sitio hay tanto espacio para el control. Los peores criminales se
convierten en “reos”, en prisioneros sujetos a reglas. Por eso es inmoral que
se haya permitido este desastre consentido.
No
hay reglamentación, tampoco, para la ubicación de reos federales. Otra vez el
dinero. Porque la federación paga al Estado su manutención. Y tan sólo por
comida paga tres veces lo que gastan gobiernos estatales, aproximadamente 150
pesos por cada reo.
Si
se pretende que con 50 pesos se den tres alimentos balanceados cada día a cada
interno, la ecuación va mal desde el inicio. Por eso se prefiere dejar las
cocinas al manejo de cada director, a su bolsillo. Y se abren las puertas para
introducir alimentos, previo pago a la autoridad. Y, también, se permiten
“tiendas” y “restaurantes” a su interior. Para no tener que hacerse cargo. Para
no darles de comer.
La
federación lo permite. Cierra, cómodamente, los ojos. El responsable del
sistema carcelario, Eduardo Guerrero, puso orden en Chihuahua, pero hoy juega a
la conveniente pereza. Renato Sales no podía, no debía haber ignorado la
necesidad de cambiar a cárceles federales a los presos que son considerados
como “peligrosos”. Los mismos 200 que fueron trasladados después del pleito
desbocado a su interior.
¿Por
qué no los trasladaron? Porque quieren mantener en orden, limpias, bonitas sus
cárceles federales que ya comenzaban a estar sobrepobladas. Y quieren, esta sombra
va a perseguir a Renato si no hace algo, que el miasma sea en botas de otros,
en la provincia olvidada del centro. Así va a fracasar el Gobierno, el país,
con ellos.
No
hay leyes comunes, pero sobre todo no hay un presupuesto común, a cárceles
federales y/o estatales. Ese es el principio del caos. Como tampoco hay
verdadero interés en ninguno.
Así
que repartamos: Omisión para “El Bronco”, culpa para el general e ¿ignorancia?
para Renato…
fuente.-
Isabel
Arvide
@isabelarvide
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