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martes, 17 de febrero de 2015

"La PAZ SOCIAL en riesgo"...un problema derivado de los que "mal mandan" y por los que "mal obedecen".


La paz social es resultado de un complejo mecanismo de relojería sociopolítica. El entramado legal e institucional de un país —normas, policía, ministerio público, tribunales— es una parte; hay otra menos tangible pero quizá más importante: la urdimbre de percepciones que lleva a los ciudadanos a acatar la ley sin necesidad de coerción y a respetar a las instituciones y autoridades que la aplican. 

Mexico,D.F 17/Feb/2015 Y es que, si bien habrá siempre quienes delincan e incluso quienes se subleven, en sociedades cohesionadas con Estados sólidos esas personas representan un pequeño porcentaje de la población, pues la gran mayoría de la gente reconoce como justas y válidas las reglas escritas, considera legítimos a los encargados de hacerlas valer y actúa pacíficamente la mayor parte del tiempo.
Pero hay otros contextos. Cuando abunda la corrupción y la desigualdad, cuando los que violan la ley dejan de ser un segmento social menor y, sobre todo, cuando crece la proporción de la ciudadanía que deja de verlos como delincuentes y da su aquiescencia implícita o explícita a sus acciones, la ingobernabilidad aumenta. Y si la sociedad llega a avalar mayoritariamente ciertas conductas ilícitas, el país en cuestión se torna ingobernable. Esto generalmente ocurre ante insurgencias que se mueven por convicciones ideológicas y causas sociales, pero puede haber situaciones más complejas en las que se mezclen distintos tipos de subversiones al orden establecido. 
Es el caso de México. En algunas regiones coexisten la violencia social de grupos guerrilleros, movimientos antisistémicos y autodefensas, la violencia criminal desbocada y, cíclicamente, la violencia y la inacción del Estado. Con dos agravantes: tenemos una organización magisterial disidente, la CNTE-CETEG, que posee el tamaño y la organización para poner en jaque al gobierno federal, y un presidente de la República con un déficit de legitimidad provocado por escándalos de presunta corrupción. Todo esto forma un caldo de cultivo muy difícil de vaciar. 
La peligrosidad de ese caldo estriba en la reproducción de la bacteria responsable de una enfermedad crónica en tierras mexicanas: la anomia. Puesto que en nuestro país la ley no es el referente del comportamiento de la sociedad —lo son las reglas no escritas, las tradiciones, acaso la religión—, la legalidad es muy frágil. Y más hoy, cuando las autoridades son tan débiles. En la medida en que las acciones violentas por parte de cualquier grupo resultan eficaces, el efecto imitación cunde. Y no solamente en términos de movilización social: ya hemos visto saqueos y tomas de casetas de peaje realizados por falsos activistas que simulan defender Ayotzinapa, y ahora vemos a la policía de Oaxaca atrincherarse en un cuartel y enfrentarse a balazos con la federal. Puesto que en México la incapacidad gubernamental para contrarrestar la inseguridad ha vuelto normal que la gente se defienda haciendo justicia por propia mano, no habría autoridad moral ni fuerza pública suficiente para detener la proliferación de disturbios multitudinarios, un “caracazo” o, en una coyuntura extrema, la emergencia de territorios autónomos. ¿Qué lo impide? 
La respuesta científica es… un milagro. Dadas las condiciones de este país, y con la costumbre de la clase política de perseguir sólo a los corruptos (o a los inocentes a quienes se les fabrican cargos) en aras de ajustes de cuentas o de estrategias electorales, es francamente milagroso que no haya más turbulencias. El mecanismo de relojería al que aludí al principio está aquí averiado en las percepciones que han de generar confianza. Si este gobierno impopular y cuestionado no toma medidas serias para recobrar legitimidad, si persisten la violencia y las injusticias legal y distributiva, ¿por cuánto tiempo más seguirá la mayoría de los mexicanos conservando el orden y haciendo posible la paz social?

Fuente.-@abasave 
Académico de la Universidad Iberoamericana. 


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