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Tenía pocas horas de haber sido detenido por segunda ocasión en este sexenio. Esa madrugada, la del viernes 8 de enero de este año, despertó por el estruendo de las ráfagas y las detonaciones de las granadas de mano de los infantes élite de la Marina Armada de México que lo perseguían.
Al caer la noche, ya con ganas de irse a dormir aunque fuera en la fría celda del penal federal del Altiplano, en Almoloya, Estado de México, a Joaquín El Chapo Guzmán Loera le caía otra ráfaga. Era de preguntas.
Desde que fue capturado en Los Mochis, Sinaloa, según me confían fuentes presenciales, tuvo varias conversaciones informales con distintos interrogadores de varias dependencias que integran el gabinete de seguridad del presidente Enrique Peña Nieto. No pocos querían saber de un tema que les despierta interés político y morbo, y que fue clave en el seguimiento al capo desde que se fugó de la cárcel la noche del 11 de julio: su relación con la diputada local de Sinaloa Lucero Sánchez, impulsada por el PAN y apoyada también por el PRD, el PT y un partido estatal llamado Partido Sinaloense.
Guzmán Loera relató que conoció a Lucero Guadalupe Sánchez López cuando entró a trabajar como una de sus tantas cocineras. Luego empezó a ser su pareja.
Le preguntaron sobre la carrera política de la hoy diputada. Relató que la idea de meterse a la grilla fue de ella, no de él. Y que él no le dio dinero, sino que la apoyó regalándole vehículos para su campaña. En contra de todo pronóstico, Lucero Sánchez ganó la elección y por cosa de quince puntos porcentuales de diferencia sobre su rival de la alianza PRI-PVEM-Panal.
Al poco tiempo nació el hijo de ambos y después ella lo fue a visitar al reclusorio de Almoloya usando credenciales falsas, según denunció el gobierno de México desde hace meses.
La Procuraduría General de la República ya inició el proceso para quitarle el fuero a la diputada y llevarla a juicio. El PAN, el partido que la impulsó y con cuya bancada se coordinaba en el Congreso de Sinaloa, advirtió a sus legisladores que nadie debe frenar este desafuero: quien se atreva será expulsado sin miramientos del partido.
Algunos de quienes presenciaron esas ráfagas de preguntas a El Chapo —algunas fueron integradas en la averiguación previa que lleva la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada de la Procuraduría General de la República— me describen a un capo cansado, exhausto, inseguro, inquieto. Muy distinto a la imagen que les proyectó en febrero de 2014 cuando lo tuvieron también para conversar: entonces estaba tranquilo y calmado, dicen.
Fuente.-
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