Después de una semana de escándalo, se impone el silencio sobre el caso de Santiago Nieto. Sorprendente, la caída de uno de los funcionarios más prestigiosos del Gobierno ha dominado la conversación pública durante días, más por el origen, su propia boda con la consejera electoral, Carla Humphrey.
Sorprende porque en octubre, Nieto parecía ocupar una de las posiciones más sólidas dentro del Gabinete. El día 14, publicó en Twitter una foto con la dedicatoria que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, le había escrito en un libro suyo: “Para Santiago Nieto, un amigo y servidor público de verdad”.
Este lunes, el mandatario decidía su relevo al frente de la poderosa Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda (UIF), después del extraño episodio de la boda, celebrada en Antigua, Guatemala, calificada por López Obrador de “extravagancia”. Pero no fue la boda en sí lo que puso en marcha la maquinaria de su destitución, sino un evento tangencial, el encontronazo de un grupo de invitados con las autoridades del país vecino, a cuenta de introducir sin declarar 25.000 dólares.
El cambio radical en la percepción del presidente en tan poco tiempo desconcierta, en primer lugar porque el mandatario conocía el enlace. El propio Nieto le había invitado meses atrás. López Obrador había declinado, pero fuentes cercanas al exfuncionario señalan que su negativa llegó acompañada de una felicitación. El rumor creciente de que la pugna entre el canciller, Marcelo Ebrard, y la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, condicionó de alguna manera la decisión añade extrañeza al episodio. Las siguientes líneas reconstruyen lo ocurrido estas semanas, a partir del testimonio de personas del entorno del propio Nieto, de Sheinbaum y de Ebrard.
La reunión
El 12 de octubre, López Obrador y Nieto se reunieron por última vez. Fue en Palacio Nacional. El encuentro atendía una petición del mandatario, expresada dos meses atrás en una de sus conferencias de prensa matutinas. López Obrador quería entender el conflicto de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) y expresó que, aunque era un tema de la Fiscalía General de la República (FGR), le pediría una opinión al titular de la Unidad de Inteligencia Financiera.
Como este diario ha informado, integrantes de la familia Jenkins, dueña de la UDLAP, mantienen un pleito por la fundación que administra el centro educativo. En 2016, una parte de la familia acusó a la otra de haberse robado parte del patrimonio de la fundación e interpuso una denuncia por fraude y lavado de dinero. Parada durante años, la llegada de Alejandro Gertz a la FGR en 2019 reactivó la denuncia. Los fiscales obtuvieron órdenes de detención contra la parte denunciada en febrero, hecho que animó al Gobierno de Puebla a intervenir la universidad.
A la reunión del 12 de octubre, Nieto llevó un resumen del estudio que había hecho en esos meses. Le explicó que el fiscal Gertz, con quien mantenía una pésima relación, era parte interesada en el conflicto de la UDLAP. No en vano, el fiscal había sido rector de un centro educativo antaño hermano de la universidad poblana, la UDLA A. C., con sede en Ciudad de México. Ambos centros habían peleado durante más de una década por el uso del logotipo y la marca comercial. El titular de la UIF le explicó al presidente que el conflicto había seguido hasta después de la llegada de Gertz a la FGR.
Siguiendo ese razonamiento, Nieto añadió que en la reactivación del expediente contra la parte denunciada de la familia Jenkins -que a la postre controlaba la UDLAP- Gertz caía en un claro conflicto de interés. Y dijo aún más: la misma reactivación, ordenada por la mano derecha de Gertz, Juan Ramos, ahora en la FGR y antes en la UDLA A. C. y otros asuntos privados, había sido irregular.
Sorprendido o no, conocedor de su eterno desencuentro con el fiscal, el presidente le pidió a su funcionario que evitara enredarse con Gertz. Le dijo que estaba contento con su trabajo y siguiera adelante. Ya no volvieron a hablar en persona.
El contexto
El fin de semana anterior a la reunión, otro escándalo mantenía ocupada a la opinión pública. El sábado 9 de octubre, una periodista descubrió a Emilio Lozoya cenando en un restaurante de lujo de la capital. Corrupto confeso, Lozoya era el testigo estrella de la FGR para el caso Odebrecht. El exdirector de Pemex había reconocido su papel en la red de sobornos orquestada por la constructora brasileña en el país y todo hacía pensar que aportaría pruebas para incriminar a funcionarios de alto rango de la Administración de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Lozoya gozaba de libertad por su papel de colaborador.
Regla no escrita, el exdirector de Pemex no calculó los riesgos de la ostentación. Las fotos de la cena incendiaron las redes sociales. ¿Cómo podía ser que un criminal confeso, un corrupto, cenara tranquilamente en un restaurante de lujo? López Obrador cargó contra Lozoya. Dijo que “era inmoral y una provocación”. En la siguiente audiencia de su caso, las cosas fueron mal para el exfuncionario. La FGR pidió por primera vez prisión preventiva y el juez la concedió. El 3 de noviembre, después de 15 meses procesado, Lozoya ingresó en la cárcel.
Si la ostentación ha dominado parte de la conversación pública estos meses, la batalla por suceder a López Obrador no le ha andado a la zaga. Nunca reconocida formalmente, la pugna entre Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum por alzarse con la candidatura a la presidencia en 2024 es una constante en la prensa. Todo se mide, se cuenta y se interpreta desde la trinchera, cada movimiento entendido como un paso calculado hacia la nominación.
Así, octubre atestiguó el último de estos movimientos, el grado de responsabilidad de Ebrard en el accidente de la línea 12 del metro de la capital, que colapsó en mayo, dejando 26 muertos. Ebrard era jefe de Gobierno de la ciudad cuando se construyó. A mediados de octubre, la fiscalía de Ciudad de México inició una investigación por homicidio culposo contra Enrique Horcasitas, director del Proyecto Metro en el Gobierno de Ebrard y otros exfuncionarios de su gabinete.
En ese contexto llegó la boda. Cercano a Nieto, Ebrard gozaba igualmente de invitación, como el expresidente, pero declinó. Otros funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores decidieron acudir, caso del subsecretario Maximiliano Reyes, amigo de Nieto. En mayo, la UIF denunció ante la fiscalía y congelado cuentas del empresario Joaquín Leal, que contó con la cooperación de Reyes en el Gobierno para operar en la opaca trama que movió millones de barriles de petróleo de Venezuela a cambio de miles de toneladas de alimentos producidos en México.
Carla Humphrey y Santiago Nieto, en una imagen compartida en sus redes sociales.
El ataque
Nieto y Humphrey habían pensado en un fin de semana entre amigos. La pareja había adelantado la luna de miel a los meses anteriores y tenía planeado volver a la ciudad tras el enlace. Nieto intuía que para noviembre, su presencia en la capital podría resultar importante, dadas las complicaciones de Gertz al frente de la FGR y la elección de un nuevo ministro para la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). López Obrador debía enviar una selección de candidatos a principios de mes.
Los primeros invitados llegaron el viernes, caso por ejemplo del propio Maximiliano Reyes. También el viernes, el dueño del diario El Universal, Francisco Ealy, viajó en su avión privado desde Toluca. Le acompañaban su asistente, Erika Telich, su esposa, Perla Díaz, y otros invitados, como la secretaria de Turismo de Ciudad de México, Paola Félix. Llegaron al aeropuerto La Aurora, en Guatemala, a eso de las 14.00. Poco después, agentes de la fiscalía local descubrieron que Telich portaba varios sobres con 35.000 dólares en billetes de 100. Aunque saliendo de Toluca sí había declarado el dinero, parece que a la llegada no lo hizo.
En su declaración ante los fiscales, Telich explicaría más tarde que el dinero era para un procedimiento médico de su jefe, que de Guatemala viajaría a Los Ángeles. Un funcionario de la embajada de México en Guatemala acudió al aeropuerto a lo largo de la tarde. Según el entorno de Sheinbaum, fue en estas últimas horas del viernes y las primeras del sábado cuando la otra parte maquinó una estrategia para dañarles. Desde el entorno de Ebrard niegan haber filtrado nada y asumen que dan por hecho que cualquier situación se atribuirá a partir de ahora a la pugna por la sucesión de aquí en adelante.
La noticia sobre el aeropuerto no trascendió hasta la jornada siguiente. A las 13.21 del sábado, día de la boda, el periodista Darío Celis publicó un tuit en que escribía: “(...) La secretaria de
Turismo de Ciudad de México, Paola Félix, fue detenida el 5 de noviembre en el aeropuerto de Aurora, Guatemala. Quiso introducir de forma ilegal 25 mil USD en efectivo”. Aunque parte del mensaje era falso, la historia llamó la atención de la prensa, que lo llevó a portada el domingo. El sábado, Félix renunció. En un acto en Xochimilco el domingo, Sheinbaum dijo: “Aquí no hay privilegios para los servidores públicos (...) Cometió un error al haberse subido a un avión privado, aquí nadie puede subirse a aviones privados”.
Diferentes fuentes del entorno de Sheinbaum consultados por este diario consideran que el tuit de Celis era un ataque dirigido a ella, para muchos la favorita de López Obrador sobre Ebrard para la sucesión. Lo que no está claro es si el ataque, de existir, tenía otros objetivos, en este caso Santiago Nieto, que aunque había llegado al Gobierno de la mano de Ebrard, mantenían una buena relación con Sheinbaum. Fuera como fuera, las críticas a Félix se convirtieron con el paso de las horas en un ataque a Nieto, su boda ostentosa y sus invitados, algunos del lado conservador del espectro político.
La destitución
Nieto y Humphrey salieron de vuelta a México el lunes por la mañana, poco antes del mediodía. Por la tarde, pasadas las 19.00, el todavía titular de la UIF recibió una llamada. Integrantes del equipo del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, le convocaban a una reunión urgente con López en la sede de la secretaría, en la calle Bucareli. Nieto llegó pasadas las 20.00.
En la reunión, el secretario le dijo que el presidente estaba molesto con él por todo el asunto de la boda. Parece que lo que más había disgustado a López Obrador había sido verle con sus adversarios políticos, caso por ejemplo de Josefina Vázquez Mota, invitada a la boda. Vázquez Mota fue candidata presidencial en 2012, cuando ella y López Obrador perdieron contra Peña Nieto.
Santiago Nieto Castillo, durante un homenaje a su trayectoria en la Asociación Nacional de Locutores de México, en julio de 2019.
En ese momento, Nieto entendió que estaba fuera de la UIF. Antes de que le pidieran la renuncia, el funcionario se la ofreció al secretario de Gobernación. López se la aceptó, aunque su cargo depende en realidad del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O. Justo después, López le informó de que habían pensado en el veterano político de izquierda Pablo Gómez para relevarle. Cuando se despidieron, no le dijeron que esa misma noche, el Gobierno informaría del relevo. Nieto se enteró por Twitter.
De alguna forma, la salida de Nieto compensaba la caída de Paola Félix en la Ciudad de México. En la lógica bélica que prevalece en las interpretaciones de ambos equipos, era uno por otra. En las conferencias de prensa de López Obrador los días siguientes, el mandatario señaló que todo lo ocurrido era un asunto “escandaloso”. Criticó que “el servidor público tiene que evitar ese tipo de situaciones”. Días más tarde, zanjó: “Santiago Nieto es un profesional recto, le tenemos mucho respeto, pero no podemos tolerar ningún acto de extravagancias ni un acto que vaya en contra de la austeridad republicana”.
fuente.-Pablo Ferri/Diario Español/