¿A quién le importa?
“A quién le importa, ya es mera cifra… A quién le importa si ya nos insensibilizamos… A quién le importa si ni pariente es… A quién le importa si ya suman 128,747, ¿a quién le importa?”
La pregunta resuena como un eco doloroso en las calles de México, donde cada día se suman nombres, rostros y sueños truncados a la lista de personas desaparecidas o asesinadas.
Diana Estefanía López Vargas, estudiante de la Universidad Autónoma de Guerrero con toda una vida por delante, es ahora uno de esos nombres. Tenía 19 años. Tenía futuro. Tenía familia, amigos, ilusiones. Era una joven con aspiraciones; hoy es una cifra más en el conteo macabro que parece no detenerse.
Nos hemos acostumbrado a ver los números crecer, nada nos sorprende pues bajo este mal gobierno de mediocratas siempre se puede estar peor y tienen anestesiada la facultad de sentir el dolor ajeno, como si la tragedia fuera una estadística lejana, como si la violencia fuera un fenómeno inevitable y ajeno a su quehacer cotidiano. Pero Diana no era ,ni debe ser otra cifra estadística amañada de las demañanadas del pueblo. Era una hija, una amiga, una estudiante. Y su ausencia deja un vacío imposible de llenar como en el resto que diariamente se pierden por arte de mafia.
La indiferencia es el peor enemigo de la justicia. Cuando dejamos de indignarnos, cuando dejamos de exigir, cuando dejamos de sentir, el Estado y sus instituciones fallan con mayor impunidad y con mayor frecuencia, mas bien siempre.
¿Dónde está la responsabilidad del gobierno?
¿Dónde están las investigaciones diligentes, la prevención, la protección, la inteligencia y la coordinacion ?
¿Por qué la Fiscalía General del Estado sigue sin esclarecer las causas de la muerte de Diana y…la federación, el ejercito, la Marina ?
¿Por qué tantas familias tienen que recurrir a las redes sociales para pedir ayuda, ante la ineficacia y el desinterés de las autoridades que se complica por su complicidad ?
Por qué son ellos quienes los tienen que buscar suplantando la obligación el estado ?
No podemos permitir que la muerte de Diana, y de miles más, quede en el olvido. No podemos resignarnos a la insensibilidad. Cada vida perdida es una derrota colectiva. Cada caso no resuelto es una herida abierta en el tejido social.
Hoy, más que nunca, es momento de exigir. Exigir justicia, exigir verdad, exigir políticas públicas efectivas, exigir empatía. No basta con lamentar, hay que actuar y quejarse como la inutil científica de las mañaneras de chismes. Porque si a nadie le importa, entonces perdimos todos.
Que el nombre de Diana Estefanía López Vargas no se borre de la memoria. Que su historia sea un llamado a la conciencia, un grito que sacuda nuestra apatía y nos recuerde que detrás de cada cifra hay una vida que merecía ser vivida.
¿A quién le importa? Nos debe importar a todos. Porque mañana, la cifra podría tener nuestro nombre.

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