“La ley va de la mano de la trasgresión”.
Georges Bataille, El erotismo.
“Kant con Sade”, del
psicoanalista y pensador francés Jacques Lacan (Escritos, Siglo
XXI, Lacan, 1971), me sirve de pretexto para hacerme dos preguntas: ¿qué
objetivo tiene la prohibición de las drogas?, ¿es una medida que realmente
preserva el orden social, la legalidad, la convivencia social y la cultura?
Mexico,D.F 11/Feb/2015 (Rev.3.0) A
vote pronto el filósofo Benjamín Farrington responde: “Cuando Aristóteles hubo
concluido su examen de la Idea de Bien, tuvo la certeza de que la noción de un
universo bueno para todo y para todos [...] era una ilusión total [...] ¿bueno
para quién, para qué fin y en qué momento? Si queremos hallar la
respuesta a estos interrogantes debemos consultar al individuo [...] La
definición de lo bueno más aceptada corrientemente en las esferas
político-religiosas es la felicidad; sin embargo, lo que es alimento para un
hombre puede ser veneno para otro”.(Benjamin, Farrigton, La Rebelión de
Epicuro, LAIA, 1983).
Una respuesta a la que se suma Sigmund Freud, que conociendo el lado
terrorífico y perverso de la ley, en “El porvenir de una ilusión” (1927),
advierte con sarcasmo que los norteamericanos han decidido no volver a beber
vino y no engañar a sus mujeres”, y que no quiere decirnos lo que va a pasar…
Una ley que condujo al mercado negro del vino y al nacimiento de la primera
mafia: la de Al Capone. Una ley que más tarde origina las siciliana y los
grandes mercados de drogas, el asiático, colombiano y el mexicano.
Una ley que, como va de la mano de la trasgresión, hoy más que nunca clama
por ser desplazada en favor de la legalización de las drogas, que en acrecentar
hasta el infinito los cuerpos policíaco-militares, las cárceles y la penas,
para erradicar el crimen organizado (cobijado por el poder político en turno).
Un proyecto de ley que legalice las drogas, más ahora que el aumento de las
fuerzas policíacas y militares tiene mucho más que ver con los propios
“pecadillos”, que con las serias intenciones de erradicar la violencia y el
crimen organizado.
Immanuel Kant, el filósofo alemán, ofrece en su Crítica de la razón
pura (Losada, 1961), un ingenuo ejemplo. A un hombre al que le ofrecen
pasar la noche con una bella mujer, pero a condición de ser ejecutado al
amanecer. Un ejemplo ante el que Kant no duda en afirmar que gracias al imperio
de su razón, este hombre decidirá conservar su vida y renunciar a la tentadora
oferta. Hoy sabemos, por un mejor conocimiento de las pasiones humanas, que
cuando el goce (el exceso de placer) es acompañado por la amenaza de muerte, se
puede convertir en irrenunciable, incluso en una orden a cumplir.
Jacques Lacan, en su escrito “Kant con Sade, advierte que la “Filosofía
en el tocador del Marqués de Sade (1788) completa a
la Crítica de la razón pura de Kant (1795).. Dos textos, pero
dos caras de la misma moneda. Uno propone que la ley y la razón imperen sobre
el deseo y la pasión, mientras el otro, que el deseo y la pasión dominen por
sobre la razón y la ley. Kant propone la ley de la razón, el dominio del deber.
Sade la ley del goce (el exceso de placer), el imperio de la pasión. Al
respecto, el filósofo francés Gilles Deleuze recuerda a Freud: “Debemos a Freud
el haber descubierto esta fantástica paradoja de la conciencia moral: la ley se
comporta tanto más severa y desconfiadamente cuanto más virtuoso es el hombre”.
(Deleuze, Presentación de Sacher-Masoch, Taurus, 1973).
La represión no procede de la conciencia moral; la conciencia moral surge con
la represión; a más represión mayor severidad de la conciencia moral, pues la
agresividad reprimida, no satisfecha, es vuelta contra el yo en forma de un
goce (exceso de placer insoportable), que se experimenta como tortura y
muerte. Como destaca Lacan: la ley y el deseo reprimido son una y la misma
cosa.
Recordemos que los más grandes excesos de la historia han sido comandados
por el apego radical a la Ley, más allá de lo humanamente posible. Aquí se
encuentran la moral y la política, pues la ferocidad de la ley produjo la Santa
Inquisición y el Nazismo. Porque sólo la moral de los amos se alimenta de leyes
terroríficas, dejando al descubierto su mandamiento feroz y obsceno: la Ley
Terrorífica, en lugar de pacificar pervierte a los pueblos y los condena al
horror.
Si de paz social se trata, la guerra contra el narcotráfico y su correlato,
el crimen organizado, sigue siendo tan infructuosa como un círculo vicioso.
Porque la prohibición de las drogas se rige por una ley terrorífica, que las
hace más atractivas, las encarece y las convierte en el más grande negocio
jamás imaginado, para todos los agentes involucrados en producirlas,
distribuirlas y combatirlas.
Fuente: Rosario Herrera La autora Doctora en Filosofía (UNED) y en Psicoanálisis (CIEP), investigadora,
ensayista, analista política, periodista cultural y Miembro Permanente del
Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Craiova, Rumania.
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