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sábado, 7 de julio de 2018

EL "MENSAJE" al PAN en las URNAS,CABEZA de VACA y los GOBERNADORES "CHAQUETEROS"...hay viene la pugna interna por los despojos.

El partido creado por Manuel Gómez Morín a finales de los años 30 del siglo pasado enfrenta una de las más graves encrucijadas desde su fundación. El “tsunami López Obrador” dejó destrucción y desolación en el PAN al ubicarse en un muy lejano segundo lugar en la votación del 1 de julio.
Prácticamente todos los actores de las cúpulas perdieron en el PAN, comenzando por su candidato perdedor, Ricardo Anaya, y su grupo político, que se autoimpusieron en la nominación presidencial y en la creación de un pragmático “Frente”, aún a costa de dividir y fracturar a su partido; siguiendo por sus senadores, ex dirigentes, diputados y gobernadores que traicionaron al panismo y defendieron sólo sus intereses personales y políticos, chaqueteando sus principios históricos para apoyar a candidatos y proyectos de otros partidos; y rematando con sus ex presidentes de la República, que lastimosamente y con muy poca dignidad se dedicaron a atacar y cuestionar al partido que los llevó al poder y anduvieron dando tumbos apoyando otras opciones y arrastrando la alta investidura que un día tuvieron.

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Hoy el resultado es un panismo dividido, lastimado, derrotado, en el que nadie de las cúpulas tiene autoridad moral como para proclamarse “salvadores del partido”. Se aproxima una época de turbulencia y hasta de una posible guerra civil en uno de los partidos políticos más antiguos de México que a lo largo de su historia ha tenido rompimientos desgarradores, pero hoy lo que está en juego no sólo es qué grupo se queda con la dirigencia, sino cuál va a ser el papel de Acción Nacional como la principal fuerza opositora del país y si puede ser una oposición unida o se termina de romper y fracturar para desaparecer del mapa político.
Anaya y el disimulo ante la derrota. Con una nula autocrítica, nadie asume responsabilidades en una derrota que parece huérfana en Acción Nacional. Anaya y su grupo pretenden ignorar que obtuvieron la votación más baja de cualquier candidato panista desde los 90 —9.9 millones con 2.8 millones menos que Josefina Vázquez Mota en 2012— y que su estrategia de un “Frente opositor” resultó un rotundo fracaso con el testimonial PRD y con un MC emergente que les negó su principal activo en Jalisco, al rechazar la alianza con Enrique Alfaro, que los despreció. Escudados en el argumento cierto, pero no único, de que “el gobierno de Peña Nieto nos golpeó utilizando el aparato de justicia”, los anayistas pretenden justificar también una campaña que nunca logró crecer y un candidato que, si bien resistió un embate brutal del oficialismo, tampoco pudo explicar claramente sus extrañas operaciones financieras y el crecimiento de su patrimonio.
El síntoma más claro de que Anaya y su grupo no asumen su responsabilidad y culpa en la derrota, es que su dirigente nacional, el sonorense Damián Zepeda Vidales, no ha tenido ningún gesto de autocrítica ni mucho menos da señales de que piense dejar el puesto y presentar su renuncia, como correspondería a cualquier dirigente que sufre una derrota de ese tamaño y como por cierto hizo su paisano, el priísta Manlio Fabio Beltrones, cuando renunció a la dirigencia de su partido tras perder en 2016 la mayoría de gubernaturas de aquel año justo frente al PAN. Cualquier dirigente político honesto en el mundo tomaría la decisión de dejar las riendas de su partido para dar paso a la renovación.
Gobernadores divididos y chaqueteros. Pero si los anayistas no asumen culpas en su derrota, los gobernadores del PAN, que se dividieron y jugaron “doble” en varios casos, menos. Ninguno de los 12 mandatarios de extracción panista —con excepción de Guanajuato con Miguel Márquez— puede presumir los resultados de la elección federal. Todos son perdedores rotundos, los que apoyaron a Anaya hasta el final, como Miguel Angel Yunes (Veracruz), Javier Corral (Chihuahua), Francisco Vega (Baja California) y Antonio Echevarría (Nayarit).
Pero tampoco se salvan de culpa en la debacle los gobernadores que en el último momento, el 28 de junio, cuando faltaban dos días para las votaciones, traicionaron a su partido, en parte por presiones desde la Secretaría de Hacienda, pero también por pragmatismo y porque varios ya operaban para López Obrador. Estos últimos, que además de perdedores resultaron “chaqueteros” fueron: Martín Orozco (Aguascalientes), Carlos Mendoza (BC), José Rosas Aispuro (Durango), Antonio Gali (Puebla), Carlos Joaquín González (Quintana Roo), Francisco Domínguez (Querétaro) y Francisco Javier Cabeza de Vaca (Tamaulipas).
Los tiradores azules. Se aproxima una intensa batalla para arrebatar el partido al grupo de Anaya y Damián Zepeda. En un par de meses deberá lanzarse la convocatoria para elegir una nueva dirigencia nacional, para tratar de dar oxígeno al blanquiazul, que verá mermada su presencia en zonas tan importantes como el Valle de México, donde perdió municipios tan importantes como Naucalpan o Atizapán y únicamente pudo rescatar la alcaldía de la Benito Juárez en la Ciudad de México.

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Los tiradores que buscarán el control del panismo son: Rafael Moreno Valle, con el impulso de un grupo de gobernadores, aunque su futuro depende del desenlace de la elección en Puebla, donde Morena ha denunciado fraude. Miguel Márquez Márquez, gobernador de Guanajuato, con el ala más conservadora del PAN, el Yunque. Marko Cortés Mendoza, con apoyo de diputados federales del PAN y de un grupo importante de dirigentes estatales. Cortés Mendoza fue relegado por Damián Zepeda al lejano octavo sitio de la lista de senadores plurinominales, mientras el dirigente se aseguraba el seguro cuarto lugar. Santiago Creel Miranda, quien puede ser el puente que una al grupo dominante en la estructura del PAN, que encabeza todavía Ricardo Anaya, y el bloque de gobernadores. Creel es bien visto por todos, por su capacidad de conciliación. Roberto Gil Zuarth se lanza con el apoyo del grupo de Felipe Calderón, aunque tiene en su contra el haber apoyado todas las decisiones de la dirigencia encabezada por Ricardo Anaya, pero solo hasta que lo propuso como presidente de la Mesa Directiva del Senado. Solo hasta que dejó el cargo, se volvió en su mayor crítico. Y un “lobo estepario” del PAN es Ernesto Ruffo Appel, quien nuevamente desliza la posibilidad de lanzarse por la dirigencia nacional, pero sin los apoyos suficientes.
El PAN está en plena ebullición y mientras define su nuevo rol como una mermada oposición, se avecina la guerra interna en unas semanas.
Fuente.-Salvador Garcia Soto/

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