A principios de este año, el Banco de México detectó un extraño flujo de billetes falsos. Se trataba de 113 mil 861 piezas que, según el Departamento de Investigaciones de Banxico, habían sido confeccionadas por una misma banda.
Billetes de 100, de 200, de 500 pesos.
El Banco solicitó el apoyo de la PGR. La investigación reveló que los billetes procedían de diversas carreteras del sureste del país. Los falsificadores se detenían en puestos colocados a orillas del camino y compraban mercancías de bajo precio.
Las víctimas eran siempre gente humilde. Sobre todo, vendedores de fruta, de comida, de artesanías: personas que difícilmente podrían advertir el fraude.
En 2015 llegaron a las sucursales bancarias más de 300 mil billetes falsos: 12.5% más que el año anterior.
Ese año se estableció que por cada millón de pesos que circulaba en el país, había 99 billetes de cien pesos que eran falsos; 95 billetes de 200 pesos también falsos y 88 billetes de mil pesos, manufacturados también por falsificadores.
En una buena parte de aquella cascada de papel, los expertos de Banxico encontraron una especie de firma de autor: una serie de rombos que el falsificador dejaba en sus billetes.
Se puso en marcha el “Operativo Rombos”, que terminó con el cateo de cuatro domicilios en Ciudad Nezahualcóyotl, Iztapalapa y Tepito, con el decomiso de una buena cantidad de billetes de 100, 200 y 500, y con la detención de Benjamín Díaz Prado y un grupo de fabricantes y “pasadores”.
La investigación iniciada ahora en las carreteras del sureste reveló que una parte de la banda había reanudado sus operaciones. Uno de los indiciados de la pesquisa anterior había declarado que algunos “pasadores” iban a surtirse a la Unidad Habitacional Bellavista, en la colonia Casa Blanca.
Dos elementos de la Agencia de Investigación Criminal de la PGR se hicieron pasar por un matrimonio y buscaron un departamento en renta dentro de la unidad. Para no levantar sospechas, ella se puso incluso una falsa panza de embarazada, y él salía diariamente a “trabajar” con una bata de dentista.
En los tres meses que habitaron el departamento, asistieron a juntas de vecinos y fingieron interesarse en los problemas de basura, inseguridad y falta de agua.
Según el reporte de la investigación, la parte más animada de la Unidad Bellavista era el “Edificio B”. Hombres de 20 a 35 años estacionaban sus motos en los cajones fronteros, pasaban las tardes “bebiendo y escandalizando”.
Los agentes estacionaron su vehículo frente al edificio y colocaron dos microcámaras: una adherida al espejo retrovisor y otra a una caja de Kleenex, cerca del vidrio trasero.
Cuando el dentista fingía ir a su consultorio, en realidad se iba a estudiar las imágenes captadas por las cámaras.
Entre el ir y venir de motociclistas, la cámara mostró la introducción de al menos dos impresoras, así como de bidones rellenos con lo que podía ser tinta o solvente. Había mucha actividad nocturna, y también entrada y salida de personas con maletas, mochilas y sobres en las manos.
Todo convergía en el departamento 103, habitado por un sujeto conocido como “León” o “El León”.
Los investigadores obtuvieron finalmente una orden de cateo.
Sobre el escritorio de “León” había 500 hojas de papel bond. En cada hoja se hallaban impresos tres billetes de 500 pesos: había ahí la materia para producir 750 mil pesos falsos.
De acuerdo con los investigadores, “León” colocaba a las piezas la marca de agua por medio de serigrafía, y empleaba incluso trozos de la cintas de seguridad de billetes auténticos, para dar mayor verosimilitud a los falsos.
Cada billete de 500 pesos era vendido a 200. Cada billete de 200 era comprado a 80.
Según la PGR, a la hora de distribuir el dinero los “pasadores” solían emplear mujeres, para no despertar sospechas. Mucho de aquel dinero falso fue entregado como “cambio” por narcomenudistas de la zona de Iztapalapa: esta era otra de las rutas de salida de las piezas.
El Banco de México ha considerado que “la banda de los rombos” fue responsable de 16% de la circulación de billetes falsos.
Hay muchos más corriendo por ahí.
fuente.-Hector de Mauleon
(imagen/Internet)
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