Después del gasolinazo, Enrique Peña Nieto enfrenta el enojo de
los ciudadanos y como consecuencia su nivel de aceptación ha ido bajando hasta
colocarse en mínimos históricos. Nunca un Presidente mexicano había tenido un
solo 12 por ciento.
La medición hecha por el periódico Reforma demuestra
una caída estrepitosa. Ante esta nueva realidad, Peña Nieto, debería dimitir o
deberíamos exigir que dimitiera. En otros países provocaría de manera inmediata
un periodo especial con una anticipada convocatoria de elecciones para empezar.
Hace 20 años se empezaron a medir los estados de aprobación y Es
Peña Nieto se ha convertido en el peor Presidente valorado, desplazando a
Ernesto Zedillo, quien ostentaba ese puesto.
Y es que la imagen del Gobierno de Peña Nieto estará unida
irremediablemente a la corrupción, casos tan importantes en donde él mismo y su
esposa, se han visto involucrados, al igual que algunos de sus Secretarios de
Estado.
La sensación popular es que este Gobierno es corrupto e impune.
La sensación que tenemos es que a este Gobierno todavía le quedan dos años para
terminar y en ese período funcionarios y políticos seguirán saqueando los
recursos del país.
No existe nada que frene la corrupción del Gobierno. Las
instituciones destinadas a vigilar, prevenir y sancionar los excesos del poder
no funcionan. Fueron creadas para proteger a los perpetradores, a delincuentes
de cuello blanco, a los saqueadores.
Y lo que es peor: la simulación del supuesto combate a la
corrupción nos sale muy cara a todos. El Gobierno se gasta anualmente 9
billones de pesos para combatir la corrupción. ¿A dónde va a parar ese dinero?
Tal vez a los bolsillos de los mismos que dicen combatir la corrupción.
Según Peña Nieto la corrupción es un problema “estructural” y de
percepción. Pero también es una cuestión de transparencia y rendición de
cuentas y por supuesto de conflictos de interés.
Asegura el Ejecutivo que él no otorga “contratos” ni adjudica
compras, ni obras, ni participa en ningún comité de adquisiciones o
arrendamientos.
Claro, esa es la teoría. Todos conocemos los conflictos de
interés en los que él y su esposa han incurrido y también algunos de sus
Secretarios de Estado como Luis Videgaray. La sospecha, la sombra de la
corrupción les persigue y les perseguirá hasta el final de sus días a pesar de
haber sido “exonerados” por su amigo el ex bufón de la Corte, el ex zar
anticorrupción, Virgilio Andrade
Para mejorar la percepción popular, Peña Nieto no ha escatimado
en gastos. Su Gobierno se gasta diariamente 6.3 millones de pesos en propaganda
oficial. El exceso es tremendo. Así lo demuestran los números: en 2014
incrementó esta partida en 1908 millones de pesos en comparación con 2013
cuando el gasto fue de 485 millones 600 mil pesos.
En este rubro, Peña Nieto tiene sus consentidos. Los más
beneficiados del pastel propagadístico oficial fueron las televisoras, en
especial Televisa, a quien le devuelve el favor de haberlo apoyado y lanzado a
la Presidencia de la República.
Sin embargo, aunque gaste el oro del mundo en propaganda y siga
dilapidando el dinero de todos los mexicanos en publicidad oficial, Peña Nieto
no mejora ni mejorará su imagen. Es imposible. Y menos después del gasolinazo.
Peña Nieto es autor y responsable de las nefastas reformas
estructurales, ninguna a favor de los ciudadanos, todas a favor de sus amigos y
sus intereses. Él representa la debacle económica de los mexicanos. Y el
rechazo no se ha hecho esperar.
Allá donde vaya, Peña Nieto será recibido con abucheos,
tomatazos, protestas, manifestaciones, gritos de repudio. Tal y como sucedió en
Monterrey, hasta donde el Ejecutivo se trasladó para colgarse de la tragedia
del Colegio Americano del Noreste y así intentar mejorar su imagen.
Pero ni la mejor operación de marketing hará que la maltrecha
imagen de Peña Nieto se reponga. Y es natural. Su gestión también representa un
golpe a la inseguridad. La violencia se ha incrementado considerablemente
durante su sexenio.
Su Gobierno ha fracasado también en el combate a la
delincuencia. Lo dicen las cifras: más de 100 muertos durante sus primeros
cuatro años.
Es además, el sexenio de las masacres: Tlatlaya, Apatzingán,
Tanhuato… Es el sexenio de las desapariciones: Ayotzinapa y cientos de miles de
mexicanos más. Es el sexenio del fracaso educativo con una reforma infame que
ha dejado en los últimos lugares mundiales a nuestro país.
Si Peña Nieto empezó su mandato con un 50 por ciento de
aceptación y de eso ha pasado al 12, ¿con cuánto porcentaje terminará su sexenio?…
Su caída en picada será traducida en el incremento de rechazo y la ira popular
que cada día se hará más patente. Allá donde vaya habrá alguien protestando
contra él y su Gobierno. Es el precio que debe pagar por su fallido sexenio.
Fuente.-Twitter: @SanjuanaMtz
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